|| Chapter 4 ||

881 84 0
                                    



—Esto se torna incómodo. ¿Por qué no dejan de espiarnos?—sentada sobre el capó de nuestro vehículo, resople mientras pasaba a la siguiente página del libro que estaba leyendo, mis hermanos se encontraban junto a mi en el estacionamiento de la escuela.


Hoy se cumplían dos semanas desde que habíamos llegado a Forks y, en mi opinión, no estaba nada mal. Nos habíamos acoplado a la perfección y ya había pasado el furor de los chicos nuevos en la institución educativa, al parecer, nos habían tildado de inaccesibles al ver que no hablábamos con nadie, además de Misae y Liam.

Estos dos últimos se habían integrado con rapidez a nuestra pequeña pandilla. Su actitud positiva y vibrante era desmedidamente contagiosa; eran graciosos, inteligentes y educados, por lo que no les fue tan difícil el seguir nuestra sintonía. Ahora que los menciono, es raro no haberlos visto llegar aún, en realidad no los hemos visto desde ayer. 


Esperábamos el timbre que anunciaría el inicio de clases, impacientes porque llegará la hora de volver a casa ya que mayormente las clases se tornaban aburridas y eternas. Y eso es mucho decir viniendo de alguien inmortal.


—Creen que les encajaremos el diente a los chicos.—Se burló Andrew, consciente de que los Cullen, desde el otro lado del estacionamiento, estaban a la escucha del mínimo ruido que hiciéramos desde nuestro primer "encuentro" en la cafetería. Cosa que me parece bastante irritante.


—Cálmense muchachos, si ese fuera el caso, su corazón hubiera dejado de latir hace mucho tiempo. No nos gusta jugar con nuestra comida.—reí de mi propio chiste, escuchando la disimulada risa de Kasey y la estruendosa carcajada de Andrew. Chiste que iba dirigido a nuestros congéneres.


La broma no fue tan bien recibida por parte de los fisgones, ya que parecieron tomárselo muy personal. 


Algo que llamaba mi atención era el hecho de que Edward se había ausentado nuevamente-siendo esta la segunda vez-en el transcurso de la última semana, esta vez al igual que su mascota Isabella, y no planeaba sacar el por qué de la mente de sus hermanos adoptivos. La última mencionada se quedaba observándome cada que tenía la oportunidad y, entre nuestros cruses de miradas, cada que yo la tenía, leía sus pensamientos. Su mente maquinaba miles de escenarios en los que, según ella, podíamos llegar a ser peligrosos. Siendo todo lo contrario, olvidándose de que ella misma-cerca de los Cullen-era el verdadero peligro al que deberían temerle. 

Su dueño era otra historia, el se mantenía lo más alejado posible de nosotros. Mi mensaje le había constando, por lo menos a el, ya que su familia se mantenían acosándonos constantemente. También creían que nuestra presencia aquí podía ser algo malo, tanto para ellos como para los habitantes del pequeño pueblo. Estúpidos. Pensé.


En cuanto a mi, hoy era uno de esos días en los que no estaba de un buen humor. La cabeza me estallaba debido a las voces de todos los que se encontraban a mi alrededor, mezclándose y formando una especie de pitido ensordecedor que me tenía exhausta. Las veces que me siento así no suelo exteriorizar la incomodidad y el dolor que me causa el ligero descontrol del don, a sabiendas de cuál es la principal causa de mi mal genio.


—¡Hola chicos! ¿Que tal?—Misae y Liam llegaron a nuestro encuentro, como siempre, de buen humor. Al parecer, acababan de llegar al instituto.

Twilight: polyamory.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora