Capítulo uno: El despertar

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Respiraba agitada en el asiento del auto, una ligera capa de sudor rodeaba toda mi frente, y mi cabello rebelde se pegaba a mi rostro. la fuerte brisa nos golpeaba a todos en la cara.

Sentía que apenas podía respirar, descansaba mis ojos, imaginando una realidad diferente a la que estaba viviendo, mas no lo lograba ya que me sentía incomoda al estar rodeada de tantas personas, éramos ocho personas asimilando lo que estaba pasando, y otras tres luchando con lo que había destruido nuestras vidas

No era ni una docena, no eran cien, eran mil o más de esas horrendas cosas. No entendía nada, buscamos respuesta y no hayamos ninguna, solo un propósito hasta ahora; teníamos que escapar. Perseguían el auto como si se tratara de perros que no hubiesen comido en una semana persiguiendo un gran filete, un buen alimento para ellos «Porque es eso lo que somos ahora, simple comida que huye» Hice un gran esfuerzo para no derramar ni una sola lágrima.

Me negaba una y otra vez a llorar, eso no resolvería nada; no resolvería que ahora no tuviéramos a dónde ir, a dónde escapar, no teníamos casa, no sabíamos que pasó con nuestras familias y realmente no puedo decir que todo iba de mal en peor por dos razones; la primera, teníamos un auto y armas, una forma de quitar esas cosas de nuestro camino. Y la segunda: que nada de esto lo vimos venir, todo paso de la noche a la mañana, y no fue exactamente así, fue de una mañana a la tarde, así que no, no íbamos cayendo poco a poco, aquí caímos de culo y nos jodimos.

...

—¡Que fiesta tan buena!—había dicho Mónica, una de las amigas que me acompañaba.

—¡que fiesta tan buena!—la imitamos todos al unísono.

Acabábamos de salir de una fiesta y desconocía la hora, pero la oscuridad absoluta del cielo me decía que seria aproximadamente las cuatro de la mañana.

—¡Terry ven acá! —Abraham estaba muy emotivo. Los recuerdos pasaron por mi mente de forma fugaz y nostálgica, ambos éramos amigos desde pequeños y cada momento que pase con el reforzó mucho mas la amistad que teníamos.

— ¡Allá voy! —empecé a caminar hacia el y nos abrazamos mientras dábamos grandes zancadas.

Todo se veía hermoso, las estrellas brillaban con intensidad y lo oscuro e inmenso del cielo era asombroso. Podía ser cierto que todo fuese increíble o que estaba lo suficientemente ebria para asombrarme con algo insignificante.

En mi opinión, todo lo que tenga que ver con el cielo no es insignificante.

— Terry, al fin siento que estoy avanzando, me siento muy feliz y tranquilo junto a ti, creo que de ahora en adelante todo será mejor, o pondré de mi parte para que así lo sea, te agradezco por estar para mi y deseo que sea así siempre.

Mi corazón se arrugo un poco ante su pequeño discurso y mi lado sensible quiso salir a luz cuando mis ojos picaron y mi labio inferior se curvo un poco, respire un poco antes de responder, y le deposite un pequeño golpe en su hombro.

— Me harás llorar Abraham —dije y una sonrisa se formo en mi rostro, el me respondió el gesto de la misma manera. Estábamos hablando un poco apartados de los demás por lo tanto no escuchaban nada de lo que decíamos.

— Tengo otras intensiones contigo Terry— no se si eran los efectos del alcohol sobre mi, pero sentí que sus palabras tenían otro trasfondo al que estaba acostumbrada a escuchar cuando hablaba como mi buen amigo Abraham, lo mire a los ojos y su sonrisa resplandeciente ahora se veía como una sonrisa coqueta.

Dudaba ante la situación, y me daba vergüenza confundir la situación. Abraham siempre fue tímido y cerrado.

Jack nos cayo encima a ambos metiéndose entre nosotros, sentí alivio ante su llegada y su presencia me genero una nueva ola de pensamientos

¿habrá un mañana?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora