un comienzo agridulce

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un joven caminaba por la calle hasta llegar a su casa, una camisa azul a cuadros era adornada con un pantalon marron palido junto a unas vans negras, el viento de otoño acechaba en aquel gélido día, aunque su buen humor no dejaba entrar ese frío en su cuerpo, era bastante alto y un poco corpulento, a pesar de todo era un poco malo en deportes pero se le daba bien la fuerza bruta, para su edad ya tenía mucha inteligencia debido a que ya a los 18 tenía su trabajo como programador profesional siendo todo un prodigio en aquella arte de la tecnología después de noches sin dormir, también le encantaban las historias fantásticas llenas de seres con habilidades fuera de la física y leyes del antiguo mundo medieval

mientras pensaba en otra criatura fantástica que crear llego a su casa y abrió la puerta, estaba lleno de cosas de mundos de magia sin abarrotar las paredes, alguna que otra figura por aquí y otra por acá, había un escritorio de dos caras en medio de una sala solo para él, junto con una librería llena de tomos de historias fantásticas, bestiarios de criaturas mágicas con anatomía de las mismas, libros de mitologías antiguas y enciclopedias de hechizos y entrenamientos de mundos rpg, mientras se quitaba la mochila que había llevado para ir a tomar al café al que fue se sentó en la silla de su escritorio mientras sacaba un cuaderno que decía "ideas"

-toca trabajar- habló para el solo a punto de sentarse en la cómoda silla mirando su escritorio hasta que sonó su celular, era un número desconocido, al ver esto estaba a punto de cortar pero aceptó la llamada de igual forma-¿hola?

-hola habla la clínica del hospital de la polivalente ¿Tengo el placer de hablar con Bruce ford?-pregunto de una forma amable aquel doctor

-si hablas con el ¿que pasó? - demostró su incógnita mientras se sentaba en la silla cómoda de su escritorio a la vez que tomaba lápiz y papel por alguna información o número que le dieran

-una mujer muy cercana suya conocida como Juana Díaz, ella está en un estado mortal, se permiten las visitas a las 4 de la tarde hasta las 8 de la tarde -informó de la forma más amable y suave posible -

el joven al escuchar eso su mundo se comenzaba a derrumbar, las manos le temblaban y sus ojos comenzaban a lagrimear sin control alguno, sus manos temblaban y el celular casi se le resbalaba entre sus sudorosos dedos

-está bien...iré allí...- respondió viendo su reloj mientras cortaba la llamada notando que eran las 5 encaminandose a su automóvil sin siquiera fijarse si había cerrado bien al irse, llegando al hospital a las 5 y cuarto- que-quiero visitar a Juana Díaz -ordenó mostrando su número de celular además de documentación confirmando que era con quien habían hablado recientemente mientras le decían el cuarto yendo ahí rápidamente para solo ver algo que le partió el alma, ver a la persona que lo apoyaba cuando estaba mal y que lo quería más que todo en el mundo postrada en una cama y entubada como si fuera una máquina, lo hacía sentirse inútil por no poder protegerla, imbécil por no acompañarla y malo por no enterarse más temprano, las lágrimas no dejaban de caer en sus ojos, sus manos temblaban indicando que le daba un ataque de nervios -e-esto no es real, esto no lo es esto en un sueño - hablaba  mientras se arrodillaba sollozando con su voz quebrada. después de un par de minutos se había calmado y una médica salió de la sala sentándose junto a él

-oye chico aún se puede hacer algo- aviso mientras ponía una mano en su hombro-

sin responder verbalmente el joven asintió rápidamente recibiendo la explicación, sonriente y esperanzado fue a la habitación de su más grande amor, acercándose a su frente la tomó de forma suave, no importaba cuantas maquinas tuviera encima para seguir viva, su belleza seguía siendo imposiblemente increíble para el 

el tiempo pasó y en una habitación llena de tubos se encontraba una joven de pelo rubio y ojos azules como el cielo se despertaba mirando su cuerpo totalmente vendado, mirando hacia los lados noto una carta, dudando si tomarla o no decidió por leerla, la nota decía

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora