Capítulo 20

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El pelinegro intentaba por todos los medios dormir tranquilo en su nueva cama, su mente lo atacaba y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas cada noche. La impotencia de no poder hacer nada le apretaba el cuello dolorosamente.

Entrenaba hasta el cansancio todos los días e iba con regularidad a la ciudad de Marsella a practicar artes marciales junto a una mujer extrañamente parecida a él, en estos momentos se encontraba en un rústico hogar a unos kilómetros de la capital francesa.

Extrañaba mucho a su madre y echaba de menos la ciudad de Liberio en la que Kuchel lo vio crecer. Aunque Kenny le aseguraba que ella se encontraba bien este tenía el presentimiento de que no era así.

Le daba rabia saber que Hange estaba consciente de todo esto y no le haya advertido en lo absoluto, ahora las palabras que dijo cuando estaba ebria cobraban sentido.

Mordió la carne de sus mejillas por dentro intentando contener el enojo, había conocido a André Zoe hace apenas una semana. El tipo era a simple vista desagradable, tenía unos sesenta años y contaba con rasgos en extremo parecidos a los de Hange.

Él lo trató como un simple empleado, como un animal inmundo dedicado a conservar el bienestar de su hija, ni unas gracias recibió. Kenny temiendo la reacción de Levi le contó sobre lo poderoso que era aquel hombre, si algo intentaba hacer no viviría para contarlo.

El de cabellos oscuros y ojos afilados mantenía un semblante desafiante, esas tontas palabras no le atemorizaban, más bien le molestaba no entender lo que decían, para rematar él y su temperamento estaban convencidos de que se burlaban de su desdicha.

—Estúpido francés —susurró para sí mismo.

Recordó esto sintiendo el ardor en sus extremidades, el mismo que era constante todas las noches, no mentía al decir que estaba llevando su cuerpo a un completo límite.

Realmente odiaba con profundidad esta nueva vida. Sólo quería tomar un vuelo a Sudáfrica y no saber nada más de aquella asquerosa familia.

Hange por su parte se esforzaba demasiado en ser una imbécil contigo, los mensajes eran cada vez más escasos y el afecto era casi nulo. Se sentía pésimo al hacerlo pero era algo necesario, Yelena vio la oportunidad por lo cual accedió, le parecía muy noble lo que ella hacía con tal de que estuvieras bien, ¡vaya acto de amor! Ganar tu odio y consolarte con alguien más, ese plan incluso sonaba ridículo.

Estas dos se reunieron frecuentemente después de la llamada en el hotel, era evidente que había mutua desconfianza y una presente tensión que no se disipaba tan fácilmente, no obstante, sus intereses las mantenía a flote en aquel barco.

Yelena entusiasmada le contó a Hange sobre la evolución de la relación, por obvios motivos los celos le revolvieron el estómago pero no podía hacer nada más, era un trato y ella misma tuvo esa idea. Meyer se estaba ganando tu confianza con arduo trabajo y no podía estar más contenta por ello.

En estos instantes la rubia era tan bienvenida en tu familia que parecía increíble. Con una inmensa sonrisa de simpatía se ofreció para cocinar junto a tu madre, aún sentada en la sala lograbas escuchar una animada conversación y risas suaves en la cocina.

Minutos después en un extenso plato reposado en la mesa sirvió una exquisita pasta de tomate que te dejó tan perpleja que no pudiste hablar, ella al percatarse de tu reacción te guiñó el ojo con un perceptible encanto, después bajó su mirada al delantal que portaba indicándote que lo leyeras. Tomaste asiento observando la frase escrita en inglés.

"Kiss the cook" decía.

Besar a la cocinera, ¿por segunda ocasión? Vaya cursilería, igualmente no recordabas haberlo visto antes ya que tus padres no solían usarlo.

Mon Amour | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora