El final de una guerra es el inicio de otra

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Cuando el sol comenzó a desaparecer del cielo, los soldados iban de un lado a otro, buscando comida, bebida y un lugar para disfrutar ambas. Para cuando la luna tomó en lo alto el puesto del astro solar, los mismos soldados ya se habían apoderado de la base rebelde y las áreas alrededor de esta, algunos líderes y generales se les unieron, después de eso no pasó mucho para que las risas aumentaran.

Esa noche y probablemente los días venideros seguirían festejando su victoria, pasarían semanas, quizá incluso meses antes de que pudieran pensar en otra cosa que no fuera beber y vitorear, hasta entonces se centrarían en reconstruir todo el pequeño mundo que habían reducido a cenizas durante esos diez años.

Y cuando eso ocurriera Camelia ya no estaría con ellos, ya no estaría en Melien.

La joven se escabulló silenciosa entre los grupos de personas que ahora mantenían su guardia baja, parecía un gato en medio de un lugar lleno de ratones, sus ojos oscuros se desplazaban de un lado a otro en busca de aquellos dos rostros conocidos y odiados.

El olor a cerveza le embriagaba la nariz, odiaba el alcohol por lo cual no reprimió su mueca de desagrado al sentir el petulante olor seguirla ahí donde fuera. 

No era fácil avanzar, algunos civiles habían llegado luego de que la noticia de la victoria rebelde se esparciera por todo Melien, como fuego en medio de un pastizal. Los hombres iban de un lado a otro llevando y trayendo más alcohol para atender a sus preciados héroes de guerra, las mujeres atendían heridas con hábiles manos, delicadas y suaves al tacto.

Algunos jóvenes y jovencitas en cambio, se acercaban a los soldados, usaban sus encantos juveniles para comenzar a coquetearles, queriendo ganar algo más que simples palabras y caricias.

Camelia bufó al ver tales escenas, era demasiado para ella, por lo cual no dudó en apresurar su paso.

Varias veces estuvo a punto de chocar con los meseros, otras más casi pisa alguna bata de médico, en otra ocasión por poco se estampa contra una pared por esquivar a un grupo de jóvenes con prendas que revelaban más piel de la que cubrían.

Cuando logró estabilizar su andar y su rumbo sentía aún a su cabeza darle vueltas y vueltas, lo único que quería era abandonar ese lugar antes del amanecer, pero parecía que el universo conspiraba en su contra para atrasarla lo máximo posible.

Había pasado media hora cuando por fin logró ubicar a las dos personas que buscaba, casi salta de la emoción al ver sus rostros en una esquina, casi...

Valeska y Zelda se encontraban de pie junto a una de las puertas que conectaban a los niveles inferiores de la base, Camelia supuso que no hacía mucho que habían llegado, aquellos pasillos llevaban a la enfermería y no tenía mucho que Zelda padeció de un repentino desmayo.

Ahora incluso no se veía mucho mejor, su piel seguía estando pálida, debajo de sus ojos se mostraban dos grandes ojeras, y sus manos estaban cubiertas por un vendaje apretado.

Gruñendo, Camelia se acercó a donde estaban, y cuando tuvo la atención de ambas sobre sí les saludó con la mano.

-¿Te vas?- Valeska no le correspondió el saludo, sino que se limitó a preguntar en cuanto vio que Camelia cargaba sobre sus hombros una ligera bolsa en donde no podían caber demasiadas cosas.

-Me voy.- Confirmó Camelia con una sonrisa, había planeado ese momento con mucho detalle y estaba feliz de que todo marchara sobre ruedas, como siempre. Ah, si tan solo sus compañeras no fueran tan predecibles...

-¿A dónde?- Esta vez fue Zelda quién habló.

-A donde sea, aquí la guerra ya ha terminado, no me queda más por hacer.- Camelia entrelazó sus manos. -Lo mío es la destrucción no la reconstrucción, eso lo dejo en sus manos, yo me largo.-

-Así que nos buscaste para despedirte.-

-Ni en mil años.- Dijo Camelia bruscamente.

Valeska alzó una ceja ante tal repentina respuesta.

-¿Entonces?-

-Hay algo que quiero decirles, es más, solo lo digo para jugar un poco.- La sonrisa de Camelia era sínica. -Pero vayamos a otro lado, aquí hay mucha gente, me agobian las multitudes felices y rebosantes de energía.-

Valeska miró de reojo a Zelda, la chica solo suspiró, ingresó por la puerta que daba estaba no muy lejos de ellas y comenzó a caminar bajando a los niveles de los que acababa de subir. Las otras dos la siguieron no mucho después.

Los pasillos estaban casi vacíos, solo una vez se toparon con un joven enfermero que corría con la bata ensangrentada y el rostro pálido, Camelia rio bajito al ver su silueta asustada desaparecer por una puerta diferente a la que había salido.

Iba a vomitar.

Camelia meneó la cabeza, si no podía ni controlarse a la hora de ver sangre en definitiva la profesión de enfermero no era lo suyo.

Estaba tan divertida mofándose del joven que no se percató que tanto Valeska como Zelda habían parado, por lo cual terminó estrellándose contra la espalda de la primera.

-Auch.- Protestó Camelia frotando su frente como si el golpe le hubiera dolido. -Avisa antes de frenar tan de repente.-

-Tú mantente atenta.- 

-Mmm.-

-¿Qué ibas a decirnos?- Interrumpió Zelda visiblemente desesperada.

-Yo maté a Henry.- Soltó Camelia sin obligarse a suavizar su declaración, era simple lo que tenía que decir, y así como lo pensó lo dijo.


Lady C. "Orígenes" (Precuela de Nevor Experimento Raven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora