Lunes, 15 de enero de 2012
Querida Anna, el fin de semana ha sido muy intenso. Espero poder contarte las cosas de la mejor forma posible.
El viernes, tras el entrenamiento, Richard llamó a Beth para hablar con ella a solas. Yo la esperé como siempre en el graderío del pabellón donde entrenábamos y jugábamos los partidos de casa.
El trayecto desde allí hasta el coche fue silencioso, lo cual no era extraño, pues ella no solía hablar mucho tras los entrenamientos. Yo tampoco solía hablarle cuando sabía que el entrenamiento había sido duro, y aunque el viernes no lo fue, no abrí la boca porque la veía algo distante.
Después de arrancar y recorrer algunos metros Beth resopló y de reojo pude ver como apuntaba con su mirada hacia mí. La miré para confirmar mis sospechas, después tuve que volver a fijarme en la carretera.
-¿Tú lo sabías? –no entendí nada, así que fruncí el ceño.
-¿El qué? –le pregunté sin apartar la mirada del coche que iba delante.
-Lo del equipo promesa –saqué el labio inferior y guardé silencio hasta que paramos en un semáforo.
- ¿Qué se supone que debo saber del equipo promesa? –entonces ella esbozó una sonrisa lentamente y yo, claro está, me contagié.
-Me han llamado para jugar un partido el fin de semana que viene en Chicago… -rebosaba ilusión por todas partes. Creo que estuve a punto de soltar algunas lágrimas al verla tan feliz- …en el United Center - entonces se tapó la boca y la nariz con ambas manos, como si quisiera contener un grito.
-¿Qué te pasa? –le dije sonriendo. Ella negó con la cabeza- ¿Quieres gritar?- entonces afirmó desesperadamente.
No era una chica que experimentara euforia muy a menudo, pero cuando lo hacía necesitaba dejarla salir, y su forma de hacerlo era gritando hasta quedarse prácticamente sin voz. Supuse que no consideraba aquél momento y lugar el más apropiado para hacer aquello, así que se me ocurrió algo.
Cuando el semáforo se puso en verde tuve que acelerar rápidamente para adelantar a los coches que iban por la izquierda para poder girar en esa dirección, que era hacia donde quería ir. Normalmente en ese cruce seguía recto, así que me situé, como siempre, en uno de los carriles centrales, lo que me obligó a realizar la esperpéntica maniobra que te acabo de relatar.
Por cierto, el United Center es el estadio de los Bulls, el equipo donde jugó un tal Michael Jordan.
Ante la brusca maniobra la expresión de Beth cambió.
-¿A dónde vamos?- denotaba cierta preocupación.
-Ahora lo verás.
Unos minutos más tarde y después de hacer varios giros más, penetramos en un pequeño bosque que rodea al río James. Estacioné el coche y bajé.
-¿A dónde vas? – no contesté, sino que cerré la puerta, bordeé el auto y abrí la puerta del copiloto.
-Vamos –le dije apresuradamente haciéndole gestos para que saliera del coche. Ella seguía extrañada, pero obedeció.
Atravesamos la masa de árboles rápidamente y salimos a un claro donde un estruendo enorme encogía los tímpanos. Ese claro está cerca de la estación de trenes, donde están entrando y saliendo locomotoras casi todo el día, además, por alguna razón el traqueteo de los trenes no llega directamente, sino que aparece como un eco lejano. Por su parte, el rio tiene un pequeño desnivel que crea un rugido similar al de las olas en la playa. Ambos sonidos se mezclan entre sí y a la vez con otros como el susurro del viento, el silbido de un pájaro y algún claxon lejano, creando una melodiosa orquesta dirigida por las casualidades.
ESTÁS LEYENDO
SIN SALIDA
RomanceEn primer lugar quiero pedir perdón por el diseño de la portada. La he hecho yo mismo y no cuento con los medios técnicos (he cortado y pegado imágenes en el paint) ni humanos (soy malísimo con la informática, y dibujando ya ni hablemos) adecuados p...