CAPÍTULO 16

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La velada resultó mejor de lo que nunca hubiera llegado a imaginar. Hasley Wilson, deslumbrante, trajo bandejas con todo tipo de viandas que olían de maravilla que me moría por probar, y los hombres Wilson fueron adorables durante toda la cena.

- Feliz noche de Nochebuena- dijo la señora Wilson al entrar a casa con una amplia y sincera sonrisa, que traducía su bienestar al poder compartir la cena con nosotros.

- Sed bienvenidos a nuestra casa- dijo mamá abriendo la puerta de par en par para que pudieran pasar con todo lo que llevaban en sus manos.

- Adelante, por favor. Pasad al salón, sentaos junto a la chimenea y tomemos una copa de vino. Ahí fuera hace un frío insoportable- afirmó.

- Muchas gracias, Nick. Sois muy amables y estamos muy agradecidos por haber recibido tan generosa invitación en una noche tan íntima y familiar.

- Es un auténtico placer para nosotros- aseguró papá. Poneos cómodos- dijo mientras recogía sus abrigos.

- Hola Aria. Angela- saludó James. ¿Puedo ayudar en algo?- se ofreció.

- Desde luego- afirmó Angela.-  La cocina está que arde, nunca mejor dicho- aseguró mi hermana con su característico humor.

Y eso mismo fue lo que hicimos. Mientras nuestros padres charlaban en el salón, nosotros colocamos la sopera con el consomé de carne, dimos unos últimos minutos al pavo para que terminara de hornearse y cogiera el calor suficiente antes de servir en la mesa. Distribuímos a lo largo de la mesa las bandejas con pastel de cerdo, huevos a la escocesa que habían traído los Wilson y unos bollitos salados de carne y piñones. James abrió unas botellas de vino que papá había dejado en la mesilla de la cocina y yo coloqué las copas. Todo estaba listo.

Durante la cena reímos con las anécdotas que Angela contaba y los Wilson no dejaban de alabar su simpatía. Y ella lo sabía. Estuvimos charlando los unos con los otros, de los trabajos que desempeñaban tanto papá en su bufete, mamá en sus clases y los Wilson en la empresa familiar, como nosotros en la Universidad. Y Angela contaba tantas maravillas de España que hasta acordamos ir todos juntos a visitarla en alguna ocasión, en un alarde de buena sintonía en un ambiente relajado y alegre a la vez.

Después de cenar, pasamos al salón a tomar el puding de Navidad y James se sentó junto a mí en el sofá de terciopelo verde.

- ¿Te apetece beber algo? Puedo traértelo- se ofreció.

- Gracias James. Ahora prefiero saborear el puding. ¿Sabes? Me gusta tanto que nunca quiero mezclarlo con otros sabores para poder disfrutarlo hasta el final- le expliqué.

- Me parece todo un acierto. Es mejor disfrutar de lo que nos gusta al cien por cien, sin compartir con nada más- afirmó. Ni nadie más- añadió mirándome intensamente a los ojos.

Me sentí abrumada y bajé la mirada concentrándome en el puding.

- ¿Tú no tomas?- acerté a decir.

- Desde luego. Voy a servirme una porción- dijo alargando el brazo para tomar uno de la mesilla del café. - Oye Aria, ¿no me estarás evitando, verdad?- preguntó de pronto.

- ¿Por qué dices eso? - Tenía la impresión de haber sido muy amable durante toda la noche y esperaba que así lo hubieran percibido los Wilson.

- Bueno, tenía la sensación de ...

- No le des tantas vueltas a tu cabeza, James. Disfruta de la noche- le aconsejé.-  Debo decir- continué- que me resulta extraño tenerte, cenando con nosotros en Nochebuena, cuando solo hace unas pocas semanas que nos conocemos, ¡y de qué manera nos conocimos! Un chico guapo aparece con su coche de madrugada...

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