Abriendo puertas secretas

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Escuchar el llanto silencioso y desgarrador de la madre de Austin mientras esperábamos alguna noticia en la sala de espera del hospital es lo más triste que he escuchado en mi vida.

Zed intentaba calmarla acariciando su cabello pero ni siquiera eso resultaba.

Las lágrimas de la señora Gilbert.

La impotencia de su padre.

El dolor de Zed.

Era simplemente demasiado, Caleb me tenía en brazos con mi cabeza en su pecho y sus manos acariciando mi espalda.

Dos horas habían pasado desde que llegamos al hospital con mi amigo ensangrentado en los brazos. No entiendo como pasamos de tener los ojos vendados en una librería, de ir por la calle caminando de las manos mientras nos tomábamos de las manos a esto.

Era impresionante la fragilidad de la felicidad, ahora me queda claro que los momentos son suspiros.

— ¡¿Los familiares de Austin?! — exclama una voz masculina.

Rápidamente todos fuimos en dirección al doctor.

— ¿Cómo esta mi hijo doctor?

— Afortunadamente la herida no causó daños graves y pudimos detener la hemorragia a tiempo. — acto seguido un suspiro colectivo inundó la sala.

— ¡Gracias, gracias! — suspiro la madre de los gemelos abrazando al médico.

— Ahora esta sedado, pero en unas horas cuando despierte podrán pasar a verlo. — dijo este con voz amable.

— Doctor por favor, necesito ver a mi niño aunque sea un segundo. — le suplico la madre de Austin que tomaba al padre del brazo como si fuera un ancla.

El doctor se quedó callado meditando la idea un minuto hasta que aceptó con un asentimiento de cabeza.

— De acuerdo, pero solo ustedes dos. — finalizó.

Los padres acompañaron al doctor dejándonos solos a Caleb, Zed y a mi.

El alivio había vuelto al rostro de mi amigo que se quedó en silencio por un minuto para después volver la vista a Caleb.

— Muchas gracias, no se que hubiese pasado si ustedes no lo hubieran traído a tiempo. — le dijo con voz emocionada ofreciéndole la mano y mirándonos a los dos.

— No tienes que agradecerlo. — contestó Caleb correspondiéndole el saludo. — Espero que se mejore.

Zed le dio una sonrisa de labios cerrados y Caleb se alejó dejándonos solos.

— Eres nuestro Ángel de la guarda ¿Sabes? — una vez solos dejo escapar una lágrima contenida.

Lo abracé queriendo protegerlo de toda esta tristeza.

— Todo va a estar bien. — lo consuelo. — Todo va a estar bien.

— Samantha ve a descansar. Aún no despierta y tu necesitas un baño. — bromea apartándose.

— No importa me quedo aquí.

— Mira, aquí no vas a conseguir mucho. Ve a tu casa y duerme un poco en cuanto abra los ojos prometo llamarte. — me abraza y me duele tanto, Zed es tan parecido a Austín que siento en ocasiones como si estuviera hablando con él.

— Me siento tan mal. — confieso. — Ya casi no hablábamos.

— No seas tonta, Austin es así, a mi casi ni me habla y duermo a cuatro metros de él. — ríe.

— Voy a descansar un poco y vengo, lo prometo.

— De acuerdo. — comienzo a alejarme pero Zed me detiene tomándome del brazo. — Oye, el francés ganó puntos hoy. — murmura señalandolo con un movimiento de la cabeza.

Caleb (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora