HOGAR, DULCE HOGAR

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Reposaron un día más en la casa de Dara y cuando estaban completamente reabastecidos, descansados y con un buen humor prosiguieron su viaje.

Tardaron alrededor de cinco días en llegar a Radeverg. El bardo observó su pueblo natal y dió un ligero suspiro. Seguía igual a como él lo recordaba, no pasaron más de 5 minutos cuando un borracho se les acercó a pedir unas monedas, él pobre diablo perdió el equilibrio y se cayó.

Hanna observaba con curiosidad todo lo que sus ojos podían captar, lo mismo con Vito y Kara, en cambio, Gessa, Sam, Alec y Dara tenían una mueca en el rostro.

Dane los dirigió a una pequeña taberna que él conocía. Dejaron a los caballos en el bebedero y entraron con un poco de cautela.

La diferencia con la posada de Lou era evidente, la gente que estaba ahí presente los miró con malos ojos en el momento en el que abrieron la puerta. Solo quedaba una mesa disponible y todos se fueron a sentar. Dane se dirigió a la barra y rezó para que no se repitiera lo de Ameyali.

–Buen día –saludó Dane al hombre de la barra, este escupió dentro de un tarro y lo comenzó a limpiar con un trapo.

–¿Qué buscan aquí? —preguntó el hombre con molestia.

–Estoy buscando a Gerald.

–¿Quién?

–Gerald, ¿Aún vive aquí?

–No conozco a ningún Gerald, ¿Vas a beber algo o no? No me hagas perder más tiempo.

–Ah… sí, dame 8 cervezas –el tabernero sacó 8 tarros y los sirvió de un líquido negro espumoso.

Dane volvió con sus compañeros y les entregó sus bebidas. Vito vió su cerveza con cara de asco y la alejó disimuladamente, en cambio Hanna le dió un buen trago a la suya y el bardo la miró impresionado.

–¿Qué? Tenía sed –dijo la chica con indiferencia.

–No dije nada.

–¿Qué le preguntaste?  –cuestionó Alec.

–Conozco a alguien que puede tener un barco –dijo Dane dándole un trago a su bebida.

–¿Puede? ¿O sea que no estás seguro? – espetó Sam.

– Tiene años que no vengo aquí, tal vez se marchó.

–¿Quién no lo haría? –comentó Gessa con sarcasmo.

–Vinimos aquí para nada –dijo Dara con molestia.

–No todo está perdido Chiqui –comentó Hanna –. Podemos tratar de rentar uno.

–¿De dónde vamos a sacar el dinero para rentar uno? –replicó Dara.

–Dane podría ayudarnos –dijo Vito con una sonrisa.

–Por favor, Vito, podría cantar noche y día por años y ni así llegaría a tener dinero para una casa –dijo Dane, desanimado.

La puerta de la posada se abrió y todos voltearon a ver quién era el nuevo visitante. Era un hombre con una barba bastante gruesa y grandes ojos, vestía unas ropas rotas y traía algo en la mano, era una criatura que se retorcía y luchaba para zafarse, pero el hombre no lo soltaba.

Se acercó a la barra y le entregó a la pequeña criatura al posadero.

–Ya es el tercero esta semana, aún no me has pagado los otros dos –dijo el barbudo.

–No he tenido un buen ingreso y ya nadie compra duendecillos –contestó el tabernero mientras metía a la criatura debajo de la barra.

–Entonces seguiré bebiendo gratis.

El tabernero le sirvió un trago y sin demora el barbudo bebió con ganas. Dane lo observó con curiosidad y el hombre se percató de esto.

–¿Qué es lo que miras?

–¿Gerald?

El barbudo se quedó petrificado al instante y soltó el tarro.

–¿Dane? –preguntó el hombre.

–¡Sí! –exclamó el bardo.

– ¡¡Ven aquí flacucho!! –el hombre se acercó a él y le dió una cachetada al bardo y este no se quedó con las ganas y le devolvió el gesto.

–Que lindo saludo –comentó Hanna.

–Chicos, les presento a Gerald –dijo el bardo.

–Por favor, ya nadie me dice por mi nombre, ahora me llaman "el borrego".

–¿Por qué será? –susurró Kara y Vito soltó una pequeña risa.

–Siéntate amigo –dijo Dane mientras le ofrecía una silla.

–Gracias. Ah, que bueno verte mi amigo, ¿Cuánto tiempo?

–Más de quince años.

–Pff, ya llovió, ¿Cómo has estado?, ¿Quiénes son ellos?

–Desde que me fui voy de acá para allá buscando nuevas experiencias y en uno de mis viajes pasaron cosas bastante… extrañas —Hanna fingió una tos y cuando Dane la miró la chica le dirigió una mirada de "enfócate".

El bardo asintió y presentó uno por uno a sus compañeros, Gerald estuvo a punto de darle una cachetada a todos, pero Dane le explicó que ellos no conocían esa clase de saludo.

–Cuéntame, "borrego", ¿Qué es de tu vida?

Gerald contó cómo le había ido en la vida desde que el bardo se marchó de Radeverg, en pocas palabras Gerald se convirtió en un cazarrecompensas. Buscaba a criaturas no humanas y las que no mataba las capturaba y las vendía al mejor postor, un trabajo difícil y algo repugnante, según algunos miembros del santuario, aunque Gerald dijo que trabajo es trabajo.

Dane contó las desventuras que había tenido sin entrar en demasiados detalles y contando muy poco sobre la misión que ellos tenían que emprender.

–Vaya, si que has vivido de todo amigo –dijo Gerald terminando su quinta cerveza.

—¿Sabes algo de mi madre? —preguntó Dane con un ligero tono de tristeza.

—Temo que no mi amigo, casi no estoy por el pueblo y hace años que no la veo.

—Está bien.

—De verdad no creo todo lo que has vivido mi amigo.

—Tú tampoco te quedas corto —contestó Dane con una sonrisa que Hanna le quitó pegándole disimuladamente con el pie.

El bardo hizo una mueca de dolor y la chica le contestó sin palabras, pero él pudo saber que ella decía "ya nos tardamos y no tenemos barco".

—Bueno, Dane, fue un placer volver a verte —dijo Gerald mientras se levantaba del asiento.

—Espera, Gerald, antes de que te vayas, necesito un favor —Gerald lo miró con seriedad y poco a poco su expresión se tornó en una sonrisa.

—El mismo Dane, ¿Qué necesitas?

—Un barco, necesitamos llegar a Agem.

—Agem, pero esos son dominios de Nimag y he escuchado que esos idiotas le han declarado la guerra al mundo.

El bardo se impresionó al saber que la noticia de la guerra ya había llegado tan lejos, pero no le dió la más vueltas al asunto y continúo con la tarea de conseguir el barco.

—Sé que no nos hemos visto en años y que te estoy pidiendo demasiado, pero en verdad necesitamos el barco.

Gerald miró seriamente a todo el grupo  y tras unos segundos contestó con una carcajada.

—Claro que te ayudaré amigo. Serán bienvenidos al "El tiburón negro".

El Bardo: viaje al fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora