Capítulo XXVI: Jaque Mate.

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XXVI

«JAQUE MATE»

«Algo increíble está esperando

a ser descubierto».

Carl Sagan

Dos semanas después las clases iniciaron, y la vida en el sur recobró el sentido que una vez tuvo. Carla se recuperó en el hospital, Diego insistió en hacerle más exámenes para corroborar que la chica no tenía algo dañino en su interior. Carla le calmó mostrándole todo lo analizado, y el rubio encontró la paz durante unos días. Por otro lado, Johan pasó una semana en el hospital siendo tratado por las enfermeras, y luego volvió a su casa con pequeños dolores en las plantas de sus pies, pero solo era cuestión de no esforzarse tanto al caminar. Entre más reposo, mejor.

Félix y Marina junto a la banda siguieron tocando sus favoritas en el bar hasta dada más de la media noche. Andrés confortaba a Sara con su situación, y el sureño seguía sin decirle la hipótesis que tenía en la mente desde hace semanas. Manuel seguía siendo ignorado por su familia, no porque no quisieran hablarle, sino porque no querían agobiarlo, o al menos eso querían sus padres y no su hermano.

Diego, por lo pronto, se había reunido con todas las personas posibles para hablar de las marchas. Han estado participando como lo han hecho en los últimos días, pero el sur en conjunto no se ha presentado en las calles. Diego quería que el sur hiciera presencia de la forma perfecta para hacerse escuchar. El rubio ha duplicado a Las Cruces que asistían a las marchas, mientras él discutía temas con los representantes de los ciudadanos, de la universidad, y aquel grupo radical que creó Biel. Todas las tardes se reunieron para hablar de qué harían en aquella marcha específica donde planeaban demostrar lo que era el verdadero sur, el mensaje que querían dar y las exigencias que le pedían al gobierno español. Biel era el que más participaba, tanto en las charlas como en las marchas, pues él junto a su grupo se encargaba de las arengas, del mensaje en las pancartas y, por aprobación de Diego, de los rayones y graffitis en las paredes de la ciudad. De igual forma, ya habían puesto en acción su movimiento de desobediencia civil. A la mañana, Las Cruces fueron de puerta en puerta a comentar la situación: no se pagará ninguna factura que le dé directamente dinero al gobierno, en este caso, la de hacienda. Todos accedieron a comenzar a vivir como okupas, y en menos de una semana tanto la policía como el gobierno se enteró de lo que estaba ocurriendo. Diego ya estaba cansado, y necesitaba hacerse oír a él y a su pueblo a como dé lugar.

Por ahora, las cosas que agobiaban y motivaban a los ocho chicos quedaron de lado cuando la universidad regresó. Unos cursaban el quinto semestre, otros se adentraban al cuarto, y unos pocos desistieron de la universidad.

Johan llegó en su motocicleta, la dejó en el estacionamiento detrás del edificio de Admisiones y se encaminó a su primera clase del nuevo semestre. El menor aún cojeaba, solo porque la presión de los calcetines y zapatillas le incomodaban lo suficiente para recordar un poco el dolor. El rumor de lo que ocurrió hace dos semanas en el Bronx se esparció como palabras que se las llevaba el viento. La gran mayoría desconocía quiénes fueron las víctimas, pero las torturas las conocían de cabo a rabo. Muchos hablaban de la danza, otros del disparo al menor y muy pocos sobre el envenenamiento. Por supuesto que Johan no se detendrá a explicar cómo ocurrieron los hechos ni a corregir lo que estaba mal, y agradecía que nadie sabía las identidades para que no le molestasen con miradas y murmullos.

Al final, después de unos noventa pasos dolorosos, Johan se sentó en la primera silla que tuvo más cerca en aquel pequeño salón. Allí, sacó su pequeña agenda y anotó el nombre de la primera asignatura que vería: Escritura Académica y Creativa. El menor había sido el segundo en llegar, Manuel cruzó la puerta cinco minutos después, y el maestro apareció después de veinte minutos.

Southern Souls. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora