CAPÍTULO 7

55 5 3
                                    

La casa era muy blanca en el más amplio sentido de la palabra, luminosa y muy acogedora. Desde el hall pude observar los altísimos techos de la planta baja, que se elevaban hasta el piso superior. Parecía la típica casa de revista que siempre había visto en papel, pero nunca había tenido oportunidad de conocer una de cerca. Hasta hoy.

La cocina era blanca con una isla de mármol en el centro. Todo era muy actual: nevera metalizada, amplia encimera y unos originales taburetes de sillón transparente.

Mike cerró la puerta y me hizo un gesto para que lo siguiera hasta lo que parecía ser la sala de estar principal.

-Enseguida vuelvo. Ponte cómoda- dijo mientras subía las escaleras de dos en dos.

La casa se veía muy espaciosa y estaba decorada en tonos neutros, blancos y grises. Un gran ventanal daba al jardín principal y la luz entraba a raudales. En el centro de la habitación había un par de sofás situados en forma de L y unas mesitas en el centro, colocadas estratégicamente, terminaban de dar forma a un espacio confortable en el que apetecía pasar las horas.

Enfrente una gran estantería blanca cargada de libros llamó mi atención. Miré detenidamente y me gustó ver que en la casa eran amantes de la lectura. Salpicados entre los libros había numerosos retratos de niños, supongo que serían los hermanos de Mike, e incluso él mismo de pequeño. Me acerqué a observarlas, cuando me dí cuenta que había alguien más en la sala. Junto a la ventana, tumbado en una hermosa chaiselonge,  había un hombre de mediana edad leyendo plácidamente. Parecía estar tranquilo y absorto en su lectura, o quizás estaba dormido,  de modo que tuve un instante para curiosear su aspecto atlético, algo canoso y  atractivo. Supuse que sería el padre de Mike.

Decidí que no daría un paso más hasta que no llegara él.  No sabía qué hacer y él parecía no haberme visto. Quizás él era la persona que me había parecido ver desde el exterior, aunque juraría que había visto a alguien más. 

De pronto llegó Mike y me cogió de la mano con absoluta naturalidad.

- Ven conmigo- dijo llevándome hasta la cocina.

Cuando llegué, sobre la mesa del office había un par de niños ,de unos ocho o diez años, jugando al Monopoly.

- ¡Mike! - gritó uno de ellos acercándose a nosotros - dove eravate?

¡Mike! - Esta vez era su madre, supuse.

Entraba a la cocina desde el jardín y traía albahaca fresca entre sus manos.

- Oh ,mamma - respondió Mike mientras levantaba las manos para darle un abrazo - Questa è Aria - dijo señalándome.

Su madre lo besó dulcemente y después me señaló en un gesto que entendí de atención hacia mí. Yo le sonreí y la observé mientras hablaba con Mike.

Tenía los ojos grises y grandes y llamaba la atención su melena larga y rizada que recogía graciosamente con una pinza en un moño semideshecho. Llevaba un delicado mandil color rosa y se me antojó la típica mamma italiana que se pasa el día cocinando para la familia. Sin embargo, Mike me había contado que era abogada y tenía su propio bufete en la City londinense.

- Buon pomeriggio - me saludó extendiendo su mano.

Le devolví el saludo con una generosa sonrisa  y miré a Mike pidiendo ayuda, que me observaba divertido tratando de contener la risa.

- Non parla italiano - intervino Mike.

- Oh scusa, scusa - eso seguía siendo italiano, así que no entendí ni media palabra.-  Perdona, soy Daniella la madre de Michael- se disculpó con un maravilloso acento angloitaliano especialmente agradable.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora