2. Gustos peculiares

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Negocios y mas negocios que eran de lo mas desagradable, y no es como si pudiera quejarse de aquello, durante mucho tiempo había tratado de escapar de todas sus responsabilidades pero al final del día todo era tirado sobre el.

Pero la desobediencia era su mayor virtud y era la único que disfrutaba haciendo realmente, aunque  de ves en cuando tentar a un humano era algo entretenido, nunca había querido venir a la tierra, llena de humanos y todos los olores extraños que hay en el.

Solo había perdido una apuesta, y termino creando una organización muy poderosa en la tierra, así demostrando lo rápido e inteligente que era a su amigo, el demonio de la lujuria, muy famoso pero cuando demostraba su verdadera personalidad era torpe.

Debía mantenerse tranquilo para lograr que el negocio fuese completamente bien y así fue, arreglo su saco color negro y una extraña sonrisa se formo en su rostro, se levanto del sillón y sacudió su mano con la de hombre mas viejo, sus ojos cambiando de color ligeramente al tocar la piel del otro.

-Es un placer hacer negocios con usted señor, le aseguramos que no quedara nadie del otro bando- y lentamente camino hacia donde estaba la salida de la habitación, sacando su celular de su bolsillo para responder unos cuantos mensajes sobre otras reuniones a  las cuales debía asistir.

-Prepara un grupo y envíalos a esta dirección, yo llegare después y daré la orden- hablo cambiando su tono de voz a uno mucho mas serios, le divertía hacer algo bajo tanta presión, pues al ser un ser inmortal, no es como si ser herido le importara mucho.

Subió al auto negro que lo esperaba afuera, soltando un suspiro y arreglando su cabello plateado, dejando que callera sobre su ojo izquierdo. De repente Chris apareció a su lado y lentamente volteo su cabeza para mirarlo con algo de desprecio.

-Sabes que no debes transportarte así- le regaño al principio- pero no importa, en realidad, me gusta bastante- sonrió y unos pequeños colmillos se alcanzaron a ver.

-Parece que te falta energía, eso no es normal en ti- le dijo el rubio también vestido en un traje, dejando al descubierto su pecho con alguno que otro vello color rubio.

-No es que me falte energía, me canse de ocultarlos, ademas nadie se dará cuenta de algo tan pequeño como unos colmillos- le respondió de mala gana y saco su arma, limpiándola con un pañuelo de tela blanco- aquí nos bajamos, y ya que estas aquí, toma esto- de la guantera saco otra pistola plateada y se le tiro, el otro demonio atrapándola hábilmente.

Abrió la puerta y con pasos lentos camino hacia el frente del callejón, supuestamente había citado a estos hombres para un negocio pero de seguro que no esperaban lo que iba a suceder,

-Ahora- dijo a tras vez del micrófono que se ubicaba alrededor de su oreja, el penetrante sonido de todo tipo de armas se escucho en el lugar y el ruido de los zapatos de todos los hombres corriendo por las escales.

Rápidamente se puso en posición y tomo el arma correctamente, presionado fuertemente cada vez que presionaba el gatillo, la sangre mágicamente no salpicaba sobre su pulcro traje de tela, y en cambio todos lo demás hombres estaban cubiertos de sangre y sudor, los cuerpos sin vida tirados sobre el piso frio.

Cuando se percato de un extraño ruido observo hacia abajo, con el pasar de los minutos ya había llegado corriendo al segundo piso del edificio, soltó un ruido con su boca y chasqueo los dedos, llegando en un instante donde estaba el blanco al que debía matar.

El hombre viejo y canoso lo miraba con horror, voluntariamente mostro sus dientes y la pupila de sus ojos se volvieron pequeñas y la iris de un color celeste mucho mas fuerte a lo que era hace tan solo unos minutos.

-Tratos son tratos, maldito- le hablo con una voz siniestra y fría, apretando el gatillo y apuntando directamente hacia su cabeza, el cuerpo cayo sobre el sillón elegante, ahora cubierto de sangre. 

La puerta a su lado se abrió, sus ojos encontrándose discretamente con los de un oficial pelinegro, guardo el arma en su bolsillo, le guiño un ojo y salto por la ventana frente a el.

