ELIN
Nunca me había sentido parte de nada, siempre tenía la sensación de que podía estar mejor y que nunca iba a estarlo del todo.
Mi familia era lo más superficial que podía existir, tenía un hermano mellizo que trataba a las chicas como basura. Una prima que para nada había heredado la inteligencia de nuestro abuelo. Mi madre solo se preocupaba de las veces que me teñía el pelo y de “cuando se te va a pasar esa fase emo?”. Mi padre se preocupaba de mí una vez al año y siempre me llenaba de “halagos” (pista: ironía).
Para colmo me había criado en una casa en la que los adultos no estaban. Tuve que convivir con dos niños de la misma edad que yo, pero que nada teníamos que ver.
Nos metieron a todos en el mismo saco, cuando ninguno nos pareciamos al otro.
Tuve que aguantar gemidos procedentes de la habitación de al lado, porque no tenía a quien quejarme. Aguanté que ambos me criticaran por la música que escuchaba, por mi pelo y por mi ropa. Soporté a mi hermano haciéndose el gallito por los pasillos y que la gente me respetara por ser de su familia.
Tenía tantas ganas de empezar de cero en cualquier sitio, que siendo bien pequeña, empecé a “transformarme”. Empecé a escuchar grupos emo, a vestirme como ellos y a comportarme como tal.
Al principio nadie entendía mi cambio y peor aún, no lo respetaban.
Después, los HAVET empezaron a respaldarme y fue así como me convertí en una más.
Unos meses más tarde se nos unió mi prima Brenda, quitándome las ganas de seguir en ese grupo.
Todos los viernes nos reuníamos en diferentes casas (cada viernes en una diferente) para hablar sobre nuestra semana, cotillear y pegarnos horas y horas escuchando música. Muchas veces dormíamos todos juntos y los sábados desayunábamos y hacíamos deberes.
Esos días eran los que me motivaban a aguantar un poquito más. Cuando estábamos todos juntos me sentía tan bien que podía simplemente liberar la mente y disfrutar.
El problema empezó cuando el amor llegó. En las reuniones siempre faltaba alguien. Cuando conseguíamos estar la gran mayoría, siempre había mal rollo.
Por lo tanto empecé a refugiarme en mí. Ya no me desahogaba con nadie, no había ni un solo día en el que no llorara de sufrimiento.
Un día, en el instituto me pasaron mil cosas y cuando llegué a casa, mi hermano y mi prima no me dejaron comida y no comí. Me encerré en mi habitación intentando calmar mi cabeza.
Entonces, Niels me escribió.
“Elin, lo he estado pensando mucho.
No creo que podamos tener nada, estoy saliendo con mi hermanastra y nos va genial,
no quiero joder lo que tenemos ella y yo. Espero que lo entiendas”
En ese momento, sentí como si mi casa se hubiera derrumbado. Me pesaban los hombros, no conseguía respirar con normalidad y la cabeza me daba mil vueltas.
Empecé a gritar y a repetir una frase de una canción emo. Esa frase siempre me había ayudado a calmarme, porque me centraba solo en ella. Pero ese día, nada funcionó.
Mi grito para descargar tensión, solo me había provocado más dolor. La frase me había recordado todos los momentos malos de mi vida.
Entonces, mis pies empezaron a caminar solos, me sacaron de la habitación y anduve hasta llegar a las escaleras.
Mis manos y piernas temblaban arrítmicamente.
Apoyé mi mano derecha en la barandilla y apoyé el pie izquierdo en el primer escalón para bajar.
ESTÁS LEYENDO
El Día
Teen Fiction¿Que ocurriría si encerraran a 13 adolescentes en una casa? ¿Y si además, el mundo está siendo atacado por una pandemia? Los HAVET, los VINUL y las ERST te esperan con los brazos abiertos. Adéntrate en este mundo no tan fantástico y conocelos a to...