Capítulo 7

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—¡Yelena cariño! No esperaba tu llegada, ¿qué te trae por aquí?

—Señor Meyer me está sucediendo de nuevo —explicó la rubia con un tono tembloroso mientras se sentaba frente al escritorio de madera—. La droga ya no está funcionando en mi cuerpo...

Con la mirada gacha Yelena observó sus nudillos rojos arrepintiéndose profundamente de sus acciones controladas por aquella rara sustancia.

—¡Es una pena!

—Ya no quiero continuar con esto, yo no soy de su familia —respondió fríamente con los puños apretados y el ceño fruncido—. Me han convertido en una mierda, hace unos días golpeé sin piedad a la chica que amo hasta casi dejarla al borde de la muerte...

—Esa es tu fuerza natural Yelena, es un impulso propio de ti, ven con papá y deja de lloriquear. —extendió sus brazos observando fijamente el rostro rabioso de la mujer.

—¡Esta no soy yo! ¿No lo entiende? No quiero ser parte de esta mierda suya. —Furiosa se levantó del asiento poniendo ambas manos en el escritorio.

El hombre de cabellera oscura y sombría mirada levantó la quijada mientras impasible observaba los ojos de la explosiva Yelena. Esos malditos ojos azulados que tanto odiaba ver estaban nuevamente frente a él.

El hombre sonrió malévolo mientras presionaba el botón de emergencias por debajo del escritorio, los labios apretados y la mirada penetrante de Yelena no le causaban temor alguno.

La rubia se tensó al escuchar un portazo detrás de ella, del susto se estremeció y se dio la vuelta de inmediato solo para encontrarse con los robustos guardias de aquel hombre que alguna vez llamó padre.

—No puede ser... —Articuló en un hilo de voz.

Antes de poder reaccionar, aquellos guardias se le fueron encima dejándola sin posibilidad alguna de defenderse, una mujer de brazos musculosos y semblante rudo golpeó la cabeza de la rubia contra el escritorio mientras le apresaba ambas manos.

Yelena soltó un quejido de dolor y apoyó el mentón en la mesa mirando hacia arriba con los ojos desmesuradamente abiertos al señor Meyer, quien sentado en su silla la observaba sonriente.

—¡Suminístrenle una generosa dosis de black gold a esta niña maleducada!

—¡No! —exclamó Yelena con un espantoso grito.

La guardia enredó sus dedos con violencia en el dorado cabello de Yelena y de un solo golpe en la cabeza le hizo perder la conciencia.

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Algunos días pasaron y la fecha para regresar a tus clases se aproximaba a gran velocidad. Tú sentías que el miedo incrementaba ya que la posibilidad de encontrarte con Yelena y sus amigos era exageradamente alta. Hange notó de inmediato el temor que tenías de regresar así que te ofreció un lugar en el instituto Rose Fritz el cual rechazaste de inmediato, la de cabello castaño te estuvo rogando por unos cuantos días para que aceptaras su propuesta, finalmente resignada y sin otra mejor opción decidiste acceder.

De inmediato se comenzó un proceso en el que ella te apoyó en todo momento, te lograste transferir al instituto y lograste conseguir una beca gracias a tus calificaciones y a un par de exámenes que realizaste con mucho esfuerzo y dedicación, tus padres aplaudieron este hecho pero también te reclamaron con constancia sobre tus razones para cambiarte de colegio, según ellos tú te encontrabas perfectamente bien en el instituto Sina pero si tan solo notaran que la mayor parte del tiempo utilizabas maquillaje para cubrir los golpes su postura sería otra. De todas maneras sentiste que no era necesario hablar ya que lo menos deseable era provocar un escándalo con la sobrina del decano de la universidad.

Mon Amour | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora