Patética vida

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Recargada en mi destartalado auto, lucho por abrir la puerta del conductor para refugiarme de este frío viento que me despeina y me moja la mismo tiempo.

Había llovido tanto hace apenas unas horas...

Por lo que, cuando salí del edificio de oficinas donde trabajo el aire frío me golpeó.

Y de forma tan fuerte que se me entumieron los dedos de las manos.

Tanto se me entumieron que no pude evitar que las llaves se me cayeran en un charco de agua sucia que hay bajo mis pies.

Los dientes me castañean y me reprocho haber sido tan tonta al haberme traído por la mañana solo un sueter tan delgado.

En verdad no creí que lloviera por la tarde, aunque lo hubieran dicho en el reporte metereologico.

"Maldición!"

Digo cuando me tengo que agachar para recoger las llaves.

Mi pantalón negro se rompe un poco de la entrepierna y me pongo de pie tan rápido con las llaves en mis temblorosas, mojadas y sucias manos.

Pero al hacerlo de esta forma me mojo la cara y los lentes en el proceso con agua negra.

Las chicas populares de la oficina pasan justo en ese mismo momento para reírse de mi desgracia.

Ellas me señalan abiertamente mientras caminan tomadas de la mano bajo un paraguas grande negro con corazones rosas.

Un auto deportivo negro se detiene al lado de ellas y ambas se suben al auto ayudadas por un hombre guapísimo que les quita de la mano el paraguas.

Me quedo como la tonta que soy mirando la galante escena.

Observo que dentro del auto se escuchan risas, música alta y el auto acelera alejándose de mi vista.

Suspiro saliendo de mis locas imaginaciones y me forzó a hacer que la llave entre en la maldita cerradura para poder refugiarme de este tiempo tan inclemente.

Cuando por fin lo logro, después de varios tirones en la puerta, aviento mi horrible y gastado bolso asiento del pasajero.

Cierro la puerta para que el frío no me siga golpeando.

Froto mis manos para poder ponerme en marcha para dirigirme a mi diminuto departamento.

Pero debido a mi retraso con las tontas llaves y mis torpes dedos el tráfico a esta hora está imposible.

Miro el reloj que tengo pegado en el tablero el cual me indica que son las nueve en punto de la noche.

Yo aún sigo estancada a varias cuadras de mi desviación para poder entrar al complejo de departamentos donde estoy rentando.

Estaciono, por fin, mi viejo auto y tomo mis cosas.

Me despido de ollie, mi peluche de perrito, que es mi único acompañante en el auto.

Me apresuro a entrar a mi minúsculo lugar privado.

Cuando enciendo la luz puedo ver mi lugar y es deprimente...

A veces me pregunto porque sigo viviendo en este cuchitril.

Pero luego recuerdo que no puedo costear nada más que esto con el miserable sueldo que obtengo después de pasar encerrada tantas horas en esa oficina.

Con ese lúgubre pensamiento se me pasan las ganas de salir corriendo de aquí.

"Al menos tengo un techo sobre mi cabeza y no estoy en la calle durmiendo o en el asiento trasero de mi auto."

LindaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora