La fiesta había sido una buena experiencia, al menos en general. El lunes siguiente, fue prácticamente el único tema de conversación de todos los de primer año y algunos de los estudiantes más viejos. A pesar de que no volvió a ver a ninguna de las personas con las que había jugado, sentía que ya todos en el campus sabían que tenía cierta atracción por Angela. Diablos, se sentía tan expuesto.
-Ya te lo dije, por más tonto que parezca, la confidencialidad del "Verdad o Reto" siempre se respeta- comentó Teddy mientras ambos se dirigían a su primera clase del día. -Lo que sí fue una tontería fue irte justo en ese momento de la fiesta- agregó de forma bromista, aunque algo innecesaria.
- ¿Y qué querías que hiciera? No sabía que hacer, encima me estaba ardiendo el pecho- respondió E.J. muy a sabiendas que era más por lo primero que por lo segundo. -No he podido hablar con ella desde el viernes- agregó con algo de desilusión. A pesar de tener su número, aquello era más pertinente hablarlo en persona, pero no sabría como mirarla a los ojos después de lo que habían vivido en la fiesta.
Sabía que entrar a sus clases lo distraería un poco, o por lo menos eso creía. Todas las clases fueron exactamente lo mismo: ¿debería llamarla? No podía concentrarse. Cada vez que se giraba al pizarrón, la pregunta volvía a presentarse en su mente. Cada vez que intentaba anotar algo en su cuaderno, la pregunta volvía a aparecer. ¿Así se sentía no poder sacarte a alguien de la cabeza? Vaya dolor de cabeza.
Hacia el final del día, E.J. fue al baño a mojarse la cara. Mientras se miraba en el espejo, pensando en por qué no podía dejar de cuestionarse. Es decir, eran amigos desde hace muchos años, podría llamarla sin problemas. No es como si se hubiesen conocido hace una semana, ¿o sí? ¿Qué tanto habían cambiado de como eran hace ocho años?
-Vaya, vaya, novato. ¿Viniste a retocar tu maquillaje, maricón? -dijo aquel sujeto que antes lo había agredido en la cafetería. La peor forma de sacarlo de sus pensamientos.
- ¿Te importaría dejarme solo? No me siento bien-respondió E.J., quién sólo se limitó a secarse la cara y salir del baño como si nada. El sujeto fue inmediatamente detrás de él. Estando ya en el pasillo, el sujeto empujó a E.J., estrellándolo directo contra la pared y acorralándolo.
-Te voy a decir una cosa, imbécil: cuando te esté hablando, me vas a escuchar y no te irás hasta que yo diga que te puedes ir, ¿comprendes, idiota? -dijo el tipo con un exceso desagradable de prepotencia y masculinidad excesivamente frágil.
- ¿Qué? ¿Tenemos ocho años? Deja de hacerte el duro para ocultar el hecho de que tu padre hubiese preferido abandonarte en un orfanato y de que tu madre jamás te quiso. Seas un jugador de fútbol, Tom Hanks o el papa, no tengo por qué tolerar tus putos traumas. Así que madura de una vez, y déjame tranquilo- respondió E.J., que parecía estar más envalentonado que nunca. A pesar de que su posición no era tal para decir tantas cosas que probablemente le garantizarían un ojo morado.
-Eres una maldita rata insolente. ¿Acaso te tengo que educar? -exclamó el sujeto a punto de darle a E.J. la golpiza de su vida, pero fue salvado milagrosamente.
-Señor Willis, señor Perkins, ¿los interrumpo? -dijo la Srta. Simmons a escasos metros de ella. La sangre de E.J. se heló al verla ahí de pie con puro veneno en sus ojos. -Los dos, a mi oficina. Ahora- ordenó la profesora para encaminarse hacia su oficina.
El tipo volvió a empujar a E.J. contra la pared, sabiendo que no podría darle la golpiza que tanto quería. Ambos llegaron al lugar donde se les había indicado, y ambos se sentaron frente al escritorio de la Srta. Simmons, quién los observaba con decepción.
-Caballeros, no llevamos ni siquiera un mes en clases. Esto no es le jardín de niños. ¿Acaso no pueden mantenerse quietos? -cuestionó la profesora con severidad y frialdad.
-Verá, Srta. Simmons, lo que pasa es que es que él y yo así somos. Juguetones y...-el tipo fue detenido por la propia profesora con un gesto de desdén absoluto.
-Señor Willis, no soy ciega ni estúpida. Este no es el primer incidente de esta índole en su caso. Tiene tanta suerte de que usted no esté en mi clase, y por lo tanto no pueda tomar cartas en el asunto, pero su suerte está por acabarse, se lo garantizo. Puede retirarse. -indicó la profesora. El sujeto se levantó totalmente derrotado y salió sin decir nada. -Ahora, señor Perkins, dado que usted tiene mucha más objetividad, ¿le importaría decirme qué fue lo que sucedió? -preguntó la profesora. E.J., algo apenado, relató lo que había sucedido en el baño y en el pasillo, aunque tenía la impresión de que la Srta. Simmons lo había presenciado, incluyendo lo que él dijo.
-Quizás me excedí un poco con lo que dije. Tal vez deba ir a disculparme- comentó E.J. tras terminar su explicación.
-Usted se vio en una situación que demandaba una respuesta, y desde mi punto de vista, escogió lo menos dañino. No puedo decir que fue una acción correcta o incorrecta, pero fue una acción, a fin de cuentas. -respondió la Srta. Simmons. -Usted es un estudiante sobresaliente, señor Perkins. Odiaría que su vida estudiantil se vea echada a perder por gente como Josh Willis. Si esta situación se volviese a presentar, no dude en acudir a mí. Veré que puedo hacer para ayudarlo- ofreció la profesora de forma muy generosa, pero E.J. no quería ningún tipo de favoritismo. Jamás lo necesitó y no empezaría a necesitarlo justo en ese momento.
-Aprecio mucho su oferta, Srta. Simmons, pero, creo que a estás alturas de la vida puedo arreglármelas por mí mismo. Aún así, gracias- respondió E.J. de la forma más amable que pudo. La profesora le sonrió, siendo que esa respuesta era la que esperaba escuchar. Acto seguido, se inclinó sobre el escritorio para tomar una libreta y una pluma.
-Vaya, eres una caja de sorpresas, Ethan. Puedo llamarte Ethan, ¿verdad? -preguntó la Srta. Simmons con un tono más relajado.
-Sí, claro. No veo problema- respondió él de forma bastante inocente.
-Eres un estudiante particular, Ethan. Y me gustaría conocerte un poco más a fondo. Estudiar tu caso, por así decirlo. Cuéntame, ¿cuáles son tus aficiones? preguntó la profesora. E.J. no estaba seguro de qué sucedía, pero decidió seguirle la corriente. Le contó sobre su afición por leer, la música, las historietas. Incluso dio más detalles de los necesarios. Aún así, la profesora no parecía aburrirse ni tampoco quería apresurar las cosas. De cierta forma, E.J. se sintió agradecido. Sentía que tendría una amiga entre los profesores, y eso lo hacía sentir que ya no estaba sólo...
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Asalta cunas
RomanceE.J. es un novato en la universidad, Angela es su estudiante guía. Todo normal, pero, ¡Ella era la niñera de él! ¿Coincidencia? Es lo que sabremos...