No había pegado un solo ojo durante toda la noche.
Me había mantenido en una esquina en donde un sofá me sostenía y me reconfortaba mucho más que la enorme cama en la que di vueltas más de una vez antes de cambiar de lugar.
El sol ya había comenzado a mostrar sus sutiles rayos dejándome en la espera de aquellos hombres que en cualquier momento irrumpirían en la habitación.
Necesitaba respuestas, pues toda la noche me había mantenido haciéndome cuestionamientos al recordar sus palabras y actitudes.
Durante el tiempo que tenía viviendo con mis abuelos nunca escuché que hablaran de una aldea ubicada en aquél frondoso bosque, solo hablaban de la prohibición de sobrepasar los límites.
Cada vez que recordaba sus palabras llegaba a la conclusión una y otra vez, de que no solían tener mucho contacto con más personas del exterior.
Eran extraños y por mala suerte me había tocado a mi tomar el camino que me llevaba directo a ellos y ahora no parecían querer dejarme ir.
Al escuchar que la puerta se abría levante mi vista del piso, pero seguí con mis piernas pegadas a mi pecho siendo envueltas por mis brazos.
—Buenos días —susurró el ojiazul y sin poder evitarlo mis ojos descendieron hacia el empalme que se cargaba y del cual me pude percatar a causa del tamaño de su miembro.
Yo pasé saliva completamente nerviosa ante la presencia imponente de los tres frente al sofá en el que me encontraba.
De por si sus alturas eran intimidantes y el que estuviese sentada hacía que tuviese que mirar hacia arriba para enfocarlos.
—¿Has oído hablar de los hombres lobos? —cuestionó el de mirada grisácea.
Yo asentí sin pensarlo.
—He leído muchos libros —susurré.
—Bueno ¿has leído que tene...? —él detuvo su cuestionamiento y se replanteó la pregunta nuevamente —¿has leído que tienen un mate? ¿un alma gemela? ¿Una persona con la cual compartirán el resto de sus vidas? ¿una la cual es literalmente su otra mitad ya que sin ellas su vida nunca tendría sentido? —yo asentí recordando la cantidad de textos que me había leído en donde las historias de hombres lobos predominaban.
—Lo he leído —susurré.
—Pues haciéndolo sencillo, nosotros somos hombres lobos y tú eres esa mitad que nos ha hecho falta toda nuestra vida —mi ceño se frunció ante las palabras del moreno.
—No existen los hombres lobos —dije segura —solo son un mito.
—¿Ah sí? —cuestionó el de ojos ambarinos y cabello rizado.
Yo pestañeé incrédula un par de veces al no creer lo que estaba apreciando. Su mano se había convertido en una garra, literalmente su mano era parte de una garra y los colmillos en su boca se agrandaron asemejando a los de los lobos.
Mis ojos se abrieron con absoluta sorpresa y él casi como algo natural se deshizo de aquellos rasgos lobunos volviendo a ser el humano que creía que era.
Incrédula solté una ricita que dejó en evidencia los nervios que sentía.
Mi corazón latía desbocado, mi mente era un torbellino y mis manos habían comenzado a temblar materializando los nervios que me arraigaban.
—Puedo escuchar tu corazón latir —admitió dando un paso hacia adelante —puedo oler tu miedo, puedo oler la humedad entre tus piernas, puedo oler tu excitación y todo porque soy un hombre lobo.
Al ver que se acercaba cada vez más me encogí en el sofá y cuando se dejó caer de rodillas frente a mi quise correr, pero eso sería en vano, lo sabía.
—Y tú, pequeña, eres la mujer que estuve esperando toda mi vida para que le diera sentido a mi existir.
Él lamió sus labios con lentitud y ante su maliciosa mirada apreté más el abrazo que tenía alrededor de mis piernas.
—Eres la mujer que estaba esperando para que mi polla se sintiera como en casa al estar en su interior.
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J A D E
WerewolfCon unos padres descuidados que me arrojaron hacia mis abuelos para que me criaran y de paso unos abuelos sobreprotectores que preferían que tu educación fuese en casa ya que la escuela quedaba en otro pueblo y debías recorrer kilómetros de distanci...