Algún día de algún mes...
Querida Anna, hoy ni siquiera te pongo la fecha porque no sé ni el día, ni el mes en el que vivo. Esta será mi última carta puesto que al fin he encontrado la salida, o mejor dicho, la salida me ha encontrado a mí. Sé que hace meses que no te escribo, en seguida lo entenderás todo.
Pero antes tengo que pedirte perdón porque empecé diciéndote que esta historia trataba sobre un triángulo amoroso y ha resultado que en ningún momento ha existido tal figura geométrica. Después te dije que sería una historia más de amor y tampoco cumplí mi palabra -esto lo entenderás cuando termines de leer esta carta-.
Te aviso de que esta historia no tiene un final feliz, y lo hago por si eres una de esas personas que prefiere un mentiroso final feliz antes que un triste final real. ¡Ojo! No digo que todas las historias terminen mal, digo que hay historias que no tienen un final feliz y no por eso son peores historias.
Recuerdo que fue poco tiempo después de volver de Chicago cuando ocurrió todo.
Era una fría noche de finales de febrero. Dejé a Beth en su casa después del entrenamiento. Nos despedimos con un beso, tal y como lo habíamos hecho desde que volviésemos de Chicago.
Al llegar a mi casa comencé a buscar vuelos y hoteles para ir a Washington, pues si recuerdas el equipo favorito de Beth era Washington Wizards, y como su cumpleaños estaba cerca pensé que podría ser un buen regalo.
Mientras realizaba esta tarea recuerdo que escuché el sonido de una ambulancia a lo lejos. Era algo común escuchar ese sonido en aquella ciudad -como en todas, supongo-, y siempre que lo escuchaba algo en mi interior se encogía.
Empecé a tener esa sensación cuando llegué a Richmond, supongo que no estaba acostumbrado al frenesí de la ciudad. Después de conocer a Gwen aquello se multiplicó, pues ella me comentó que cada vez que escuchaba ese sonido se ponía un poco enferma porque le transmitía cercanía a la muerte.
Y ese fue mi pensamiento hasta que otro día, de aquellos en los que Beth empezaba a entrenar en Richmond, yo la acompañaba desde la estación hasta el centro deportivo cuando una ambulancia nos sorprendió. Entonces puse mala cara y le dije lo mismo que su hermana me había comentado años atrás como si fuera mi propio pensamiento.
- No tiene por qué -dijo inocentemente como la adolescente que era- puede que dentro de esa ambulancia vaya una mujer dando a luz -de repente sentí que un temor que había crecido durante años ella lo rompió de un plumazo.
Ahora, con la perspectiva de los años, me doy cuenta de cuál fue uno de los detonantes para que mis sentimientos hacia ella explotaran: su positivismo ante todo.
En fin, después de esta digresión anecdótica seguiré contándote la trama central de esta carta.
Como te decía, escuché aquella ambulancia y me estremecí un poco, en el fondo no podía dejar de sentir aquello aunque fuese levemente.
Después de navegar por internet y cuando me era casi imposible mantener los ojos abiertos me metí en la cama y me cubrí con todas las mantas que pude.
Lo siguiente que recuerdo es despertar confundido por un sonido lejano y familiar. Poco a poco me di cuenta de que era mi móvil. Saqué un brazo de entre las mantas y extrañado giré el teléfono para ver quién me llamaba. Lo primero que vi fue el nombre del emisor: Joel. Después miré la hora: 6:09. Y como era raro que Joel me llamara a esas horas descolgué.
- ¿Si? -pregunté con la voz apagada.
- Josh... -recuerdo que su voz denotaba el mismo tono que la mía- ha ocurrido un accidente...

ESTÁS LEYENDO
SIN SALIDA
RomanceEn primer lugar quiero pedir perdón por el diseño de la portada. La he hecho yo mismo y no cuento con los medios técnicos (he cortado y pegado imágenes en el paint) ni humanos (soy malísimo con la informática, y dibujando ya ni hablemos) adecuados p...