CAPÍTULO 12

249 20 0
                                        

Martes, 16 de enero de 2012.

Querida Anna, como te prometí, aquí estoy para contarte lo que sucedió con Gwen el sábado.

Como te dije, la invite a tomar un café. Me sorprendió que ella no pusiera ninguna resistencia. Nos sentamos en el primer bar que vimos y comenzamos nuestra última conversación.

- ¿Te ha dicho tu hermana que nos vamos a Chicago? –pensé que sería buena idea comenzar con un tema más suave.

- Si –contestó casi sin mirarme. Después se quedó mirando su taza de café como si estuviera sola.

Y en aquél momento me di cuenta de que la chica de la que yo me había enamorado había desaparecido por completo. Era como si la hubieran cambiado, como si en mitad de una serie o película te cambian la protagonista, o mejor dicho, como si a lo largo de una película o una serie te van cambiando la protagonista poco a poco. El problema es que en aquél momento tenía en mis recuerdos el primer capítulo y ante mis ojos el último. Definitivamente –como se suele decir vulgarmente- me la habían colado.

Aquella visión hizo que me preocupara de que Beth sufriera el mismo cambio, así que se me pasó por la mente tener una charla con ella. Sin embargo, no podía distraerme demasiado en otros temas así que guardé aquella ocurrencia en mis notas mentales.

- Sabes de lo que quiero hablar ¿verdad?- se encogió de hombros aún sin mirarme. Definitivamente no quería aceptar la realidad- Gwen –me miró y entonces el que apartó la mirada fui yo.

-No esperaras que sea yo la que inicie esta conversación ¿no? –dijo en un tono algo intimidatorio. La miré sorprendido y vi cierto enfado en su rostro.

-¿Estás enfadada? –le pregunté casi inconscientemente.

-Creo que ha sido un error venir a tomar este café.

-¿En serio? –no me podía creer que no fuera capaz de afrontar la realidad- entonces si por ti fuera seguiríamos así más tiempo ¿no? –ella se encogió de hombros de nuevo y yo solté una carcajada irónica- vamos, ya he empezado la conversación, pero si no me sigues se convertirá en un monólogo.

-¿Qué quieres que te diga? –me preguntó con cara amargada.

-¿Recuerdas las preguntas que te hice hace una semana? –ella bufó.

-Ya te dije que Dan se quedó solo a dormir –dijo subiendo levemente el tono de voz.

-No me refiero a esas preguntas… -miré hacia el lado un poco indignado- lo que te quería decir es que… - comencé con un volumen algo elevado y decidido, pero cuando llegó la hora de la verdad dudé un poco y disminuí el volumen- no sé quién eres… ni sé quién soy yo… solo sé que miro atrás y veo dos personas totalmente diferentes que ya no tienen nada que los una –hice una breve pausa para que los dos asimiláramos mis palabras- en realidad, desde el principio nos unían pocas cosas –la miré y vi que estaba afirmando con la cabeza, lo cual me tranquilizó- creo que el deseo de ambos por enamorarnos y tener un romance nos nubló la razón. Después nos empeñamos en pensar que una relación a distancia podía tener futuro… y aquí estamos…

-Tienes toda la razón –sus palabras deberían haberme sorprendido, pero la verdad es que aún estaba sintiendo la paz que me había dejado el soltarlo todo, o casi todo. Después dijo algo que sí me sorprendió- ¿Crees que deberíamos intentar arreglarlo? -tragué saliva y me mojé los labios antes de hablar.

- No sé... -en realidad tenía la respuesta muy clara, pero esa pregunta era algo que no había previsto, así que me costó un tiempo extra pensar una respuesta adecuada- cuando algo se rompe accidentalmente, se suele poder arreglar, un hueso, un coche, un electrodoméstico... pero cuando un hueso, un coche o un electrodoméstico se rompe de tanto usarlo no se puede arreglar... no sé... -sabía que no había quedado claro pero no supe encontrar una respuesta mejor en tan poco tiempo.

SIN SALIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora