Gerald los condujo fuera de la taberna y el cielo comenzaba a oscurecer, copos de nieve caían sobre las tierras y aguas de Radeverg, el invierno estaba cerca.
Los miembros del santuario admiraban los barcos que se encontraban en el puerto. Dane estaba expectante, no sabía cuál de todos esos iba a ser "El tiburón negro".
Gerald los llevó a la parte final del puerto y la expectación se convirtió en decepción en un solo parpadeo. Varias miradas incomodas veían como "El tiburón negro", era apenas un pequeño bote dónde el espacio se vería bastante reducido debido a los caballos.
—¿En serio este es "El tiburón negro"? —preguntó Dane, decepcionado.
—El único e inigualable —contestó Gerald con orgullo —¿Están listos?
—Creí que tenías un barco de verdad —comentó Sam.
—No juzgues tan rápido mi amigo, porque puedes quedar mal —dijo Gerald, guiñandole un ojo y Sam soltó un bufido.
—No creo que haya alternativa —masculló Hanna.
—¡Todos a bordo! —exclamó Gerald.
Al tocar la primera tabla de madera, Dane pudo sentir como si sus sentidos hubiesen sido engañados y no estaba equivocado, el pequeño barco no era más que una ilusión pues en realidad "El tiburón negro" era un gran barco digno de respeto.
En esencia era un galeón, pero un poco más pequeño, tenía dos mástiles y velas de color negro, haciendo honor a su nombre. La madera era oscura, pero no porque estuviera pintada, sino porque era una madera de Radeverg. La madera negra hacía que los barcos fueran mucho más rápido a comparación de uno hecho con madera normal.
Todos quedaron boquiabiertos ante la reciente revelación y Gerald le dió un ligero codazo a Sam como una señal de "te lo dije".
Mientras los demás subían a los caballos y también las pocas provisiones que les quedaban, Dane tomaba coraje para poder subir a la embarcación.
—Vamos, todo va a salir bien —lo animó Hanna.
—Sí… sí, es solo que… yo quería… contemplar el cielo —se excusó el bardo.
—Podrás contemplarlo mejor desde el nido de cuervo ja, ja —bromeó Gerald.
—¡Alto! —exclamó un hombre aspecto de guardia.
—Maldita sea, es el encargado del muelle —musitó Gerald –¡Rápido! suelten las amarras e izen las velas.
—¿No tienes dinero para pagar el derecho a un lugar? —preguntó Vito.
—Digamos que el dinero que proviene del tráfico de criaturas mágicas no está bien visto en estos sitios —contestó Gerald con sarcasmo.
Kara había izado ya la vela mayor, Gerald giraba el timón con toda la fuerza y velocidad que le eran posibles. Poco a poco la embarcación comenzaba a separarse del muelle.
—¡Detengan ese bote! —ordenó el encargado a quien sea que lo estuviera escuchando.
—¿¡Bote!? —se quejó Gerald, ofendido, mientras "El tiburón negro" comenzaba a adentrarse en el mar.
De pronto, el cielo se tornó de un color rojizo, con destellos violetas y la tierra comenzó a temblar. Todos se quedaron mudos y expectantes ante los extraños sucesos. La sensación de tristeza y agonía se apoderó de los viajeros, los caballos relinchaban angustiados y en el pueblo de Radeverg se comenzaron a escuchar los gritos de la gente.
—¿Qué sucede? —preguntó Gerald a nadie en particular.
Antes de que alguien le pudiera contestar, el suelo se quebró y comenzaron a salir llamas de la tierra.
Un gran agujero comenzó a formarse y el encargado del muelle corrió por su vida, pero no pudo escapar de los demonios que lo atraparon. Esa imagen fue suficiente para que Dane se olvidara por un momento del miedo hacia los barcos.
—¿Qué carajos es eso? —exclamó Gerald.
—Tienes que hacer que esta cosa avance más rápido —dijo Vito.
—¿Cómo diablos quieres que haga eso? —le replicó Gerald con molestia.
Varias criaturas comenzaron a salir del agujero, criaturas que eran imposibles de describir para el bardo.Unas tenían alas, la única cosa que Dane pudo identificar, y otras eran completamente nuevas para sus ojos. Era como si un humano hubiera procreado una abominación junto a un toro.
Los guardias de Radeverg llegaron a la pequeña zona de caos, solo para terminar siendo asesinados por la crueldad del inframundo. Los monstruos devoraban a los guardias o los lanzaban como si fueran pequeños insectos.
—Por todos los dioses —susurró Sam.
—No podemos hacer nada —sentenció Alec.
Las criaturas aladas observaron la "pequeña" embarcación y se abalanzaron en su dirección. Hanna no espero demás y lanzaba flechas a las criaturas, pero con agilidad estas las esquivaron.
Alec no se quedó atrás y sacó su ballesta para ayudar a Hanna contra la amenaza aérea, pero, a pesar de que ambos disparaban flechas sin cesar las criaturas se acercaban peligrosamente hacia el "pequeño" barco.
Ante esto Dane desenvaino su espada y antes de que una criatura intentará agarrarlo, el bardo lanzó una estocada que se incrustó en el pecho de esta, lo que provocó que la criatura se desvaneciera en polvo y sangre.
Otras pequeñas criaturas aladas salieron del agujero, pero había algo particular en ellas, parecían y sonaban como bebés.—¡Valpis! —exclamó Kara.
—¿Qué diablos es un Valpi? — preguntó Gerald mientras lanzaba un arpón contra uno.
—Niños malditos que no pudieron nacer —contestó Vito.
—Que asco —dijeron Gerald y Dane casi al unísono.
Los Valpis perseguían a la gente de Radeverg que trataba de huir con desesperación, en cuanto alcanzaban a uno, lo tomaban de la cabeza entre varios y con su boca y manos le rasgaban el cuello o le sacaban los ojos, matando la víctima en segundos.
Trozos de Valpis y de otras criaturas llenaron la cubierta de "El tiburón negro". Después de un par de minutos las criaturas dejaron de perseguirlos y lograron escapar del pequeño infierno en la tierra.
—¿Están todos bien? —preguntó el bardo y todos asintieron. Dane soltó un suspiró y se dirigió a la popa del barco.
El pueblo de Radeverg estaba en llamas, se podían escuchar los gritos de desesperación de las personas que trataban de huir, pero esos intentos eran en vano.
"El tiburón negro" estaba dejando atrás lo que solía ser el puerto de Evol, mientras los demás veían al frente, Gerald y Dane observaban en silencio como su pueblo natal estaba siendo destruido.
Una niebla demasiado espesa inundó el ambiente y los viajeros no tuvieron otra cosa que hacer más que sentarse a esperar la luz del día.
El mundo se veía sumido en un ambiente desolador, las fuerzas oscuras salían de sus escondrijos y comenzaban a atacar los pequeños pueblos que se encontraban desprotegidos. La gente huía, dejando atrás una vida que habían tardado años en construir.
El reino de Nimag acrecentaba su territorio y su poderío militar. Ya habían conquistado gran parte del territorio de Yrano y las criaturas más abominables que conocía el hombre se unían a esa terrible alianza entre hombres y demonios.
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El Bardo: viaje al fin del mundo
FantasyDespués de la batalla, Dane y sus compañeros se embarcan en un viaje desesperado para detener los planes de la dama, Nelia. En su travesía tendrán que enfrentar los peligros del lugar más temido por el bardo, el mar. Los viajeros descubrirán el lado...