25. VEINTICINCO

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Habían pasado más de trece horas desde la cena que había tomado lugar en la casa de las Jensen, y aún, Scott se sentía culpable por haberse tenido que marchar tan pronto. Además, tampoco había llamado para disculparse formalmente.

Ahora se encontraba delante de la puerta una vez más, con las manos escondidas en los bolsillos de la chaqueta, y su pecho erguido tras tomar una profunda respiración.

Estaba listo. Decidido a aclarar las cosas entre Annie y él de una vez por todas.

Había tenido tiempo para pensarlo toda la noche, la mañana y parte de esa tarde. Tomando incluso algunas horas para sí mismo en lo que Isaac y Allison se encargaban de la bebé, y su madre y Argent destruían la cocina tras descubrir una nueva receta de panqueques en Google.

Tras volver a suspirar, el alfa se sorprendió riéndose de sí mismo al pensar que aquella situación era extremadamente fácil al lado de todo con lo que tenía que lidiar, y sin embargo, se sentía más asustado por saber cuál sería la reacción de la joven que otra cosa.

—Vamos, Scott —se animó a sí mismo, dando un paso hacia adelante para llamar a la puerta. Extrañamente, esta se encontraba abierta.

Adentro, el salón y el resto de las habitaciones que conectaban con esta parecían estar vacías. Un silencio espectral y siniestro envolvía cada espacio de los alrededores, como si aquel sitio no estuviera siendo habitado en lo absoluto.

El día anterior, incluso los muebles parecían desprender un brillo mayor con la presencia de las dos féminas de la casa. Ahora, ni siquiera se notaba.

—¿Annie? —Scott entró por completo, preguntándose donde estarían ella y su madre ¿Será que no lo escuchaban? ¿O es que solo no estaban allí?

Él dió dos pasos después del felpudo y miró todo lo que le rodeaba, aspirando los aromas característicos de los muebles, las paredes, las flores, y ese perfume chillón que su novia solía usar mucho en la Universidad.

El perfume de Annie...

De pronto, Scott tragó grueso y abrió los ojos como si estuviera atrapado en una casa fantasma.

Algo allí no estaba bien.

De pronto, un súbito dolor en su hombro, quemante y profundo, lo hizo quejarse con un fuerte alarido. Este se repitió, una y otra vez, atravesando su carne sin piedad, hasta que cayó al suelo como un animal moribundo que se arrastra en busca de ayuda.

Sus respiraciones se hicieron débiles, la sangre comenzó a correr por sus heridas, y el ruido insoportable de unos tacones sobre el suelo de mármol lo hizo estremecer.

SHADES ━━━ teen wolf ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora