∆Capitulo 30 ∆

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¿Cuánto tiempo es posible postergar la agonía?


Dos malditas semanas, dos estúpidas malditas semanas habían pasado ya de mi encuentro poco encantador con el ser supremo, con el todopoderoso. Dos malditas semanas, dos malditas semanas soportando mil ángeles ir y venir, ansiosos de que por fin me pronunciara a su favor.


Los rumores de mi casi declarada decisión a favor del bando celestial, se habían desparramado por todo el ancho y largo del Cielo, y, según Luvia, la fuente de los rumores podría ser, y estaba casi


segura de que era así, el mismísimo arcángel Miguel, quien daba por sentado que los iba a elegir de ojos cerrados.


Esos chismes poco fundamentados, lograban ponerme de los nervios. Yo aún le debía una entrevista más a Lucifer, y los rumores podrían disuadirlo a no concedérmela, negándome la opción de conocer la vida como realmente ellos la vivían.


Me sentía frustrada ante tal posibilidad, debido a que en un principio, el plan era sacar la mayor información posible para destruirlos, pero ahora ya no estaba tan segura de querer hacerlo, muy por el contrario.


En esas dos semanas tampoco había sabido nada de la Bestia, era como si la tierra se lo hubiese tragado. A esta altura, ya estaba acostumbrada a sus largas y constantes ausencias, pero eso no significaba que no me dolieran. Menos cuando la ausencia se daba luego de habernos despedido como la última vez, como enemigos, como rivales que no se podían ni siquiera mirar a la cara.


Luvia me había hecho compañía durante estas últimas dos semanas, luego de sincerarnos en la cueva de las cataratas de Brasil, nos manteníamos muy unidas, casi como aliadas. Entre las dos le


habíamos relatado a Vero lo que había sucedido en el Cielo, y ella había alegado que debería desembarazarme de todos estos líos, irme del país y cambiarme de nombre. Claro, tuvimos que convencerla de que no era una buena idea.


Verónica había mejorado su condición, se la veía más alegre, pero se notaba en ella una aversión enorme a todo lo que no fuera humano, en especial si el ser no humano tenía algo que ver con el

cielo. A excepciona de Leuviah y Lili, de quienes ya sabía la relación que las unía y las consideraba unas valientes heroínas, luchadoras contra el orden establecido.


Aquella tarde de agosto, veinticuatro, nos encontrábamos Vero y yo, recostadas en el suelo de mihabitación, con nuestras computadoras, leyendo para las materias del segundo semestre de la facultad, cuando oímos un estruendo proveniente de la cocina.


Nos sobresaltamos, y dejamos las computadoras a un lado para poder escuchar, hechas dos estatuas sentadas en el piso, lo que acontecía. Oímos un grito de mi madre, y el resonar de una olla caer al piso.


Alguien vocifero que se callara, y por lo visto se calló, porque no la escuchamos más. Oímos pasos acercarse a la puerta de mi dormitorio y detenerse justo ahí. Vero y yo nos abrazamos, pues el miedo nos había tomado por completo.


El pestillo de la puerta giro, y nosotras nos encogimos en nuestros lugares, pero cuando la puerta se abrió, pudimos respirar nuevamente, al ver el rostro del chico de barba asomándose por allí.


El suspiro de alivio al vernos y luego de escrutar la habitación detenidamente, mientras nosotras ni siquiera nos movíamos, hablo.
-¡Qué bueno que las encontré a las dos!- exclamo con marcada alegría- y todavía juntas, es mi día y su día de suerte- dijo entrando en mi habitación.


-¿Que carajos haces aquí Kelian?- dije frunciendo el ceño- y ¿por qué le has hablado de esa manera a mi madre?.


-Lo siento por eso, es que entramos sin permiso a tu casa y Alejandra se ha llevado un susto de muerte- explico e hizo una mueca.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora