CAPÍTULO 18

55 3 0
                                    

Cuando logré recuperar la verticalidad y dejé de tambalearme peligrosamente al caminar, nos dirigimos a la consulta del doctor, tal y como nos habían recomendado. Tommy y Sophie no se despegaban de mí por mucho que les dijese que me encontraba bien. James, sin atosigar, pero me seguía muy de cerca.

El doctor hizo un reconocimiento completo y me recomendó tomarme el resto del día con calma

- Estás bien y, afortunadamente, no ha sido más que un desvanecimiento fruto del impacto contra la nieve dura. Así que, pon más atención la próxima vez - me aconsejó

- Muchas gracias doctor. Es usted muy amable y nos deja mucho más tranquilos a todos - reconoció James.

Me encontraba fenomenal y decidimos, ahora sí, ir a comer algo. El golpe había despertado mi apetito. El restaurante era una bonita cabaña de madera con una gran chimenea en su interior. Una camarera salió a nuestro encuentro para preguntarnos cuántos seríamos para comer y después nos acompañó a una sala donde pudimos dejar los esquís.

- Seremos siete y , si me lo permite, tenemos un hambre voraz - dijo Tommy

- Pues habéis venido al lugar perfecto. Hoy hay guiso de ternera y pescado asado. Además de hamburguesas con bacon y queso que se deshacen en la boca - describió.

Nos acompañó a la mesa que estaba al fondo del local y nos acomodó en una gran mesa rectangular. El comedor era bastante acogedor, con techos altos y amplios, vigas de madera y barras ancladas a la pared por si no te apetecía sentarte a comer y simplemente querías tomar un tentempié. Estaba lleno de gente, sin embargo, el clima era muy apacible.

Me senté junto a Sophie, que aún estaba preocupada por el incidente.

- Menudo susto nos has dado, Aria- me dijo.

- Lo lamento muchísimo - me disculpé -. Lo que iba a ser un día maravilloso se ha convertido en una tragedia.

- ¡No seas exagerada! - apuntó Amelia -. Esto- dijo señalando el restaurante-. Es muchísimo mejor que estar ahí fuera pasando frío. Así que no te lamentes, que yo agradezco tu torpeza.

Sophie hizo un gesto de censura. Amelia, de un modo u otro, siempre acababa metiendo la pata.

La camarera se acercó a la mesa dispuesta a tomarnos nota.

Y bien chicos, ¿habéis pensado qué os apetece beber?- preguntó con el bolígrafo en la mano dispuesta a anotar la comanda.

- Cerveza para todos- dijo Tommy.

- Para mí no- corrigió James -. No te olvides que yo os llevaré de vuelta a casa. Una Coca Cola con hielo, por favor.

Después pedimos que nos trajera un poco de todo lo que tenía en su modesta carta. Tomaríamos los guisos de montaña y las hamburguesas.

- ¿Desde cuándo tomas cerveza? - se interesó Robby preguntando a su hermano desde el otro lado de la mesa.

- Desde que soy mayor de edad - respondió su hermano - Aproximadamente desde hace un año que cumplimos los dieciocho ¿te acuerdas? Tú también los cumplistes- se burló.

- Pues a mi me parece que quieres sorprender a alguien- anunció mirando a Amelia y levantando una ceja -. Pero te advierto que no voy a ir recogiendo borrachos por las esquinas - bromeó.

Dos camareros trajeron a la mesa las bebidas e inmediatamente nos sirvieron el almuerzo. Sencillamente, todo estaba delicioso. El pan de la hamburguesa estaba tierno y crujiente a la vez, y el guiso de carne se deshacía en la boca.

-Ha sido todo un acierto traernos aquí, James - lo felicité.

- Me alegro que así sea, chicos. Y ya aprovecho para decir que yo también estoy encantado de haberos conocido y de poder compartir el día de hoy con todos vosotros- dijo levantando su vaso y brindando -. ¡Por muchos años más!

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora