∆ Capitulo 48 ∆

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Me sentí mareada, abrumada, y totalmente desconcertada por lo que acababa de hacer Kelian. Había mandado la guerra al carajo, sin importarle las consecuencias. Pero tenía razón en una cosa, si íbamos a ser incapaces de matarnos, la pelea no tenía sentido, pues solo implicaba lastimarnos el uno al otro sin fin aparente.
Nuestro apretado abrazo había pasado a mayores, puesto que no solo nos estábamos abrazando, sino que, Kelian había atrapado mi nuca con una de sus fuertes manos y ahora no encontrábamos completamente perdidos en un beso.
Pude sentir el nerviosismo de la multitud crecer, y un silencio sepulcral inundar el campo de batalla en su totalidad. Las miradas de todos se clavaban en nosotros sin piedad alguna, algunas confusas, otras letales.
Kelian rompió el beso lentamente, y nos miramos a los ojos fijamente, diciéndonos con una mirada que a partir de ahora todo estaría bien, debía de estar bien.
Nos separamos lentamente, para mirar a la multitud que nos rodeaba, dos ejércitos enemigos, bañados con la sangre el uno del otro, viendo como sus generales de más alto rango en vez de matarse, se besaban.
Kelian se paró firme ante la multitud, el liderazgo era para él una cualidad innata, el hacía sentir su presencia sin importar donde estuviera o la situación en la cual se encontrara. Por el contrario yo era un chiste, no tenía madera de líder, nunca la había tenido. Sin embargo, lo era, y debía comportarme como tal, a pesar de no tener la más pálida idea de cómo hacerlo, ni siquiera de como pensar hacerlo.
Imite la actitud de Kelian, pues a él parecía servirle, su ejército había retrocedido un paso. Sorprendentemente, al yo tomar la misma posición, mi ejército hizo exactamente lo mismo, y me sentí orgullosa de mi misma.
-¡Escuchad!- rugió Kelian- Esto va dirigido únicamente a los míos, junto a quienes he peleado miles de batallas, y junto a quienes me gustaría pelear la última- su ejército lo miro atentamente- Esta maldita guerra se está por acabar, y no se va a acabar con la eliminación de un bando, sino por la unión de ambos- todos los ojos, de ambos bandos lo miraron sorprendidos- Ya no hay dos líderes, ya no más, todos sabéis muy bien que para que esta guerra acabe uno de nosotros dos debe morir por las garras del otro, pero eso no sucederá, porque así lo hemos decidido Maite y yo, porque esta guerra no tiene sentido, y no queremos más muertes.
-Nazaret- escuche decir mi nombre interrumpiendo a Kelian, era Gabriel- ¿Que tienes que decir a esto?, ¿es verdad lo que dice la Bestia?- su sorpresa era clara, y a mí me sorprendía que le
sorprendiera.
-Es verdad- afirme yo- así como él le habla a los suyos, yo le hablo a los míos- tome aire- La guerra debe acabar, y derramar más sangre ha dejado de ser una opción- los mire fijamente- ha llegado la hora de olvidar nuestras diferencias y optar por el bien común, porque Dios, nuestro Dios, es un hijo
de puta- la multitud dejo escapar un jadeo- no se hagan los sorprendidos porque lo saben, saben todos que Dios nos ha utilizado para su beneficio, usándonos como engranajes de una gran máquina, engranajes descartables, que cuando se rompen se tiran- hice una pausa- y por eso he decidió parar, no seguiré con una guerra que solo favorece a un ser, esto a todos nosotros solo nos
acarrea dolor y perdida, y ya no podemos seguir así.
Ambos bandos han perdidos tantas vidas, tantos amigos y seres queridos, os pregunto- vocifero Kelian- ¿Acaso quieren seguir matándose entre vosotros?, porque yo elijo no volver a matar, porque yo elijo la paz entre iguales, que es lo que somos- recorrió la multitud con su mirada- hermanos, ¿Quién está de nuestro lado?- pregunto.
Y entonces vi como la totalidad del ejército infernal, soltaba sus armas, y daba un paso al frente, listo tenía el completo apoyo entre los suyos, ahora faltaba la parte más difícil, conseguir el apoyo dentro de los míos.
Vi la mirada desconcertada de todos los ángeles, no sabían que hacer o cómo actuar y fue entonces que volví a hablar decidida.
-Para que esta pequeña utopía de paz pueda ser real, debemos estar unidos, todos ycompletamente- mire hacia la multitud- debemos ser uno, pero eso es lo que yo anhelo, ahora les pregunto ¿qué es lo que sus corazones anhelan? ¿La paz, la igualdad, la felicidad, o la guerra?¨-recorrí la multitud de ángeles con la mirada- decidan ahora, pues mi decisión ya está tomada, ¿Vienen conmigo o contra mi?.
Unos minutos de silencio y tensión se sobre siguieron a mis palabras, y cuando comencé a pensar que me había quedado sola, Luvia soltó su arco y dio un paso al frente. A ella la siguieron Anauel y sorprendentemente también Gabriel.
Poco a poco las armas fueron cayendo al suelo y los pasos dándose al frente. Mi ejército, mi gente, me apoyaba, y no podía pedir más que ello, ni en mis más remotos sueños había soñado algo como eso.
Pasados unos diez minutos, en aquel campo de batalla, ya no habían dos ejércitos, sino solo uno, un único ejército invencible formado por hermanos.
Supongo que la felicidad para mi tiende a durar poco y nada, pues cuando pensé que todo había acabado, un grito desgarro el cielo, y una espada paso tan cerca de mí, que si no fuera por Kelian, quien me había apartado con su característica y descomunal rapidez, no lo pasaba a contar, pues la espada me hubiera decapitado.
Cuando me compuse aun entre los brazos de Kelian, pude ver al arcángel Miguel, con los ojos desorbitados, empuñando su espada. Era obvio, el mejor amigo de Dios no le daría la espalda así como así.
-Sobre mi cadáver te saldrás con la tuya, maldita ramera traidora- vocifero cuando yo me zafe de los brazos de Kelian.
Vi a mi chico dar un paso al frente, pero de inmediato lo detuve con un brazo, esta pelea era mía, y yo pensaba participar en ella.
-Esto puedo resolverlo yo Kelian- le susurre y el asintió, luego camino para recoger mi casco y me lo coloco.
-Cómo te dejes matar, te mato, ¿entendiste?- susurro a modo de advertencia con una sonrisa, y yo me reí, era un estúpido, podía bromear en las peores situaciones.
Di unos pasos al frente encarando a Miguel, que aún seguía mirándome fijamente. Esto sería rápido, fácil, el arcángel no era rival para mí.
-Aun puedes retractarte Miguel, si sabes lo que te conviene – vocifere pero el solo rio como maniático, “genial, siempre me tocan los maniáticos”, pensé.
-Eso es lo que tu quisieras, ramera- escupió- elegiste un macho sobre tu padre, deberías sentir vergüenza- espeto.
-Oh, cállate- rabie, y ataque.
El bloqueo con facilidad mi arrebato de rabia, pero en cuanto logre re posicionarme, ya tuve la mente fría, y podía canalizar mi fuerza a mi espada, y mi concentración a la batalla. Lo mire fijamente, prediciendo sus siguientes movimientos.
Blandió su espada contra mí y lo bloquee, una, dos, tres veces, y bostece, para luego sonreír, era mi forma de burlarme de él. Volvió a reincorporarse e intento darme una estocada que también bloquee. Sonreí.
Él se re-posiciono, y volvió a atacar, a lo que yo sin moverme del lugar, bloquee con facilidad y desinterés. Vi como Kelian me miraba con una ceja alzada y diversión en su mirada, él se percataba de que lo estaba dejando en ridículo a adrede.Miguel frustrado se re-posiciono y yo volví a bostezar.
-¿Es lo mejor que tienes?- pregunte con aburrimiento en mi tono de voz, y pude oír algunas risas escapar de la multitud.
-¡Ya verás niñata!- vocifero y volvió a blandir su espada.
Con sumo desinterés volví a bloquear su ataque, y le di un pequeño empujoncito que lo hizo retroceder varios pasos.
-¿Ya terminase de jugar?- pregunte alzando una ceja.
-Ramera- grito y volvió a arremeter.
Hice una mueca y lo bloquee, listo, ya me había cansado de sus insultos. Deje que me volviera atacar, y así como lo bloquee, le di un empujoncito, echándolo hacia atrás y blandí mi espada hacia él.
La bloqueo una vez, pero en el segundo intento logre darle una estocada justo en el medio del pecho, atravesándolo por completo. Lo mire fijamente mientras le arrebataba la espada clavada en su pecho y el caía de rodillas mientras la sangre desbordaba por su boca, no viviría más de unos minutos en esa agonía.
Contemple su muerte hasta que sus ojos se quedaron sin vida, entonces alce mi espada hacia la multitud, la cual me vitoreo. La decisión era clara, estábamos todos juntos en esto.
Me quite el casco y camine hasta quedar frente a Kelian, el me dio un asentimiento con aprobación y luego de sostenernos la mirada por unos segundos, me di vuelta, quedando junto a él para mirar a los miles de guerreros que nos observaban expectantes.
-¿Cuales son vuestras ordenes?- pregunto Cimeria, mientras él y Gabriel se adelantaban unos pasos de la multitud.
-Ninguno de nosotros podremos ser realmente libres mientras el gran tirano siga reinando esta dimensión del universo- hable yo.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora