XXIX
«GUERRA CIVIL»
«No hay noche sin día
ni libertad sin anarquía».
Piotr Kropotkin
Las siguientes nueve horas fueron las más duras y amargas que pudieron vivir todos los ciudadanos de Madrid.
Para empezar, la universidad estaba rodeada por el cuerpo nacional de policía, vestidos con el equipo antidisturbios, armados con carabinas y acompañados por las tanquetas especiales. Aún no habían hecho movimiento alguno, pero su imagen imponía y daba entender que el descontrol comenzará pronto.
Diego no podía pensar en otra cosa que en una forma de salir de allí. Félix estaba a su lado, y los recuerdos de la noche de Halloween le golpearon hasta hacerlo temblar. Martín estaba atento a su líder, mientras observaba a los oficiales con duda y odio. Biel, detrás de los tres, se aseguraba de que ningún estudiante se moviera. Los demás compañeros que estaban cerca de ellos estaban expectantes a las acciones de Diego, quien en su mente contaba la cantidad de personas que estaban dentro de la universidad recordándolas por la reunión que acababa de terminar.
Diego contó treintaiocho personas en total, sin contar a los diez maestros que los acompañaban. El rubio sabía que sobrepasaban en número a la policía, pero también reconocía que estaba acompañado de estudiantes y maestros, y que solo ocho o nueve del grupo eran pandilleros de Las Cruces. La gran mayoría no sabía defenderse en debido caso de huir usando la fuerza, así que Diego concluyó estar atrapado. No estaba dispuesto a arriesgar las vidas de ellos. En esos momentos le dio la razón a Biel por su charla de antes.
El rubio decidió tener una mejor idea, así que se acercó a la puerta con lentitud y se detuvo a la espera de alguien. Un oficial comprendió lo que hacía y se acercó. A los dos lo separaban la puerta, pero esta no aguantaría un ataque dependiendo de quién fuera el primero.
―¿Qué hacen acá? ―Preguntó Diego con firmeza―. Deberían estar en las marchas, no acá.
―Nos ha llegado un aviso de que hay personas revoltosas causando disturbios en esta zona.
―Yo no veo nada de eso... y usted tampoco.
―¿Está seguro?
Sin mediar alguna palabra más, el oficial tomó una aturdidora que tenía amarrada a su cinturón y la lanzó con dirección a la plaza de la universidad. Por si fuera poco, otro oficial, escudado por una de las tanquetas, arrojó una piedra a una ventana. La aturdidora cayó y de ella salió un gas lacrimógeno tintado en color verde; una de las más jodidas de todas. Diego observó con rabia al policía y este se rio en su cara.
―Imbécil.
―Ahora sí hay disturbios ―dijo y se alejó dando la orden a los demás oficiales.
En cuestión de cinco segundos, tres lacrimógenas fueron lanzadas, y si no fuera por Félix que jaló y sacó de allí a Diego, el rubio se habría ahogado al no poder respirar gracias a los gases que nublaron toda la plaza. Las personas que estaban allí se escondieron en el primer lugar que encontraron y se quedaron escuchando las lacrimógenas caer, mientras la ligera brisa llevaba consigo las partículas del gas, comenzando a molestar así a todos. Martín se llevó a cinco estudiantes que se pillaron desprevenidos y los refugió en la entrada del edificio de Humanidades.
Mientras Diego ideaba un plan, el ruido era casi un murmuro en la piscina al otro lado del campus. Manuel no le había quitado la mirada al hombre, y Sara comenzó a preguntarse si quedarse era una buena idea. El sujeto no era demasiado viejo, era joven, no mayor de treinta. La mirada desafiante hacía un escalofrío en Manuel y este quería sentirse fuerte, pero ser apuntado por un arma tampoco ayudaba a la situación. Sara intentó retroceder y salir de allí, pero el hombre le apuntó enseguida.
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Southern Souls. (En Edición)
TeenfikceNOTA: Esta edición de la historia está en proceso de cambios, sobre todo argumentales. A finales del año 2016, el gobierno de España decretó que el lado sur de la ciudad de Madrid era zona roja; cuna de la delincuencia, tráfico de drogas y hogar de...