∆Capitulo 45∆

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Dos semanas, ese era el tiempo que teníamos, nada más.
Aquel día, apenas salí del Palacio de Cristal, corrí hasta la casa de Luvia. No me importaba que se hubiera aislado de todo y de todos, esto tenía que saberlo, ella debía ayudarme a afrontar lo que se venía, la necesitaba.
Al llegar a su casa, luego de que su madre me dejara pasar a su interior, fui directamente hasta la puerta de Luvia y la empecé a aporrear. La puerta temblaba bajos mis puños mientras yo repetía casi formando un mantra “Luvia, sal, por favor”
Luego de interminables minutos que me parecieron horas, la puerta se abrió de golpe, provocandoque yo cayera a través del umbral de la misma. Al caer quede boca abajo pero al darme vuelta pude
observar el rostro confundido de Luvia mirarme desde lo alto.
-¡Luvia!, dichosos los ojos- sonreí con ternura, la extrañaba un montón, más de lo que me imaginaba.
-May, ¿qué haces aquí?- pregunto frunciendo el ceño.
-Vine a sacarte de tu encierro- sonreí pero luego la sonrisa se me borro de la cara- no puedes estar ajena a lo que viene, ya no más.
-¿Que está pasando Maite?- pregunto frunciendo el ceño aún más y colocando sus manos en su cadena.
-El día del juicio final se está acercando- mi mirada se ensombreció totalmente mientras me ponía de pie.
-¿De qué hablas?- me miro con confusión.
-La batalla final Luvia- insistí.
-¿Qué pasa con ella?- frunció el ceño.
-Es en dos semanas- afirme mirándola a los ojos.
-No puede ser, ¿ya?, pero, ¿como?, ¿tenemos seguridad de ello?- dijo atropellando las palabras debido al asombro.
-Sí, espías lo han informado, el Infierno piensa atacar dentro de don semanas- suspire- es por eso que he venido, te necesito Luvia, aquí sus mi única amiga, no voy a poder enfrentarme a todo esto yo sola- mire el suelo.
-Oh May, perdón por haber estado tan ausente- se lamentó- me ha costado mucho asumir y afrontar lo que sucedió- confeso.
-No te preocupes- afirme- sé que necesitabas procesarlo, está bien- sonreí – solo me gustaría poder contar contigo para lo que se viene.
-No te preocupes, de ahora en más somos un equipo- sonrió.
-Gracias Luvia- sonreí y la atrape en un fuerte abrazo.
-Gracias a ti, por perdonarme- sonrió y me correspondió el abrazo.
De inmediato Luvia y yo salimos de su habitación, y luego de que ella se despidiera de su madre quien estaba más que contenta de verla fuera de aquella habitación, nos encaminamos velozmente hasta mi choza para poder hablar con tranquilidad.
Luego de estar ambas ubicadas en las camas del dormitorio de la choza, con un cuenco de avena cada una, le comencé a contar todo lo sucedido desde la batalla donde habíamos perdido a Lili hasta el día de hoy.
Ella quedo verdaderamente sorprendida de la reconciliación que habíamos mantenido con Kelian.
Pero no sabía hasta qué punto no era perjudicial aquello; fue entonces que le hable sobre el lado secreto de la maldición, y ella me miro anonada.
-Entonces, tú debes morir si o si, no importa que bando sea el triunfador- repitió para procesarlo y yo asentí para confirmar lo que decía- eso es horrible May.
-Lo sé, pero ahora ya sé cuál va a ser mi posición al enfrentarme a Kelian, me rendiré, uno de los dos debe sobrevivir- hice una mueca.
-Esto es una mierda- soltó.
-Lo es- concorde.
-Nada de esto suena bien, parece una mala broma, una mala y sádica broma- Se quejó ella angustiada.
-No hay más que hacer Luvia, no hay nada más que hacer- dije bajando mi mirada al piso- por ello necesito que me ayudes a mantenerme cuerda- la miré- sola seguramente enloquecería antes de la batalla.
-Estaré aquí hasta el final- sonrió.
-Gracias- dije y ella me abrazo.
Luvia y yo a partir de ese instante nos volvimos inseparables.
Al día siguiente ella se mudó de su casa a la mía, para así no tener que dejarme sola en ningún momento. Se instaló temprano en la mañana, y desayunamos juntas esperando a que vinieran a
llevarme al campo de entrenamiento.
Fue Gabriel quien vino por mí, y Luvia insistió en venir con nosotros hasta que consiguió el permiso para acompañarme. Cuando llegamos al campo de entrenamiento, este estaba repleto de armas y de soldados entrenando de forma intensiva.
