Capítulo I Los dos profesores

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El estruendo de las hélices de un helicóptero que casi rozaba los pinos despertó a Max a las nueve de la mañana. Era raro que Max despertara tan tarde, como también era raro que un helicóptero (o cualquier otro medio de transporte) circulara donde él vivía. De hecho, todo en ese día sería muy extraño.

Dos toques, rápidos y fuertes, golpearon la puerta de su habitación:

- Max, cámbiate y baja, hay dos hombres que quieren hablar contigo – Dijo su hermana, Dhara Fallen, desde el otro lado de la puerta –

- ¿Quiénes son y qué quieren?

- Tranquilo, solo baja, es una buena noticia.

Max tenía miedo de que fuera la prensa o algunos de los locos vecinos que lo habían estado acosando. Desde el incidente, se había recluido en su habitación, no es que antes saliera mucho, pero había evitado exponerse a las miradas curiosas y a las personas que no sabían disimular cuando murmuraban cerca de él. Por suerte, ya se había graduado de la escuela y no era necesario salir de la casa. Su hermana Dhara se encargaba de todo, ella se había hecho responsable de su cuidado desde la muerte de sus padres, cuando él apenas tenía 7 años y ella 16.

Luego de lavarse los dientes, se puso sus anteojos (que utilizaba más para cubrir sus ojeras que para ocultar su miopía), peinó con los dedos su pelo negro puntiagudo y bajó por la escalera. En la entrada de la casa estaba Dhara, con una sonrisa de felicidad y orgullo que nunca le llegó a ver antes, del otro lado de la puerta, en el pórtico, dos hombres muy elegantes le esperaban:

- Hola Max, soy el Doctor Anton Engelhart, subdirector de la Universidad Imperial del Norte – dijo el más alto de los dos hombres mientras estrechaba su mano – y él es el profesor Hans Ivanov.

- Mucho gusto Max, es un placer al fin poder conocerte.

Max no tenía palabras para decir más que un tímido «Buenos días». No había terminado de entender lo que estaba pasando, estos dos hombres lucían importantes, intelectuales y poderosos, y el helicóptero que estaba al otro lado de la calle, en una pequeña pradera verde, no hacía más que reforzar aquella imagen.

- Ya le hemos contado a tu hermana – continuó el doctor Engelhart–, hemos venido para ofrecerte una beca, conocemos el brillante estudiante que eres y tienes el potencial que necesitamos. Eres alguien especial – dijo mientras ponía su mano sobre el hombro de Max – y no es por exagerar, si no lo creyera no hubiésemos venido hasta aquí sólo para hablar contigo. Apuesto a que las otras universidades solo te han enviado cartas.

- No sé qué decir, señor, en verdad estoy muy agradecido – le respondió Max, con la mirada casi llegando al suelo y sin poder expresar todo lo que estaba sintiendo en aquel momento –

- No es sólo una carrera universitaria, Max – interrumpió el profesor Ivanov –, estamos creando un nuevo proyecto con los estudiantes más brillantes del país y queremos que tú seas parte de él.

Max había pensado que aquella visita no podía sorprenderle más. Era un estudiante destacado, claro, ¿pero que el subdirector de una universidad tan prestigiosa llegara junto a un profesor en helicóptero hasta su casa para ofrecerle una beca? Y por supuesto que le sorprendieron más cuando le pidieron que los acompañara al helicóptero para explicarle mejor sobre aquel "proyecto" y Engelhart, sin ningún rodeo, le dijo:

- Sabemos sobre tus poderes, Max.

Sus ojos se llenaron de sorpresa y sus piernas perdieron la fuerza, miró hacia la casa pensando por un instante volver con Dhara, alejarse de aquellos dos hombres y aceptar alguna de las otras becas que le habían ofrecido y en cuyas cartas y formularios de solicitud no hablaban de poderes. Pero se repuso y llegó a contestar:

- Con todo respeto señor, no sé de qué me está hablando. Si es por el video, sólo fue un montaje que hice con mis amigos en la fiesta. No sé cómo dos profesionales como ustedes creerían que algo así fuera real.

Sorpresivamente para Max, aquellos hombres no intentaron si quiera insistir. Estrecharon su mano y le dijeron que aun así tenía la beca si la quería aceptar. Pero al darse la vuelta su casa ya no estaba, y en un breve pestañeo todo el paisaje cambió. Repentinamente se encontraba . Max cayó al suelo asustado y confundido, Ivanov se paró justo en frente de él y le dijo, burlándose:

- Mira Max, también puedo hacer montajes – y tocó con el dedo su sien –

- Nosotros somos igual que tú, también tenemos esas... capacidades mentales especiales – agregó el doctor Engelhart –, y no somos los únicos, queremos que te unas a nosotros en Épsilon Psi.

- ¡No tengo idea de lo que está pasando! – gritó Max con una lágrima en cada ojo – Todavía trato de entender lo que pasó esa noche. Ustedes creen que tengo poderes y los estoy ocultando, pero la verdad es que... No sé lo qué está pasando.

Y se llevó ambas manos a la cabeza.

En un instante toda aquella ilusión se desvaneció y se encontraba de nuevo tirado en el suelo, al otro lado de la calle, frente a su casa y junto al helicóptero. El doctor Engelhart se agachó a su lado, puso su mano sobre su cabeza y luego de unos segundos de silencio se disculpó:

- Lo siento mucho, Max. Creo que fuimos algo bruscos. Pensaba que tenías pleno conocimiento de tus poderes. No ha sido nuestra intención que te asustaras, todo lo contrario, estamos aquí porque queremos ayudarte. Verás, Épsilon Psi es una fraternidad en la Universidad Imperial del Norte, todos allí creen que solo es un club de nerds, pero son jóvenes de tu edad que pueden hacer cosas increíbles con sus mentes. No es cosa de magia o fantasía. Es pura evolución, Max, es el próximo eslabón en la naturaleza del hombre – Engelhart sacó una pequeña tarjeta negra con detalles dorados del bolsillo y se la dio a Max – Quiero que me llames cuando te sientas listo, no importa la hora, no importa el día, estamos aquí para ayudarte, no lo olvides.

Engelhart le dio la mano para ayudarle a incorporarse. Max secó sus ojos llorosos. Enseguida aquellos dos hombres se despidieron y subieron al helicóptero mientras Max cruzaba la calle para volver a la casa. Cuando abrió la puerta todavía podía sentir el fuerte viento que provocaban las hélices y allí, sentada en un mueble de la sala y con la misma sonrisa de felicidad y orgullo, le esperaba su hermana Dhara:

- ¿Y bien?

- No es la gran cosa – contestó Max – me han ofrecido becas mejores.

Max Fallen y la fraternidad de Épsilon PSIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora