II
«MENTIRAS PERFECTAS»
«Si oyes una mentira muy seguido,
empiezas a creerla».
Michael Jackson
Después de una mañana de música y conversaciones varias con promesas que parecían serias, todos decidieron tomar caminos separados. Juraron al final que quizá querían reunirse una vez más para atar los cabos sueltos que algunos dejaron, además, de volver a disfrutar de la compañía del otro. Los ocho jóvenes salieron del torreón y del edificio, se miraron el uno al otro, recordando las emociones que tenían antes de entrar, y partieron con su andar.
Félix fue directo a la sala de música en el bajo del edificio de Artes, donde pasaba la mayoría de las veces cuando no había mucho por hacer o cuando no tenía ensayos de banda y decidía aprender ciertas cosas para mejorar en ello. Mientras tanto, Johan y Manuel se dirigían a sus respectivas casas por el metro de Madrid, pues decidieron faltar ―como los demás, debido a la conmoción de la aturdidora― a las clases que tenían después: Literatura Española para los de tercer semestre, y Teoría de la Argumentación para los de cuarto semestre.
Sorpresa fue que Sara y Carla compartían varias cosas en común y habían desarrollado una leve química, así que quisieron seguir desenvolviéndose con un rápido almuerzo en el restaurante de la universidad, que ya para medio día debería estar a reventar de gente. El destino de Andrés era incierto, nadie le preguntó a dónde iba encaminado y él tampoco tenía las intenciones de contarlo; a diferencia de Diego, quien dejó muy en claro que se iba a reunir con unos amigos cerca al Retiro; Johan especuló que iría a vender droga, pero a Diego esos pensamientos no le afectaban.
Así que la curiosidad terminó con Marina, quien una vez más, en las seis horas que llevaba despierta, volvió a mentir, persuadiendo que iba a ir a la biblioteca central a terminar un trabajo que el profesor de la electiva de Latín le encomendó y para adelantar un poco de las columnas de la semana siguiente. Pero, la realidad estaba muy lejos de ser esa, pues su verdadera intención era dirigirse a la Casa de la Esperanza del Sur de Madrid, dispuesta a ser de ayuda con lo que necesitaban de momento, realizando el trabajo que le encomendara el dueño. Además, era imposible no ayudar, ella vivía ahí desde que tenía memoria: Marina era huérfana.
Marina salió del gran campus de la universidad y caminó por las calles del sur, donde había muy pocas personas paseando por ahí. La mayoría tenían miedo de encontrarse con un pandillero que no perteneciera a Las Cruces y les hiciera algo: los robaran o mataran. Marina los entendía, y más cuando ha escuchado a palabras de Diego que se están presentando más casos de personas que llevaban la chupa de cuero de Las Cruces, pero que nunca los ha visto por la Guarida, por las calles, o en algún lado en general.
Daba miedo pensar que podía haber personas infiltradas por ahí, así sean de otra pandilla o mucho peor.
Los chismes de personas infiltradas en la universidad también se estaban viralizando, sobre todo después de aquel ataque del miércoles pasado. Aquella tarde estaba tranquila, todos en su mundo: unos en exámenes y otros tanto comiendo en el restaurante de la universidad. Para todos fue sorpresa cuando tres latas llenas de gases lacrimógenos cayeron en la mitad de las tres plazas principales de la universidad, seguidas de las sirenas del cuerpo nacional de policía. No sonó alarma alguna, no hubo aviso previo y tampoco nadie había entendido de dónde había salido la Alianza de Protección Estudiantil, más conocida por sus iniciales: APE. La APE era un grupo de jóvenes estudiantes que se encargaban de cuidar a la universidad y estudiantes durante los disturbios dentro y fuera de las instituciones. En términos generales, eran ellos los que se enfrentaban a la policía, vestidos de prendas gruesas y lo bastante cubiertos para no verse afectados por los gases.
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Southern Souls. (En Edición)
Teen FictionNOTA: Esta edición de la historia está en proceso de cambios, sobre todo argumentales. A finales del año 2016, el gobierno de España decretó que el lado sur de la ciudad de Madrid era zona roja; cuna de la delincuencia, tráfico de drogas y hogar de...