Rápidamente me coloque mi armadura al igual que Leuviah la suya, y comenzamos a entrenar una contra la otra, para ir practicando en el campo de batalla.
Mi entrenamiento era intensivo, más de lo que me había imaginado. A penas llegue al campo, fui informada de que además del entrenamiento físico, al que debía someterme que era similar al que
realizaba con Kelian en aquel campo a las afueras de Montevideo, debía aprender el uso de todas y cada una de las armas .
Eso implicaba nada más y nada menos que llegar al campo de entrenamiento a las ocho de la mañana e irme a las cuatro de la tarde, pero no irme a descansar, si no a practicar hechizos con la hechicera más poderosa.
De todas formas no me podía quejar pues, no era que yo estuviera siendo sobre entrenada, si no que todos los guerreros estaban siendo sometidos a jornadas tan extensas como la que debía cumplir yo.
La pobre Luvia me acompañaba mano a mano en el entrenamiento, para no tener que dejarme sola en ningún momento, a pesar de que ello la agotaba hasta no poder más. Ella había hecho un compromiso y lo cumpliría.
Cuatro días después de haber comenzado con esa intensiva rutina, ya había aprendido a manejar con perfección las espadas cortas, las largas y las navajas o cuchillos. Además de ello, tenía nociones de manejo de arco, lanza, ballesta y hacha, sin contar también el haber aprendido a utilizar el escudo, lo que era de gran utilidad.
Luvia iba tan avanzada como yo aunque le costara más, y normalmente por las noches caía rendida en la cama sin poder moverse, pero de igual forma insistía en seguir entrenando a mi par sin importar el cansancio.
Aquella tarde ambas nos encontrábamos sentadas de piernas cruzadas en el suelo de lo que parecía una vieja biblioteca, donde la hechicera solía darme clases. Estábamos esperándola, pues ya se había retrasado y eso no era para nada normal.
-¿Crees que le haya sucedido algo?- le pregunte a Luvia quien miraba la puerta de entrada fijamente.
-Ni idea- susurro.
-¿Qué crees que me enseñe hoy?- pregunte nerviosa, pues ya no quedaba casi nada que enseñarme, en los pocos meses que había permanecido en el Cielo, la hechicera me había mostrado como realizar todo tipo de hechizos sirviéndome casi de cualquier cosa, y no me podía imaginar que era lo que faltaba.
-No lo sé, supongo que será repaso, pues los únicos hechizos que te faltan aprender, por lo que me has dicho, son tan oscuros que ni siquiera la hechicera podría hacerlos- comento aun mirando la puerta.
-¿Qué clase de hechizos?- pregunte curiosa.
-Hechizos con magia del abismo, un lugar fuera del alcance de cualquier criatura, se dice que el único que puede ejercer esa magia sin enloquecer es la mismísima Bestia, o sea Kelian – se encogió de hombros- esos son los rumores, personalmente no creo que él pueda manejar algo como ello, no es tan oscuro.
-¿Hay seres es ese lugar?- pregunte frunciendo el ceño.
-Los hay, una de las tareas del Cielo es mantener los portales de ese mundo bloqueados, pues esa dimensión está muy por fuera de la jurisdicción de Dios, esos seres son criaturas sedientas de destrucción, todo lo engullen y lo destrozan, son máquinas de destruir mundos- al terminar de decirlo me miro.
-Vaya- fue lo único que pude decir, y agradecí el hecho de que no fueran un peligro para este mundo en este momento. Ya tenía suficiente con esta guerra, como para sumarle otra.
Justo en el momento en que terminamos de hablar, la hechicera llamada Metatron apareció. Ella siempre se encontraba al lado de Dios, por los rumores que corrían en el Cielo, entre ellos había
más que una amistad.
-Buenas tardes- saludo la alta mujer albina.
Era completamente albina, su piel era pálida y su cabello blanco, al igual que el iris de sus ojos, realmente yo no estaba segura de cómo era capaz de ver, o tal vez no lo era, eso no podría saberlo
nunca.
-Buenas tardes- saludamos al unísono Luvia y yo.
-Hoy tenemos una clase interesante por delante- comento con una sonrisa mientras se acercaba a
nosotras.
-¿De qué tratara la clase?- pregunte yo con una sonrisa.
-De tu sacrificio- sonrió- hoy aprenderás el conjuro que debes recitar en el momento en que insertes tu espada dorada en el corazón de la Bestia- sonrió y en ese momento Luvia y yo nos estremecimos.
¿Era yo o todos aquí parecían divertirse a costa de mi ineludible muerte?, realmente comenzaba descomponerme. Luvia me dio un apretó en la mano, para hacerme saber que contaba con ella para cualquier cosa.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora