CAPÍTULO 14

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Se acercaba la Navidad y en la ciudad habían comenzado a colocar las luces y guirnaldas por todas las calles. Las farolas lucían espléndidos pascueros, y los escaparates de las pequeñas tiendas, librerías y, ni que decir tienen, de los centros comerciales, aparecían bellísimos, iluminados y con un aspecto cautivador.

En el barrio, algunos vecinos se ofrecían cada año voluntariamente para montar y decorar el gran árbol que se ponía en la plaza desde hacía más de cincuenta años. Era una tradición muy hermosa.

En la Universidad nos habían dado permiso para no asistir a clase, siempre y cuando hubiésemos entregado todos los trabajos pendientes y proyectos finales.

Esa tarde quedé con Mike. Quedaban pocos días para que se fuese a Italia a pasar las navidades con su familia y en cierto modo ya empezábamos a sentir algo de nostalgia y aún no nos habíamos separado, pero sabíamos que la despedida estaba próxima. Mis primeras navidades con Mike pero sin él. Por ese motivo, decidimos pasar el día juntos haciendo algunas compras para su familia italiana.

-Tengo que buscar al menos un regalo para cada uno de ellos - iba diciendo mientras entrábamos al centro comercial.

- Vale, te ayudaré - aseguré. ¿Cuántos serían más o menos?

Se detuvo y sacó su teléfono para mirar algo, como si tuviese la reseña en el móvil.

- Aproximadamente, unos veinte. Porque claro, luego están los tíos de mamá Luiggi, Marco y la tía Raffaella... - pero creo que no me da para tanto el presupuesto.

Asentí convencida de que encontraríamos algo que se adecuara a cada uno de ellos, aunque fuese un detalle sencillo.

Anduvimos por todo el centro comercial, subiendo y bajando escaleras, mirando expositores, pidiendo consejo a dependientes... agotador. Parecía que todo el mundo había decidido salir a hacer compras esa mañana y, a pesar de que no cabía un alfiler, tuve la sensación de que alguien nos observaba. Sentía la intensidad de una mirada penetrante, pero por más que levantaba la cabeza para intentar convencerme que no era nada, no podía evitar la sensación de sentirme vigilada. En ningún momento dije nada a Mike.

Estuvimos toda la mañana de tienda en tienda, sin descanso. A la hora de comer fuimos a tomar una hamburguesa a Burger King, uno que se encontraba muy próximo. Íbamos cargados de bolsas y no nos apetecía caminar demasiado. Además hacía un frío que pelaba. Encontramos una mesa libre y Mike decidió que me invitaría a comer por los servicios prestados.

- Como ayudante no tienes precio- dijo levantando orgulloso todas las bolsas de compras que habíamos hecho.

- Bueno, hay muchas cosas que aún no sabes de mí, y esta es una de ellas. Tengo buen gusto, simplemente- alardeé.

Se acercó a la mesa con dos menús y una Coca Cola bien grande para mí. Estaba muerta de sed.

- Voy a estar en Italia dos semanas - soltó de repente.

- Lo sé, lo contó tu madre... - hice una pausa - ... la primera vez que cené contigo en casa.

- Tienes razón-recordó. - Te voy a echar de menos- dijo tomándome de la mano con un gesto muy cariñoso.

- Yo también - dije acercándome a su oído.

Entonces lo ví. Era un chico, con un abrigo azul y capucha. Nos estaba mirando a través del ventanal junto a la puerta. Cuando se percató de que lo había descubierto salió corriendo. Yo me levanté y fui tras él, pero al salir a la calle, llena de gente, lo había perdido. ¡Qué demonios! Era Navidad.

- ¿Qué pasa Aria?- preguntó Mike cuando volví a entrar de nuevo.

- Nada, creí haber visto a alguien que conocía. Pero me equivoqué. ¿Comemos?

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora