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El chico de ojos verdes pt

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El chico de ojos verdes pt.1

Capítulo especial (pasado de Adam)

Las calles de la ciudad florecían mientras dos niños jugaban en el jardín de su casa.

Los gemelos Scott eran la definición de mejores amigos. Ambos eran tan unidos, pero a la vez tan distintos que cualquiera que los viera por las calles de Florida se detendrían a ver si había otra cosa en ellos que hiciera que fueran tan parecidos a parte de su rostro.

Siempre la vida de estos chicos fue así.

Adrián era un niño muy alegre, le encantaba jugar con sus amigos, ayudar a quien lo necesitaba. Era un ser humano tan bueno que todas las personas que lo conocían testificaban que el sería alguien que cambiaría el mundo con su bondad. El chico preferido, ese siempre fue Adrián.

Adam era todo lo contrario a Adrián, él siempre estaba callado, no hablaba, odiaba a todos y solo quería que lo dejaran solo.

Él era la oveja negra de la familia Scott.

Cualquiera que lo viera siempre lo comparaba con el perfecto Adrián. Y lo peor era que hasta sus padres lo hacían.

En la cabeza de Adam siempre rondaban todo lo que le decían.

«¡Adam no toques nada, lo vas a romper!»

«¿¡Por qué no puedes ser un niño normal como tu hermano!?»

«Adrián no haría eso»

«Aprende a ser como tu hermano y deja de ser un imbécil»

«Eres tan patético»

«Si fueras como Adrián, te querríamos más»

«¡Ojalá te hubieras muerto en mi vientre!»

«No puedo creer que portes mi apellido»

«¡Adam cállate, tu papá está trabajando!»

«Eres una decepción para esta familia»

El único que siempre estuvo para Adam fue su hermano.

En las noches, detrás de esa mascara Adam se rompía y lloraba hasta quedarse sin más lagrimas que soltar.

¿Y quién estaba para él? Su gemelo.

Cuando fueron creciendo los reproches y las comparaciones se hicieron tan grandes, que hasta el propio Adrián se sentía furioso.

Los chicos odiaban a sus padres, pero no podían hacer nada.

Porque nadie los apoyaba, solo estaban ellos dos.

Los años siguieron pasando y de pronto los gemelos tenían 15 años.

Adam no sabía que era amar, no lo sentía. A la única persona que apreciaba era a su hermano.

Pero un día Adam caminando por las calles de esa hermosa ciudad tan rota, la vio.

Una hermosa jovencita de cabello azabache y ojos azules hizo su aparición. No estaba sola. Tenía a un chico al lado cogiéndole la mano. El chico era la versión masculina de la bella muchacha.

Los hermanos Hamings daban un paseo por el bello parque que estaba cerca a su casa. Patrick Haming le llevaba 5 años a su hermana. Él era muy sobreprotector con ella, la amaba tanto que no quería soltarla. Su pequeña hermanita solo tenía 14 años y Patrick cuando la veía a los ojos sabía que ella era única.

Ambos hermanos pasaban por los columpios cuando la simpática chica se fijó en una tienda de discos.

—¡Patrick! —chillo la jovencita. Haciendo que la atención de su hermano y del chico de ojos verdes que los espiaba por detrás de los árboles se posaran en ella — Es una tienda de discos, ayer fue su cumpleaños, hay que comprarle algo para que salga de su cuarto. Me preocupa, ha estado ahí sin salir desde ayer.

La mirada que la dulce niña le dio a su hermano hizo que este no se pudiera negar.

—Okey pequeña, tu ganas —dijo el chico levantando sus manos en rendición. Esto hizo que su hermanita empezara a reír.

«Es perfecta» pensó Adam admirándola.

Lo que no sabía el chico es que no solo él había pensado eso.

Patrick también lo pensaba.

Los hermanos entraron a la tienda de discos, mientras que Adam decidió regresar a su casa.

Cuando se hizo presente sus padres lo empezaron a sermonear como siempre. Adam solo quería que se callaran, porque a pesar de que el aparentaba que no le importaba. El en verdad sufría con todo lo que le decían.

Cuando el chico de ojos verdes estaba en su cama se puso a pensar en la bella jovencita. Rio para sus adentros y se lamentó por no ser como su hermano.

Porque, ¿Quién se fijaría en alguien como Adam?

El chico estaba frustrado. No sabía que pensar. No sabía cómo actuar.

Y en la penumbra de la noche, con los grillos cantando al compás. Adam deseo nunca haber nacido.

Solos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora