Capitulo 10 - Frente a la muerte (parte III)

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—¿Podemos ir a tu casa? —consultó confundido

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—¿Podemos ir a tu casa? —consultó confundido.

Davina lo miró de reojo, recostado en el asiento, con respiración pesada que desprendía un aire de dolor. Y no pudo evitar sentir un dejá vu de aquel día en el estacionamiento. Aún sin conocerlo ella había decidido ayudarlo, y ahora que ya no era solo un desconocido la necesidad de mantenerlo a salvo era por motivos egoístas. Ella lo quería, se había convertido en un gran compañero y a pesar de que no lo definía como un amigo por el poco tiempo que se conocían y por un beso que no era inofensivo, confiaba en él como nunca lo había hecho.

—Siempre que quieras.

Él no contestó, solo le dedicó una pequeña sonrisa y como por inercia acercó su mano a la pierna de Davina que se movía levemente para hacer los cambios de velocidad. En cuanto tuvo ese contacto, su respiración se aceleró más de lo que quería, y una incógnita surgió en sus pensamientos ¿Qué iba a pasar después de ese paso drástico que dieron? ¿Cómo iba a influir en su perfecta relación? Pero lo ignoró manteniendo sus ojos cerrados y su mano aún sobre la rodilla de la joven, acariciando con su pulgar, en busca de la paz que le dio siempre la unión de sus pieles. La muchacha aprobó su acción por un segundo cuando envolvió con su mano la de Iván. Aquel ambiente estaba cargado de pasión muy bien controlada.

El resto del trayecto continúo ligero, no estaban muy lejos de su destino, y en cuanto estacionaron frente al edificio no pudieron evitar dar un extenso suspiro. Rápidamente subieron al apartamento sin encontrar a nadie que pueda verlos en esas condiciones tan deplorables.

—Te voy a dar unos analgésicos —anticipó Davina en cuanto entraron a su casa. Se dirigió directo a la cocina en donde los había dejado días atrás, eligió una pastilla y le tendió un vaso a agua natural —. Es de rápida acción —agregó innecesariamente.
El joven asintió en agradecimiento y se apoyó en la barra hasta que palabras coherentes salieran de su boca.

—¿Puedo quedarme con vos está noche? —soltó sin entender en qué momento había pensado y procesado aquella pregunta.

—Claro que podes —respondió sin dudarlo mientras se sentaba a su lado y se quitaba las zapatillas —. Te lo debo —Y le sonrió de costado para luego intentar ponerse lo más cómoda posible.

Iván tragó saliva. No quería volver a su casa y estar solo. Después de estar a punto de morir, era un regalo pasar tiempo con la joven y no quería desperdiciarlo. Asintió tratando de parecer que no le afectaba compartir una cama con alguien que había sido de lo más amistosa con él. Aunque Davina era distinta. No podía considerarla una amiga, pero aún así era su mayor confidente y quién más había demostrado que su vida le importaba. No podía etiquetarla en ninguna relación que alguna vez tuvo, porque a pesar de resultarle hermosa y atractiva, no podía arriesgar todo lo que había construido por vínculos carnales.

—¿Querés ducharte? —sugirió ella sin darle entidad al silencio —. Tengo ropa de mí hermano y estás lleno de barro y hojas —explicó sin mirarlo.

Sobrenaturales《Disidencia》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora