Capítulo 14: Fragmento Celeste.

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     Era como estar atrapado en un sueño, un sueño triste y sin final.

La oscuridad lo consumía todo; Cian ni siquiera podía verse las manos. Estaba flotando en posición fetal y abrazaba a su sable con cuidado para no cortarse. Deseaba que su mente estuviera igual que su vista: nula. Pero lo atormentaban recuerdos solitarios. Algunos ni siquiera los había vivido; eran meras ilusiones. Pero dolían como si de verdad hubieran ocurrido.

«Tristeza —pensó—. El demonio se alimenta de la tristeza... Debo... resistir». Pero sus palabras eran tan efectivas como un escudo de papel. La tristeza ya había atravesado su cerebro y su alma. No podía luchar contra ella.

Todo lo que pudo hacer fue dejarse llevar.

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—¡Cian! —gritó Seraphel; el perturbador de almas lo había envuelto por completo—. ¡Suéltalo o te destrozaré!

El demonio soltó una risa grave y retumbante como un trueno. Phel apretó los dientes y cubrió sus puños con fuego. «Si lo ataco, podría herir a Cian», pensó, pero ¿qué otra opción tenía?

—Brujos —llamó—, ¿pueden crear barreras?

—Sí —respondió Steylsen—; Rellef puede ayudarnos. Haremos una caja. Pero no podemos mantenerla por mucho tiempo.

—¿Cuánto? —Los puños de Phel eran como antorchas rojas.

—Un minuto.

—Es suficiente.

—¡Jasin, Rellef, Gardner! —llamó Steylsen—. Caja.

Gardner corrió para situarse en la esquina superior izquierda; Jasin, a la superior derecha; Rellef, a la inferior izquierda; y Steylsen a la inferior derecha. Extendieron sus brazos en las direcciones que debían crear las barreras.

Caja de Cristal —conjuró Steylsen.

Jasin liberó a su búho Oly; este sobrevoló en medio de los cuatro, y creó una quinta barrera invisible que taparía la caja. Los dos demonios quedaron encerrados; el perturbador de almas con su poder creciente por la tristeza consumida, y Seraphel con sus puños ardientes.

—Lo siento, Cian —dijo Phel—. Esto puede quemarte un poco. Pero agradecerás que te libere.

Se lanzó hacia el demonio; este se echó a un lado, se movía como un caracol en el suelo, pero más rápido. Seraphel se detuvo bruscamente y atacó con un gancho del puño zurdo; el perturbador de almas se deformó para evitar el puño ardiente. Pero Phel lo alcanzó después con una patada giratoria; aunque su pierna atravesó la nube y no tocó a Cian. « ¿Qué? No estaba ahí... ¿Entonces dónde...?». Un tentáculo de vapor espeso y oscuro le sujetó la pierna y lo lanzó por los aires. Seraphel chocó con la barrera, que estaba a unos cuatro metros del suelo; pero dio una voltereta en el aire y cayó flexionando las rodillas.

—Buen intento —masculló; las llamas en sus manos crecieron—. Pero te falta energía.

Corrió hacia el perturbador de almas y atacó con varios puñetazos rápidos. Pero el demonio se deshacía, como una nube. Excepto una zona en el centro; Seraphel dedujo que ahí contenía a Cian, pero no podía atacar esa parte. O mataría a su compañero y amo.

«Treinta segundos para que se deshaga la barrera», pensó el demonio contratado. Los wiccas a su alrededor lucían agotados; crear barreras de ese tamaño y contener a un demonio que había acumulado poder durante años consumía mucha energía. A Seraphel incluso le pareció que se volvía más fuerte. «Ahora se alimenta de la tristeza de Cian», supo. El fuego infernal debía hacerle daño, pero dedujo que el Corazón Negro lo había hecho inmune a él.

After Death - Libro I: Demonios del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora