CAPÍTULO 12

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Me propuse no defraudar a la señora Janssen y lo cumplí rigurosamente. No hubo un solo rincón del Campus que no hubiera mostrado a mi compañero, y estaba siendo agotador.

Desde las aulas donde se impartían las asignaturas en las que estaba matriculado hasta la biblioteca, sala de conferencias, aula magna, enfermería, el campo de fútbol y demás instalaciones deportivas de que disponía el recinto. Admito que el recorrido de mi mentor a inicios de curso fue muy mediocre en comparación al que yo acababa de hacer con James, quien se había mostrado muy interesado y atento a cada palabra o consejo que le iba dando.

- Si me permites, son casi cuatro meses los que llevo de ventaja, y creo que te vendrá bien saber todo esto. Conmigo no lo hicieron - me quejé.

- Desde luego. Buenos consejos de alguien experimentado como tú siempre son-  Negué con la cabeza.

- Queda el templo de todo estudiante: la cafetería. Cuando te lleve, entonces ya sí podemos dar por finalizada la visita, ¿me acompañas?

Asintió inmediatamente . Salimos al pasillo principal y lo encontramos completamente vacío. Estábamos muy próximos a los exámenes cuatrimestrales y quedaban apenas dos semanas para Navidad, de modo que el Campus se mostraba más tranquilo de lo habitual. Me llamó la atención que ningún estudiante deambulara de una clase a otra, como acostumbrábamos, ni profesores a la carrera. Nada. Nadie. Silencio absoluto. Me detuve a observar aquella imagen inusual y miré en derredor, lo que me confirmó la obviedad: estábamos solos. James me miraba divertido, esperando que hiciera algo, sin comprender nada.

- Ya te darás cuenta tú solito. Esto no es normal- le expliqué con cierto aire de misterio.

Decidí emprender la marcha hacia la cafeteria, no sin antes volverme una última vez al percibir algo extraño que no supe describir. La piel de mi cuerpo se erizó. Sentí que en realidad no estábamos solos James y yo. Y en efecto, así era. Alguien nos observaba desde la última columna del claustro, junto a la escalera que subía a los departamentos del profesorado. No pude ver de quién se trataba. Parecía un chico, pero estaba demasiado lejos. Miré a James y él también se había dado cuenta. Tenía los ojos entornados, tratando de agudizar la vista. De pronto, me cogió de la mano y tiró de mí.

- ¡Vámonos de aquí!- casi ordenó. - Me apetece un café y creo que vas a llevarme al sitio perfecto.

- Por supuesto- dije soltándome de su mano con cierto disimulo. Seguimos caminando uno al lado del otro, yo siguiendo ahora el apresurado ritmo de James, tanto que llegué sin aliento a la cafetería.

- Bueno - dije extendiendo mis brazos para abrir la puerta. ¡Voilà! Este templo permanece abierto durante todo el día. Aquí podrás venir a desconectar, a charlar con los colegas si estás pasando por alguna crisis existencial, la tiene mucha gente no te preocupes- le aclaré. Y por supuesto, cuando simplemente te apetezca tomar algo.

Me devolvió la sonrisa y se pasó los dedos por su dorado cabello en un gesto arrebatador.

- No suelo pasar por esas crisis - me dijo - Pero lo tendré en cuenta. Quédate conmigo, te debo una invitación, ¿no crees?- me propuso.

Su oferta me pilló por sorpresa. A decir verdad, tenía que marcharme pero también me merecía un descanso, así que por qué no tomar algo y charlar un rato. Parpadeé un par de veces y me encogí de hombros.

- De acuerdo- acepté.

Ocupamos una de las mesas del fondo. James pidió un café largo americano y yo una Coca Cola.

- ¿Puedo hacerte una pregunta?- dije inmediatamente.

- Ya lo has hecho - respondió.

Vaya, yo ya conocía la bromita de las preguntas, pero había vuelto a caer.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora