O4. CUATRO

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Aquel día, Lydia no entró a la primera clase de la mañana, ni tampoco a las que les siguieron detrás de esa. El problema es que se sentía más aterrada de lo que estaba dispuesta a admitir. Había pasado toda la semana aprisionada en el mismo sueño; un sueño tan lúcido como aterrador, y que prefería olvidar. Porque muy en el fondo de su ser, sabía que no se trataba de un sueño o una pesadilla, sino de un recuerdo de su adolescencia que pensaba que había dejado atrás para siempre y que ahora regresaba para atormentarla. Es por eso que, ni siquiera el molesto ruido de su alarma o las gotas de sudor humedeciendo todo su cuerpo, consiguieron despertarla.

En su sueño, siempre escuchaba las mismas palabras:

— ¡¿Quién vino contigo?! ¡¿Quién más está aquí?!

—No puedo quitar tu dolor.

—Está bien. Es perfecto.

— ¡Allisoooon!

La habitación donde se encontraba todavía estaba a oscuras. Lo único que podía oír eran aquellas voces que se les hacía muy familiares, hasta que llegó un momento en el que se dio cuenta de que la suya era una de ellas. Y en lugar de fijarse en eso, comenzó a concentrarse en los detalles más concisos: la textura metálica de las paredes, el tenue olor a moho que desprendían, el contacto de un pecho débil contra el suyo o el modo en que dos respiraciones se acompasaban dentro de aquella oscuridad.

—Ha sucedido—dijo la banshee con voz aguda y sus ojos verdes se nublaron con algunas lágrimas—Todo lo que vi, ha sucedido.

— ¿Qué es lo que ha sucedido, Lydia?—le preguntó la otra persona que estaba allí con ella. Era una voz masculina y juvenil, y su dueño se escuchaba débil, como si estuviera a punto de perder la conciencia.

—Ella está muerta, Stiles—contestó mientras se abrazaba a él con más fuerza—Allison está muerta.

—No, Lydia, eso no puede ser verdad.

—Lo he sentido.

Stiles frunció el ceño sin comprender.

—Pero es que no puede ser, Lydia—insistió. Su rostro pálido y desgarbado, de repente, se volvió visible frente a sus ojos.

— ¿Por qué lo dices?—Lydia pensó que eso no era para nada parte de su recuerdo. Stiles se había desmayado aquella noche y no había despertado hasta llegar a la casa de los Yukimura. Era imposible que hubiera dicho todas esas cosas.

—Porque Allison está allí —señaló él y utilizó su dedo índice para apuntar hacia un lugar.

La apellidada Martin se volvió hacia atrás y por primera vez se dio cuenta del sitio en donde estaba: los túneles de Oak Creek. Cuando miró por encima de su hombro, sintió que la garganta se le había hecho un nudo. Allison estaba de pie al lado suyo, admirando su reflejo en un espejo que había aparecido de la nada.

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