∆Capitulo 1∆

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Me apresure a introducir la llave en la cerradura de la puerta principal de casa. Antes de abrirla, mire sobre mi hombro para asegurarme de que nadie me estuviera siguiendo, o estuviera acechando la casa.
No es que yo tenga motivos específicos para sospechar que alguien me aceche. Pero, viviendo en Malvín Norte, ser precavida es una de las mejores virtudes que una persona puede tener, si vela por su integridad física y propietaria.
Suspire aliviada al constatar que era la única alma en toda la cuadra; entre a la sala, para luego volver a colocar el cerrojo a la puerta. Frote mis manos para calentarme, mientras caminaba hasta la cocina para poder escudriñar la nevera; arrugue mi nariz y lancé un gruñido al ver que la misma estaba casi vacía. El conjunto de elementos que yacían almacenados en sus cuatro estantes consistían en una una banana en descomposición, la cena de hace dos noches y una cebolla rebanada por la mitad.

Dejé escapar un profundo suspiro y cerré la puerta de la nevera; proseguí a hacer una revisión completa de la cocina, buscando algún alimento que aun fuera comestible. Luego de un rato encontré una caja de cereales a medio terminar, la tome y cogí un puñado, llevándolos a la boca aun con la caja entre mis manos; camine hasta mi habitación, que se encontraba al otro lado de la sala.
Al llegar me quite la ropa de calle, colocándome unos pantalones deportivos grises, una camiseta, junto con una polera cuello de tortuga y una sudadera negra, y por último, mi par de medias favoritas. Esas medias eran mis favoritas porque me las había regalado mi mejor amiga, según ella, estas medias eran "las medias de la tristeza", que te las colocas los días grises y te hacen feliz, dado su estampado de pequeños dinosaurios de colores.

Volví a tomar la caja de cereales y caminé hasta el sofá, paso siguiente, me desplome en él y encendí el televisor. Mire por la ventana, el cielo gris y las descubiertas ramas de los árboles balanceándose con el viento forjaban una postal totalmente deprimente.
Me estremecí al recordar el gélido viento penetrando mi ropa durante todo el camino desde la facultad hasta aquí, puesto que el único asiento libre en el 427 se situaba junto a una ventanilla con su vidrio roto. En ese momento entendí que, si no encendía la chimenea pronto, mi pobre madre y yo moriríamos congeladas esta noche.

Me levanté con pesadez del sofá, dejando los cereales a un lado, atravesé la sala y me arrodille frente a la chimenea y comencé a introducir en su interior los leños, ramas y papeles necesarios para encender el fuego. En ese ínterin, escuche el tintinear de unas llaves en el exterior de la casa, fruncí el ceño y mire la hora. El reloj marcaba las siete treinta pm, de inmediato me alarmé, mi madre no llegaría hasta dentro de una hora; por lo que me levanté lentamente mientras tomaba uno de los leños entre mis manos. Cuando la puerta se abrió, tuve el impulso de arrojar el leño, pero me detuve al ver el arrugado rostro de mi madre asomar por el umbral.

-¡Mamá!- exclamé aliviada- ¿Qué haces aquí tan temprano?

-Hola May- Sonrió y me abrazó- nos han permitido retirarnos una hora antes- dijo separándose de mí y cerrando la puerta principal con cerrojo.

-¡Oh! Eso es excelente Mami- dije caminando en dirección a la chimenea para poder encender el fuego.

-¡Sí que lo es!-exclamó contenta- parece que tenían una reunión importante o algo así- se encogió de hombros restándole importancia al asunto- ¿Cómo te ha ido en la facultad hoy cariño?

La miré de reojo mientras me paraba, para dirigirme a desplomarme en el sofá. Sabía que algo andaba mal; el jefe de mi madre no es digamos, no es nada ¨generoso¨, y yo tenía a esa altura más que claro que, ese mísero Judío preferiría cortarse una mano a dejar que sus empleados trabajasen menos horas que las correspondientes por el mismo sueldo. Dude un poco antes de contestar, tenía que averiguar sutilmente que estaba sucediendo.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora