Capítulo 12: Corazón Negro.

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     Entraron a la casa del jefe wicca; vivía ahí con sus dos hijas. Cian se fijó en las macetas con plantas que tenían en las ventanas; también había muchos libros que él nunca había visto. Al juzgarlos por sus portadas, dedujo que debían contener hechizos y antiguos conocimientos wiccanos. Dentro de la cabaña no tenían lámparas de gas; iluminaban con velas.

—¿No está enojada conmigo, lady Jade? —le preguntó Rellef a su ama. Estaba sentado en el hombro de Jade.

—Al principio, sí —admitió Jade. Se aseguró de que Cian no la escuchara—. Pero veo que ese tal Cian Sky es muy hábil. Pensé que robarle el sable sería sencillo, ahora veo que no.

Gardner y Jasin también fueron con ellos; no le quitaban los ojos de encima a Seraphel. El demonio podía sentir los ojos de los dos wiccas y los del búho en su espalda; pero no le importaban. No creía que fueran tan estúpidos como para querer pelear con él, de nuevo, ahora que habían visto sus habilidades.

La hija menor de Steylsen bajó por las escaleras; tenía doce años. Su cabello era negro, al igual que el de su hermana, pero lo llevaba corto hasta los hombros; y sus ojos eran verdes. Vestía una toga negra y un collar de flores.

—Dianna —la llamó su padre—, sirve un poco de estofado para nuestros invitados, por favor. Y también puré de nabos.

Cian y Phel tomaron asiento frente a la mesa; y delante de ellos pusieron un par de tazones con estofado de cerdo y puré de nabos. Rellef devoraba un pedazo de queso duro y apestoso. Pese a la ferocidad que mostraron Jasin y Gardner durante su enfrentamiento con Phel, estaban quietos como estatuas detrás de Steylsen.

—Agradecemos su hospitalidad, señor Steylsen —dijo Cian, revolviendo su estofado con la cuchara—, pero creo que todo esto es divagante. Si vine aquí fue para obtener respuestas. —Señaló a Rellef—. Ese duende me buscó para robarme el sable. Y, por lo que sé, su hija se lo ordenó. —Miró a Jade.

Jade y Dianna se sentaron junto a su padre. Jade tenía su mirada inquisitiva clavada en Cian; como si esperara que hablara de aquello.

—En realidad, ella solo transmitió la orden —replicó Steylsen—. Rellef sirve a mi hija, no a mí. Así que ella debía ordenárselo.

—¿Entonces es usted el que quiere el sable? —preguntó Seraphel, poniendo los codos sobre la mesa. Se había terminado el estofado y el puré en un parpadeo.

—No es el sable lo que quiero. —Steylsen se volvió hacia él; a la luz de las velas, los tatuajes en su rostro se veían más oscuros—. Sino lo que está dentro de él.

—¿Dentro? —Cian no comprendía.

—¿Me permites verlo? —Steylsen le extendió la mano.

Titubeante, Cian le dio el sable. El sacerdote wicca cubrió sus manos con un aura dorada y la pasó por la empuñadura. Se detuvo en el pomo, y todos pudieron ver un pequeño resplandor.

—Ahí está —dijo Steylsen—. Es un fragmento de cristal de Ángel.

—¿Cristal de Ángel? —Cian nunca había escuchado de ellos.

—Un material poderoso, proveniente del mismísimo Cielo —replicó Steylsen—. Hay pocos de ellos en la tierra, y sabía que Vance Sky tenía uno.

—¿Qué relación tiene con mi padre? —preguntó Cian.

—Conocí a Vance hace muchos años —comentó Steylsen—. Debió ser antes de que nacieras. Trabajamos juntos en la persecución de un demonio que habitaba el bosque y devoraba a los desafortunados que se acercaban a su territorio.

After Death - Libro I: Demonios del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora