Capítulo 5

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Incredulidad era lo que me envolvía

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Incredulidad era lo que me envolvía.

Decir que no estaba sorprendida sería una sucia mentira, pues aun podía recordar la forma en la que la garra en su mano se burló de mis creencias.

Existían y podía creer que estaba soñando, pero no era así, no era un sueño.

Era la cruda realidad la que me estaba envolviendo.

Tras aquellas palabras tan sucias del moreno, el rubio decidió darme un respiro y aquí estaba intentando procesar toda la situación.

Y como única respuesta solo podía encontrar un solo camino.

Huir.

¿Cómo? Era sencillo, lo había analizado durante la ultima media hora y aunque era probable que saliera mal, al menos diría que lo intenté.

Por lo que decidida y con el miedo aflorando en mi piel, tomé la lampara con base de madera de la mesita de noche y me acerqué a la ventana.

Puede de que estuviese sellada, pero era cristal y el cristal siempre podía romperse, por lo que sin ningún remordimiento la lancé contra la ventana creando un leve estruendo.

Los cristales cayeron deshechos sobre la madera y agilizando el proceso limpié el marco para evitar que algún cristal me cortara al pasar.

Con la respiración agitada y el corazón latiendo de manera incontrolable solté la lampara y crucé uno de mis pies para dejarlo caer sobre el techo de lo que parecía ser la terraza, el cual se encontraba cubierto de tejas marrones.

Al estar asegurada pasé la otra mitad de mi cuerpo para luego pasar mi otra pierna y sin pensarlo dos veces me separé de la puerta para descender por el techo con cuidado de que mis converses no resbalaran debido a la humedad que este presentaba.

Al estar en la orilla me senté sobre este y dejé colgando mis piernas para proceder a darme la vuelta y poder sostenerme con mis manos del borde.

Al conseguirlo me dejé caer para quedar con mi cuerpo completamente colgando y ante la humedad mis manos terminaron resbalándose, ocasionando que cayera de culo sobre el césped húmedo.

Jadeando ante la caída me incorporé y con la adrenalina a tope me di la vuelta para comenzar a correr, pero al ver las criaturas tan magnificas que sobresalían de entre los arboles no muy lejos de donde me encontraba, desapareció toda reemplazándola por pánico.

Tres enormes y hermosos lobos salían de entre los árboles acercándose con pasos lentos y gruñendo a cada nada.

Estaban demandando algo que no podía entender y asustada retrocedí al ver como uno de ellos caminaba más deprisa en mi dirección.

Quise correr, pero nuevamente esa sensación de ser paralizada me abrumó y mis piernas dejaron de funcionar dejándome plantada en mi lugar.

El lobo que se acercaba a mi era de color blanco con la parte de arriba de su pelaje de color gris muy claro, casi platinado, diferente a los otros los dos, pues uno de ellos poseía un pelaje totalmente negro que brillaba aun en la lejanía y el otro tenía su pelaje de color marrón.

El primero corría en mi dirección y antes de llegar a mi su cuerpo comenzó a reacomodarse y su pelaje desapareció dejando ver al hombre de ojos ámbar, piel trigueña y cabello rizado totalmente desnudo.

Mis ojos descendieron por toda su anatomía mientras se acercaba y aunque el miedo me envolvía admití en mi interior que su porte encajaba a la perfección con el de un dios, su desnudez magnifica, su cuerpo escultural, sus tatuajes que parecían ser diseñados por un artista como Jackson Pollock, pues esas figuras que envolvían su cuerpo eran simplemente magnificas.

Al estar frente a mi me tomó en brazos cargándome al estilo nupcial sin importarle en absoluto su desnudez, de hecho, parecía disfrutarla.

—Te voy a enseñar una lección —susurró se adentraba n la casa para subir las escaleras —y esta vez tus lágrimas solo serán el combustible que me mueva —aseguró.

—No puedes hacerme nada por querer huir —dije sin importarme empeorar la situación —no pertenezco aquí.

Y eso pareció hacerlo cambiar de idea.

Una sonrisa maliciosa surcó sus labios y en cuanto ingresó en una nueva habitación que no era la que había estado ocupando, me dejó caer sobre la cama y llevó una de sus manos hacia sus rizos para intentar deshacerlos, pero estos se reacomodaron casi de inmediato.

Lo único que causó esa acción fue que me enfocara en la forma en la que todos sus músculos se tensionaban y en como su enorme miembro erecto se movía ante el movimiento.

—Si, pequeña, todo es tuyo —susurró al percatarse de en donde se encontraba mi mirada.

Conservando la sonrisa maliciosa se acercó a la orilla de la cama y me tomó de mi tobillo cubierto por el jean que llevaba desde ayer para llevarme un poco más cerca de la orilla y sin pensarlo dos veces se dejó caer sobre mi apoyándose con su codo a un lado de mi cabeza para no aplastarme y su otra mano libre se dirigió hacia mi cintura en donde me sostuvo enviando un escalofrío por todo mi cuerpo aun cuando el agarre fue por encima de la polera blanca que llevaba.

—Te voy a mostrar que si perteneces aquí —aseguró antes de abrirse camino entre mis piernas para presionar el pedazo de miembro que poseía sobre mi feminidad aun cubierta.

Me humedecí, me encendí y el miedo se combinó con el deseo irracional que me envolvió.

Y cuando su rostro se dejó caer para dirigirse hacia mi cuello jadeé sin poder evitarlo, pues la forma en la que sus dientes mordieron la piel sensible de mi cuello fue satisfactoria.

Fue jodidamente ardiente.

—Joder, no —susurré llevando mis manos hacia sus hombros para alejarlo, pero el sentir su piel caliente y la dureza de sus músculos solo creó el efecto contrario; que quisiera tenerlo más cerca.

Casi por inercia mis piernas se envolvieron alrededor de su cadera para sentir su miembro más cerca.

Al sentir la sonrisa quise avergonzarme, pero el deseo y el calor que m estaba envolviendo no daba cabida para ello.

Por lo que al sentir su lengua y sus labios chupando y humedeciendo la piel de mi cuello fue inevitable no gemir, pues eso estaba enviando corrientes que viajaban por todo mi cuerpo hacia mi centro húmedo y palpitante.

Por Dios, nunca me había sentido de esa forma, nunca me había sentido la necesidad de ser poseída, de ser tomada brutalmente para poder saciar el deseo que me envolvía.

Nunca había sentido la necesidad de follar hasta ese momento. 

 

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