XII
«EMOCIONES PROHIBIDAS»
«Uno no puede ir por la vida sin dolor.
Lo que podemos hacer es elegir el dolor
que la vida nos representa».
Bernie S. Siegel
Los días pasaron para Félix donde no había nada más que recuerdos poco lucidos de la noche del viernes. Contemplaba la imagen de los gases caer por doquier y la mirada llorona de Manuel mientras recuperaba el aire a bocanadas. Félix no estaba bien, había tenido un ataque de pánico en el que solo podía decir pocas palabras y respirar con dificultad. Cuando fue llevado al hospital para ser examinado, le proporcionaron un poco de aire prestado para que regulara su respirar, y en adición, unas pastillas para sopesar la ansiedad causada.
Ahora estaba en su apartamento en soledad. Había pasado gran parte del tiempo caminando de lado a lado, cambiando de canales y comiendo nada más que cereales para sus tres comidas del día. Había recibido varios mensajes de Manuel y de Marina, sin embargo, no tenía planeado en contestarle a ninguno, no tenía las ganas para ello. A veces despertaba de largas siestas y solo quería volver a dormir. Pensaba que debía salir, que debía tomar aire, pero se refugiaba más en las sábanas y se abstenía en verse al espejo.
Cada noche tenía la misma pesadilla de haber estado en la universidad bajo ataque, y lo más triste era que al despertar no había nadie a su lado para reconfortarlo. No quería arrumacos o cariños como crío de siete años cuando tiene una pesadilla, solo quería la seguridad de que alguien estaba allí para él, para hacerlo sentir bien en sus noches grises y lluviosas, o en estos casos que sus audífonos no servían, para reconfortarlo del silencio abrumador. Félix no ha llevado a reparar sus audífonos ni ha comprado unos nuevos; de por sí no ha querido salir de casa. La idea de querer sentirse en los brazos calmos de su abuela lo lograba llevar a un estado de trance donde todo era seguro, donde allí nada pasaba porque se sentía correcto. Pero ella no estaba con él, había intentado seguir con su vida durante el último año y medio, pero no era tan fácil como parecía al no tener a nadie a quien llamar cuando le sucedía algo bueno, o en este caso, cuando le sucedió algo espantoso y todo se venía abajo.
Félix tampoco ayudaba a que su salud mental mejorara. Se la pasaba todos los días viciado a las redes sociales, buscando por saber qué más había ocurrido gracias al ataque. Lo único que encontraba eran publicaciones ofensivas hablando mal de la universidad, quejas y tutelas que iniciaron los residentes del lado norte al enterarse de las noticias. Félix se preocupaba por lo que le pudiera pasar al lado sur con tanto odio que tenía el norte.
Le daba asco saber que muchas de las personas que iban a escuchar su música a los bares, predicaban las ideas de abolición de todo tipo de actividad y persona que proviniera del sur. A Félix en realidad no le preocupaba tanto la idea de una posible erradicación o expulsión de las personas en el lado sur, puesto que él se situaba en el centro de la ciudad, estando más cerca al norte que el sur. Sin embargo, él tenía amigos que vivían allí, su universidad se situaba ahí, y no dejaría que nadie se acercara a dañar las cosas de sus amigos.
Eso era lo único que él podía pensar de vez en cuando para calmarse: sus amigos. Sabía que Johan lidiaba con su propio dolor por la muerte de su hermano, lo mismo Diego por la de Miguel, pero del resto desconocía mucho. El paradero de Sara y Carla le era una incógnita, no ha hablado con ninguna y tampoco ellas han hecho acto de presencia en mandar un mensaje. Los únicos persistentes han sido Manuel y Marina, que aunque no les contestase, seguían ahí preocupados por él y eso le gustaba.
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Southern Souls. (En Edición)
Teen FictionNOTA: Esta edición de la historia está en proceso de cambios, sobre todo argumentales. A finales del año 2016, el gobierno de España decretó que el lado sur de la ciudad de Madrid era zona roja; cuna de la delincuencia, tráfico de drogas y hogar de...