De vuelta al distrito, ya comenzaba a perder la fuerza de ciudad, los autos siquiera eran constante sobre las calles principales y las personas se refugiaban de los atardeceres helados. Julio volvía desértico hasta los sitios más lindos.
En cuando Lunna estacionó se saludaron con un rápido beso. Davina bajó del vehículo cargada de bolsas con adornos y objetos frágiles y gesticuló un beso a distancia como despedida. Cuidadosamente cruzó la calle, justo al frente de su apartamento para maniobrar entre algunas bolsas y abrir la puerta principal. Cuando estaba por entrar una voz la detuvo.
—¿Davina?
Se le aceleró el corazón. Conocía esa voz, no la perfección pero gritaba peligro. Al instante que volteó le fue difícil procesar el hecho de que el Rastreador al que salvó estaba en su puerta sin siquiera tener un porqué.
—¿Qué haces acá? —preguntó sin rodeos, superada por la incomodidad.
Y no exactamente por la cantidad de bolsas que tenía encima.—Bueno... —comenzó el joven que se veía totalmente diferente a como lo conoció.
—¿Me tengo que asustar? —Volvió a insistir ella.—No —contestó rotundo —. Solo que hoy hablé con Edgar, y también quería darte un explicación a vos.
—¿Cómo supiste... —comenzó sin importarle otra cosa.
—Edgar —aseveró para luego arrepentirse al ver el rostro desconfiado de la joven —. Bueno, le saque información. Tampoco me esmeré mucho, le dejaste tu dirección pegada en la heladera.
Lejos de pensar en lo que hizo Iván, su atención se enfocó en otra cosa:
—¿Te invitó a su cocina? —reclamó pensando en todas las veces en que Edgar no la dejó entrar por falta de confianza.Iván dio una risotada, lo que provocó que ella saliera del dilema de la cocina y medio sonriera por sus propias ocurrencias.
—¿Me vas a invitar a pasar? Te puedo ayudar con las bolsas.
Ella solo asintió, en el fondo no sabía que estaba haciendo pero si estaba segura de que siempre estaba preparada para cualquier situación.
Cuando Iván tomó la mayoría de las bolsas, entraron del todo a la pequeña recepción. Por supuesto que no tenían punto de comparación con los apartamentos de su tío, sin embargo era lo que honradamente podía pagar.
Davina caminó hasta el cubículo descuidado que podrían llamar ascensor, pero que de todas formas poco usaba ya que su piso era el cinco y las escaleras nunca eran mala opción.
Mientras ascendían lentamente ella analizó el rostro relajado del joven, incluso su estilo aún desalineado pero que estaba vez era armonioso, cabello suelto y un poco inflado, campera de cuero y ropa oscura que resaltaba más su postura esbelta y segura. Por un momento lamentó aún tener su insípido uniforme.
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Sobrenaturales《Disidencia》
FantasíaLos seres Sobrenaturales siempre estuvieron entre nosotros. Y es que, solo son una pequeña porción de seres humanos que desarrollaron capacidades de control superiores que al resto de nosotros. Davina Valenciano es una de esas minorías cargadas de...