Capítulo 12

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Ella observaba el precioso y cálido atardecer con los ojos medio cerrados, sus rubias pestañas se iluminaron con la luz de los pequeños rayos que alcanzaron a colarse por su ventana, sus labios envueltos en una capa de rojo cereza eran mordidos de forma sutil.

En el horizonte el sol caía lento y sigiloso detrás de las colosales montañas. Sus últimos destellos dorados se entregaban débilmente al precioso tono naranja del cielo, siempre tan pequeños y cautivadores.

Yelena suspiró de forma repentina y ruidosa bajando la cabeza unos pocos centímetros como si estuviera cansada. Sus cabellos cayeron por su frente de forma desordenada y aleatoria, se giró con lentitud esperando muy impaciente una respuesta.

—Cariño, no espero que confíes en mí... sé muy bien que esto es bastante difícil —soltó esas palabras con resignación y la mirada fija en tu rostro.

—¿Qué esperas que yo haga Yelena? —contestaste de forma cortante.

—Aceptaré cualquiera de tus términos...

—¡Ja! ¿Términos? —expresaste con sarcasmo mientras hacías comillas con los dedos—. Aquí mi único término es que dejes toda esta estúpida trampa.

Te levantaste del pequeño sofá de su habitación sintiendo un dolor nauseoso en el estómago. La rubia te detuvo de inmediato agarrando tu brazo.

—¿Vas a dejar las cosas así después de lo que pasó?

Sus enormes ojos te miraron de forma desafiante, sus labios se apretaron entre sí formando una línea recta. Ella bajó la mirada y al darse cuenta de que apretaba muy fuerte te soltó.

—Lo siento —se disculpó retrocediendo un paso.

Volviste a tomar asiento de forma tensa, hubo una inquietante pausa de unos treinta segundos que las puso pensativas a ambas.

—Yelena estoy tan harta de todo —musitaste observando la enorme cicatriz en tu palma—. Me abusas, me golpeas, me manipulas, me maltratas y ahora me vienes con el cuento de que quieres ayudarme.

—Yo... me arrepiento tanto cari-

—No me llames así por favor, todos esos apodos me dan asco. —Expresaste con un gran nudo en la garganta—. Me arruinaste la vida pedazo por pedazo sin piedad alguna, ¿tienes una maldita idea de las veces que rogaba por tener un accidente y no ir a la escuela?

—No...

—¿Sabes cuántas veces tuve que cubrir mi cuerpo con maquillaje para ocultar los golpes? ¡¿Conoces la sensación de impotencia cuando te tocan?! ¡No! ¡No! ¡Claro que no!

Ya no podías más, sentías tu garganta desgarrarse y arder cada que gritabas una palabra, tu vista empezó a volverse borrosa por las lágrimas, sin embargo, decidiste continuar descargando toda tu frustración.

—Me rompiste las costillas con todas esas patadas, cada que respiraba dolía de forma horrorosa e insoportable, la palma de mi mano ardía como el infierno y no podía ver absolutamente nada con mi ojo izquierdo... El dolor sigue presente todos los días, no paro de observar mi cicatriz. Necesito gotas para los ojos, tengo que tomar medicamentos pero lo que me duele más es que aparezcas nuevamente y me saques de un pequeño estado de tranquilidad para golpearme duramente con los recuerdos de mi fallecida hermana.

La rubia tragó saliva al escuchar aquello, su expresión se convirtió en una mezcla amarga de emociones, estaba consciente de todas y cada una de sus acciones. De la desesperación clavó sus dientes en su labio inferior con una fuerza feroz.

Un delgado hilo de sangre escurrió por su barbilla y cayó al suelo en forma de gota, caminó unos cuantos pasos y se puso frente a ti, seguido de eso se arrodilló tomando tus manos.

Mon Amour | Hange ZoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora