Abigail se encontraba leyendo en su habitación cuando escuchó unos quejidos provenientes del pasillo. Dejó el libro a un lado y abrió la puerta:
- ¡Max! ¡¿Qué te pasó?! – gritó preocupada al verlo arrastrase malherido –
- Ivanov... – contestó con dificultad – me atacó en su laboratorio.
Lo ayudó a incorporarse y, aunque sabía que estaba prohibido que los chicos entraran a la habitación de las chicas, lo recostó sobre su cama:
- Esto se está saliendo de control. Debemos hacer algo.
- ¿Qué podemos hacer, Abigail? – dijo adolorido – Nadie nos va a creer.
- ¡Mírate, Max! Mira lo que le hizo a Seren... Lo que le hizo a Elena. Ese hombre debería estar en prisión.
- ¿Y qué le diremos a la policía? ¿Que utilizó sus poderes mentales contra ellos? ¡Por favor! Pareceríamos unos locos.
- Pero podemos hablar con el profesor Engelhart. Ahora él es director de la universidad, podría expulsarlo o... no sé, algo se le ocurrirá.
- ¿Y él nos creería? Engelhart nos abandonó, Abigail.
- ¡Al menos debemos intentarlo! ¿O prefieres esperar a que alguien más muera?
- Ya yo lo intenté. Hace días. Y lo único que me dijo fue: «No tenemos pruebas de nada». Ni siquiera me dejó hablar. Es como si supiera lo que está pasando y aun así decidiera no involucrarse. Lo único que le importa es su puesto de director. ¡Ni siquiera ha vuelto a la fraternidad!
Ambos guardaron silencio por un momento. Max no parecía encontrarse bien. Abigail miraba a todas partes, como buscando una respuesta. Ansiosa.
- Bien, Max. No me importa si no piensas hacer nada, pero no me quedaré de brazos cruzados.
- ¿No estarás pensando...?
- Será mejor que te vayas, sabes que no puedes estar en mi habitación.
- Abigail...
- Desde que Levi es prefecto, se la pasa en los pasillos con aires de profesor. Si se entera de que estuviste aquí, estaríamos en problemas.
- Está bien, pero no intentes nada hasta que me recupere.
Abigail lo acompañó hasta la puerta, asomando la cabeza para asegurarse que nadie lo viera salir de su cuarto. Lo miró desde la ventana hasta que llegó tambaleante al otro edificio. Max entró a su habitación, tomó del cajón una pastilla para el dolor de cabeza y se dejó caer en la cama, mirando al techo hasta quedarse dormido.
Al llegar la noche, Abigail salió cautelosa desde su cuarto, para evitar que Adah la viera subir hasta el laboratorio de Ivanov. Llevaba un libro en sus manos para disimular. Al llegar a la puerta se quedó a un lado, recostada de la pared, cerrando sus ojos. Del otro lado, el doctor Ivanov se encontraba sonriente dando los últimos ajustes a una de las antenas cilíndricas. Tuvo un pequeño espanto y se detuvo bruscamente, cambiando la expresión de su cara y dejó su mente en blanco por un instante.
Notó que los pensamientos de Ivanov cesaron de repente, pero el silencio fue interrumpido unos segundos después por una voz dentro de la mente de Ivanov: «Hola... Abigail».
Abrió sus ojos de golpe, dejando caer el libro de sus manos. «¿Cómo supo que entré a su mente si no dije ninguna palabra?» Pensó Abigail asustada. Casi salió corriendo, pero Ivanov continuó hablándole: «No se preocupe, señorita Winter. Usted ha venido hasta aquí para averiguar lo que estoy planeando y yo no la voy a detener. Le mostraré lo que haré, y lo que le espera a los que se me opongan».
Así estuvo de pie en el pasillo unos pocos minutos, leyendo en silencio los pensamientos de Ivanov, hasta que golpeó con rabia la puerta del laboratorio y gritó: «¡No crea que podrá salirse con la suya! ¡Vas a pagar por todo lo que has hecho!». Ivanov continuó trabajando en la antena como si nada hubiese pasado.
A Max lo despertaron los toques desesperados en su puerta. Se levantó, aún mareado por los efectos de la pastilla. «¡Abigail! ¿Qué te pasa?» dijo sorprendido al abrir. Abigail se recostó, llorando, de su pecho. Max la apartó suavemente sosteniéndola por los hombros y la miró a los ojos:
- ¿Qué hiciste Abigail? Te dije que no intentaras nada sin mí.
- Entré a su mente Max...
- ¿Y él te descubrió?
- Él mismo me lo mostró. No le importa nada. No le importan las vidas de los demás.
- ¿Pero qué te mostró?
- Las antenas que está construyendo... las utilizará como amplificadores de las ondas cerebrales para aumentar sus poderes – Abigail se sentó sobre la cama, tomando un respiro para poder continuar hablando –. Podrá proyectar sus ilusiones sobre todo el campus o hacer que cualquiera que intente detenerlo sufra un derrame cerebral al instante.
Max se desplomó de rodillas en el suelo. Llevó sus manos a la cabeza y quedó pasmado:
- ¿Pero qué ganaría con eso?
- Hay algo mucho peor – continuó Abigail con dificultad –. Al parecer está trabajando para alguien más.
- ¿Alguien más? ¿Quién?
- No lo sé, sólo lo sospecho... por algunas de las palabras que dijo mientras leía su mente. No me mostró todo, pero parece un plan que llevaran a una escala mayor.
«No importa para quién esté trabajando, no podemos permitir que termine esas antenas» dijo Max al sentarse en la cama, al lado de Abigail. «No importa lo que pase después; las voy a destruir».
- Pero aún no puedes controlar tus poderes, Max – le dijo mirándolo con compasión –
- Mis poderes se manifiestan cuando no puedo controlar mi ira, y ese hombre ha provocado todo el odio que hay en mi interior.
- No puedes enfrentarlo así... él podría...
- Lo haré el lunes, cuando todos se hayan ido de la fraternidad. Aprovecharé que no estará y destruiré su laboratorio. Entonces Engelhart tendrá que escucharnos.
- ¡Max! A él no le temblaría el pulso si tuviera que...
- Siempre he dejado que todos se burlen de mí y me pisoteen, Abigail. Llorando como un cobarde – dijo con la mirada fija en la puerta – Pero, si ahora dejara que Ivanov pisotee a mis amigos... a Seren... y a ti... entonces sería peor que un cobarde.
Parecía decidido, pero a la vez, una lágrima se resbalaba por su cara. Abigail no supo qué contestar. Se inclinó hacia él y sostuvo su mano. Max comenzó a sentir un ardor cálido en su pecho. Casi podía sentir los latidos de Abigail. Cerró sus ojos para intentar calmarse, pero fue imposible controlar sus emociones. Cuando volvió a abrir los ojos se encontraba flotando suavemente sobre la cama, entre las sábanas, almohadas y los libros:
- ¿Eres tú quién está haciendo esto, Max? – preguntó Abigail mirando cómo todos los objetos de la habitación flotaban con suavidad –
- Sí... – respondió titubeante –
- ¿Me podrías bajar? – le dijo con una sonrisa –
Pasó un rato hasta que Max pudo contenerse y ambos cayeron de golpe al suelo.
- Creo que debería irme antes de que a Levi se le ocurra pasearse por aquí – dijo acomodando su cabello al levantarse –
- ¿Es segura tu habitación? Estarás en el mismo edificio que Ivanov...
- No te preocupes Max. Dormiré con Adah.
Max se despidió lamentando que aquel surreal momento haya terminado. Tragó despacio sabiendo que en poco más de un día tendrá que enfrentarse al doctor Ivanov.
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Max Fallen y la fraternidad de Épsilon PSI
Teen FictionUna mañana, Max Fallen recibe la visita de dos hombres intelectuales para ofertarle una beca. Aunque era una de muchas que había recibido, ésta era una oferta distinta e inusual: pasaría a formar parte de una fraternidad secreta a la que sólo accede...