Efímero

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 2

Filosofía, Sociología e Historia de la Psicología. Había comenzado la jornada con estas tres clases. Revisé el programa y me felicité a mi misma por haber elegido esta carrera universitaria. Todo me gustaba, y eso que solo llevaba unas horas en clase, lo que auguraba un año muy prometedor. La verdad es que la carrera de Psicología siempre me había fascinado, sobre todo poder ayudar a la gente, orientar a todo aquel que lo necesitara. Cerré la taquilla de un golpe y, aunque quedaba un poco lejos de la entrada, no estaba mal, podría decir que era la única pega que había encontrado. Por ahora.

La Universidad era bastante grande, con tres plantas, una sala de conferencias, pasillos y más pasillos, dos bibliotecas donde se podían consultar libros de cualquier tipo y una, siempre concurrida, cafetería, como pude comprobar a lo largo de aquella primera jornada.

En tan breve espacio de tiempo percibí que la gente que por allí merodeaba no tenían nada que ver con las encasilladas tribus del instituto: frikis, empollones, repetidores, abusones, populares y, por supuesto, los invisibles, como yo. Habría de todo, por supuesto, pero cada uno iba a lo suyo.

Y no es que los invisibles no tuviéramos amigos, sino que éramos esa clase de personas que teníamos intereses diferentes a los de la mayoría y nuestra opción elegida, que parecía no encajar con la media, sin lugar a duda, era simplemente pasar desapercibidos

Siempre fui muy observadora y a lo largo del día no se me había escapado el más mínimo detalle: los profesores, la galería central donde todo el mundo se arremolinaba en los cambios de clase, las escaleras de acceso a las aulas, secretaría, la tan vivida cafetería. Sin embargo, aún no había cruzado una palabra con nadie.

Faltaban cinco minutos para la clase de Prácticas de la Psicología. Me habían contado que era muy interactiva y que todo el mundo participaba activamente, así que respiré hondo y me dispuse a cruzar el largo pasillo repleto de gente. Había llegado el momento de conocer y darme a conocer, y me apetecía muchísimo.

Traté de apresurarme abriéndome paso entre la multitud y caminando deprisa, cuando de pronto choqué con algo o más bien con alguien. De golpe caí al suelo y él también, porque era un chico. Los libros resbalaron de mis manos y casi sin levantar la vista del suelo, supe que estaba siendo objeto de todas las miradas de cuantos por allí pasaban . Me dispuse a recogerlos para guardarlo en la mochila y ahí, sin previo aviso, nuestras miradas se encontraron.

De repente, los dos nos pusimos en pie y pude observar que era más alto que yo y parecía algo mayor. Tenía los ojos oscuros y el pelo castaño. Llevaba una chaqueta negra de cuero y una camiseta de lo que supuse sería una banda de música. Acercó su mano a la mía para ayudarme a coger el pesadísimo libro de Filosofía. Espontáneamente, se dibujó una pequeña sonrisa en su cara y noté como mis mejillas se tiñeron de rojo. Despegó sus labios para decirme algo, pero el dichoso timbre que anunciaba el comienzo de clase lo interrumpió. Me puse nerviosa, el motivo era obvio, y no tuve más remedio que salir corriendo en busca del aula de Práctica de la Psicología.

Muy bien Aria, ni un gracias. Sigue así.

Al fin creí haber encontrado la clase, así que me asomé para ver si no me había equivocado y descubrí que había varios alumnos en su interior. No quería llegar la primera, ni mucho menos la última. Busqué algún tipo de indicación que me asegurase que esa era el aula correcta, cuando percibí la presencia de alguien a mi espalda y un leve carraspeo.

- Buenos días - dijo la voz tras de mí - ¿Se ha perdido?

- Emm.. esto - ¿por qué me pongo nerviosa?- pensé.- Emm, supongo que sí. Busco la clase de Práctica de la Psicología, del profesor.... - saqué el programa que tenía doblado en el bolsillo trasero de mi pantalón y pasé el dedo por encima buscando el nombre, me costó encontrarlo ya que tenía apuntados unos veinte nombres diferentes. El profesor Muller ¿sabe dónde está?