-¡Adiosito!- grito y salto por la ventana, con una sonrisa maliciosa en su hermoso rostro, chasqueando los dedos en el momento justo y desapareciendo en los aires.

Reapareció en su oficina y camino hacia su escritorio, sentándose en su silla de cuero y girando en ella, riéndose sin parar.

-¡Hace tanto que no me divertía así¡- grito y giro en la silla nuevamente, estirándose sus piernas para darse mas velocidad.

-¡Oye idiota¡- se escucho la puerta abrirse, un rubio entrando a la habitación con una carpeta en sus manos, y al parecer tenia mucho que decir por la expresión en su cara.

-¿Que es lo divertido en esto?, ¡si solo andas revelando tus ojos demoniacos en las cámaras!- le grito aun mas fuerte que antes y tiro la carpeta negra sobre el escritorio transparente de vidrio.

El peliplateado seguía sonriendo, después de todo ya se había acostumbrado a la actitud que tenia Yuri, tenia entendido que Yuri, ese demonio tenia un gran poder pero jamas lo demostraba ante los demás, Victor al final solo lo dejo como un tipo de ayudante o mano derecha en su negocio.

-¿Y es divertido no usar tus poderes?, tal vez por eso siempre andas de mal humor- le replico infantilmente y tomo la carpeta negra entre sus pálidas manos.

-No los uso, pero por lo menos mantengo mi identidad en secreto de los humanos- respondió y se sentó en uno de los sillones que estaban al interior de la oficina, llevando sus pies hacia la mesa de centro.

En las fotos se veía como el rostro de el peliplateado estaba algo desconfigurado, pero lo que mas destacaba era la forma de sus orejas y el color de sus ojos, su semblante fue cambiando lentamente y su vista se dirigió hacia el rubio.

-¿De donde sacaste esto?- le pregunto mientras se acercaba hacia el mas bajo.

-Me escabullí en las oficinas de los policías, estaba en el mesón de un tal Pichit- nombro algo dudoso al final el nombre.

-¡Ese es mi demonio favorito!- le grito lo mas fuerte que pudo y lo atrajo hacia su cuerpo, dejando un largo beso en su mejilla para molestarlo, a cambio recibió una patada en su estomago y unos insultos que jamas había escuchado en su larga existencia.

Soltó una risa al ver esas fotos, tomo la carpeta con la punta de sus dedos y un fuego celeste mezclado con blanco comenzó a surgir desde el cuerpo del ojiazul, la carpeta conviértase en nada.

-Problema resuelto- sacudió sus manos y volvió a su escritorio, el teléfono en su bolsillo sonando con insistencia, pensó que seguramente el que llamaba era Chris, y en cuanto saco su teléfono y contesto la llamada, estaba en lo cierto.

Solo se escucho la voz del otro por unos minutos y caminaba hacia salida mientras continuaba escuchando.

-Esta bien, iré- respondió y salio a pasos lentos hacia su automóvil color negro, al conducir el cielo se iba escurriendo mas y mas, las estrellas aparecían de entre la oscuridad, y las calles se iban volviendo cada vez mas pequeñas.

Saco el sombrero que estaba en los asientos traseros, acomodando su cabello dentro de el, haciendo que su flequillo quedara acomodado hacia atrás, dejando al descubierto su frente y sus ojos viéndose mas profundos.

-¡Verri¡- le grito el rubio desde adentro del local, llamándolo con ese infantil apodo que le había puesto hace unas cuantas décadas.

Le sonrió y sacudió su mano, adentrándose al establecimiento, el primer piso se veía completamente normal, pero al bajar por unas escaleras las paredes fueron cambiando, las luces y el ambiente también.

Y lo primero que logro observar fue a unos hombres vestidos de negro vestidos sobre el escenario, y de un solo tirón esos trajes se transformaron en largos vestidos rojos.

-Dijiste una vez que tenias gustos peculiares, espero que esto sea suficiente- dio una reverencia hacia el peliplateado, y lo único que pudo hacer este, fue caminar hacia los sillones de atrás y dedicarse a observar el espectáculo.

El tiempo le sobraba.



















A Good Taste [Victuuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora