Amor... Esa dulce tontería

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-Te amo.-

Las palabras de Henry, a pesar de ser fuertes y claras no pudieron ser escuchadas por quien el deseaba.

Pasaban de las doce de la noche y Zelda ya se encontraba profundamente dormida a su lado,  igual que siempre. Sus párpados estaban cerrados impidiéndole al joven poder ver la belleza que desprendían sus ojos. 

Henry no pudo contener su sonrisa al ver como Zelda se removía entre las sábanas hasta adquirir una posición más cómoda a la que inicialmente tenía. Sus mejillas se encontraban sonrosadas incluso aunque no llevaba rubor, su cabello comenzaba a enredarse y parte de su piel desnuda resaltaba allí donde la tela de algodón no lograba cubrir.

Varias veces Henry la había admirado dormir pero algo en su interior le decía que esta sería la última vez que lo haría.

Desde que había decidido enfrentar a Camelia una sensación extraña se adueñó de su cuerpo, no era miedo, de eso no tenía nada, era más bien como una corazonada, un presentimiento que le advertía que disfrutara ahora porque de lo contrario la vida ya no le volvería a dar una nueva oportunidad.

-Te amo.- Repitió el joven por milésima vez sin obtener respuesta.

La habitación estaba casi a oscuras, lo único que brindaba algo de iluminación era una pequeña lámpara de mesa que recién habían obtenido.

Henry sabía que ya iba siendo hora de poner en marcha su plan pero se quedó en silencio otro rato más, varios suspiros abandonaron su boca mientras acariciaba con cariño la melena de Zelda, el cabello de esta era suave y olía a rosas, toda ella olía a rosas. 

Con cuidado de no despertarla, Henry se agachó y comenzó a besarle las mejillas, la frente, la punta de la nariz, los párpados... Le besó cada centímetro de su bello rostro al menos un par de veces y luego se alejó sin quitarle los ojos de encima.

No comprendía porque se sentía como si lo fueran a matar, o como si él mismo estuviera caminando directamente hacía su muerte, pero estaba bastante consiente de que sus corazonadas siempre eran acertadas. 

Desde pequeño cuando tenía ese sentimiento y suponía que algo pasaría poco después tal evento se llevaba a cabo, a veces le llenaba de alegría ya que era algo bueno, pero otras ocasiones quería tirarse al mar por el dolor que le causaba haber predicho tal desgracia.

Múltiples veces incluso llegó a acusarse de ser él quien se encargaba de llevar ese mal, pero luego descubrió que no era más que su intuición diciéndole de antemano que algo iría bien o todo lo contrario.

Sin hacer casi nada de ruido de fue alejando del cuerpo de Zelda y comenzó a levantarse, llevaba su traje de combate puesto por lo cual no sintió demasiado frío al ponerse de pie en medio de la noche, peor aún así no pudo evitar sentir la ausencia del calor que brindaban las sábanas y el cuerpo de Zelda.

Debía partir ya, pero algo en él quería quedarse junto a su amada y lo hubiera hecho, hubiera cedido a esos impulsos de no ser que no podía permitir que una traidora como Camelia se encontrara como si nada dentro de sus filas. Le daría caza sin duda, aunque fuese lo último que pudiera hacer en su no tan miserable vida.

Armándose de decisión finalmente pudo comenzar a caminar en dirección a la salida de su dormitorio aún maldiciéndose internamente por no seguir acostado. 

Henry iba a tomar el pomo de la puerta cuando las palabras que Zelda había mencionado para él antes de quedarse dormida aparecieron en su memoria como una última oportunidad para que se pensara nuevamente el quedarse.

"Hay una noticia que debo decirte... Tú..."

La mano de Henry vaciló, pero de inmediato se volvió a obligar a seguir con aquello que ya había comenzado.

-Lamento no escucharlo amor...- Con tristeza dirigió una última vez su vista hacía la cama. -Ya me lo dirás luego... -

 Luego abrió y salió tan rápido que ni siquiera tendría tiempo de arrepentirse.

-Te amo...- Soltó una última vez antes de cerrar la puerta tras él y retomar su camino por los pasillos hasta una nueva habitación, su habitación...

Iba preparado en caso de que tuviera que forzar la cerradura para entrar pero se sorprendió al notar que la puerta del cuarto de Camelia estaba semi abierta, como dándole la bienvenida, como si supiera que iba a llegar y se hubiera preparado de antemano para recibirlo.

Cuando ingresó pudo percatarse de que sus sospechas eran ciertas, aquella joven no estaba durmiendo como se suponía que debía de ser, sino que se encontraba sentada sobre su cama, con las piernas cruzadas, dándole la espalda a la entrada y centrando su completa atención en un cuchillo, el cual afilaba lentamente.

Henry puso seguro a la entrada y luego dio unos pasos antes de hablar con voz ronca y amenazante.

-Camelia...-

Lady C. "Orígenes" (Precuela de Nevor Experimento Raven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora