Era Nochebuena. Aquella mañana me desperté con un delicioso olor a tortitas recién hechas y café. Miré el reloj y ví que eran más de las diez. Me había despertado tarde, algo poco usual en mí, pero había dormido a pierna suelta. Bajé las escaleras en pijama, deseando tomar esa taza de café que solo mamá sabía preparar, y allí estaba Angela engullendo las tortitas con sirope de chocolate y nata fresca.
- Tienes que probar esto. Está delicioso- dijo con la boca llena y sin poder dejar de comer.
- Tú eres las que tienes que probarlas. Yo lo hago cada fin de semana- informé.
Mamá me sirvió el café y lo dejó en la mesa junto con mi calcetín de Navidad.
-Toma Aria, cuélgalo en la chimenea, y deberías plantearte cambiarlo por uno nuevo- sugirió.
-Me niego rotundamente. Este es mi calcetín desde que era pequeña y así será hasta el final de mis días- bromeé aferrándome a él con fuerza.
Adoraba la Navidad. Desde siempre la hemos celebrado intensamente, tanto en el barrio como en casa. La cena de Nochebuena y la comida de Navidad en familia eran los días más importantes del año, y nosotros disfrutábamos con cada momento de las fiestas.
Habíamos colocado el gran árbol de Navidad en el salón, junto a la chimenea y uno más pequeño en el hall. La casa estaba repleta de pequeñas lucecítas que mi hermana y yo colocábamos año tras año estratégicamente para iluminar cada rincón de la casa.
- ¿Sabes que en España la tradición cristiana es colocar un portal de Belén en cada casa?- explicó Angela. - Es el pueblo de Belén y hay un pequeño Niño Jesús para conmemorar el Nacimiento.
- ¡Qué maravilla! Me gustaría verlo algún año- propuse.
- Algún año...Tú lo has dicho. Anda, vamos a colgar tu calcetín, sino Santa Claus no te va a traer nada- se burló.
Adoraba mi calcetín de Navidad. Tenía un tacto muy suave, a pesar de los años. Mamá lo había lavado cuidadosamente y lo secaba junto a la chimenea. Le tenía estrictamente prohibído meterlo en la secadora para que no perdiera las estrellitas doradas que cubrían la parte superior.
-Recuerdo cuando las puse- dije pasando la mano por encima con ternura. Tenía cinco años y la señora Grandy nos mandó esta manualidad para Navidad. Me esforcé muchísimo y lo hice con gran esmero, pegando una a una cada estrella y tratando con suma delicadeza el fieltro rojo y blanco. Después, ella me felicitó por haber hecho un gran trabajo y... ¡¡hasta hoy!!
- ¡Qué historia tan bonita, Aria! - dijo mi hermana. El mío es de Harrods- respondió con una carcajada divertida.
-Por cierto - dijo mamá llamando nuestra atención. Los vecinos vienen a cenar esta noche.
- ¿Qué vecinos? - pregunté alarmada.
- Los Wilson, ¿quiénes sino? Acaban de llegar y están solos. Su familia se encuentra en Escocia y ellos no pueden subir ya que aún se están instalando.
- Genial- afirmó Angela.
- Pero Navidad... - protesté - siempre la hemos pasado en familia, no entiendo por qué tenemos que invitar a unos desconocidos.
- Pues muy fácil. Aún no se han integrado por completo en el vecindario - intervino papá - y por eso tu madre y yo hemos pensado que si vienen a cenar a casa en Nochebuena sería una gran ocasión para empezar a conocernos y de paso disfrutar de una bonita noche, ¿no crees?
- Si tú lo dices...- protesté en voz baja saliendo de la habitación.
- En cualquier caso , ellos han aceptado inmediatamente- repuso mamá. - Y su hijo se mostró encantado con la idea.
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Efímero
Teen FictionEfímero: "Que dura poco tiempo o es pasajero". Mi nombre es Aria Baker y se suponía que el primer año de Universidad sería el mejor de mi vida. Pero no me dio tiempo a descubrirlo. Alguien trató de arrebatármela.