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Me estaba subiendo un tirante del vestido cuando salí a la calle. El calor de julio me recibió como una bofetada e hice una mueca de asco, harta de esas temperaturas. Tenía unos veinte minutos de camino hasta casa, y estaba pensando en llamar a alguien para hacer mi trayecto más ajeno cuando Marian pareció leerme la mente y su nombre apareció en la pantalla de mi móvil.

Sonreí antes de contestar a la videollamada.

—¿Tanto te estás aburriendo que necesitas llamarme para que te entretenga?

Escuché su risa al otro lado de la línea.

Las vacaciones no son lo mismo sin mi Ari —respondió ella—. ¿Vienes mañana, no?

—Sí —asentí—. A las nueve y media de la mañana me tendréis ahí.

Marian, Silvia, Marc, Natalia, Anna y Gabriel se habían ido una semana de camping a la costa. Yo, como trabajaba entre semana, no había podido ir, pero me uniría a ellos el fin de semana, desde el sábado hasta el lunes por la mañana.

Ahora pasemos a lo importante: ¿qué haces vestida de fiesta un viernes a las once de la mañana? —inquirió.

Miré mi atuendo, como si no fuera consciente de que llevaba un vestido corto, unas sandalias con algo de plataforma y el bolso que siempre usaba para salir.

—Ayer fui de copas con un chico al que conocí en Tinder —le expliqué—. He dormido en su casa.

¡Ah! ¿El tío de los ojos verdes?

—No, otro.

Joder, tía. ¿Cómo lo haces? A mí Tinder no me ha funcionado tan bien.

—Hay que ir al grano. —Me encogí de hombros, pese a que no podía verme.

Tendrás que hacerme una masterclass.

—Cuando quieras. —Sonreí—. ¿Cómo va por ahí?

Pues bien. Estamos esperando a que Gabriel y Marc se despierten, y nos iremos a la playa... Si es que se despiertan algún día.

—¿Mucha fiesta ayer?

No tanta como otros días, pero creo que ya tenemos cansancio acumulado —contestó.

—Mañana os quiero con energía, eh —dije, señalándola con un dedo—. Que yo no quiero llegar y encontraros a todos tirados por ahí.

—Se hará lo que se pueda.

No hablamos mucho más hasta que colgué, y abrí Spotify para ponerme música. Podría haber cogido un bus o el metro, pero decidí ir caminando hasta casa para serenarme un poco. El día anterior tampoco había bebido mucho, pero había dormido poco —que no me quejaba, porque eso significaba que había habido mucho sexo— y estaba cansada.

En cuanto llegué a mi piso, me di una ducha y me puse ropa cómoda. Entré en mi habitación, saqué los tubos de pintura del cajón y me instalé en la zona de mi cuarto que había preparado para pintar. Tampoco daba para mucho, porque la habitación era pequeña, pero me cabía el caballete y una pequeña mesita para dejar el material, y con eso ya tenía suficiente.

Quedaba poco más de una semana para que cerrara el plazo de entregas de proyectos para la beca, y me estaba empezando a estresar. Sí, tenía trabajos de sobra para presentar, pero quería presentar algo extraordinario, y no conseguía inspirarme.

Miré en una de las estanterías en las que guardaba los proyectos, y vi el que había empezado con Gabriel. Se me revolvió el estómago al verlo. Era una muy buena idea: mezclar sus fotos con mis ilustraciones. Eran fotos hechas y reveladas por Gabriel, que yo había ilustrado por encima. Iba a usar las pocas que habíamos llegado a terminar para la beca, pero nos habíamos quedado a medias.

Llevaba semanas sin hablar con él. Había conseguido enterrar un poco el sentimiento que me provocaba su ausencia a base de estar con otros chicos, pero seguía pensando en él a menudo. No nos confundamos, no estaba viéndome con otros solo por él, el motivo principal era que era verano y quería pasármelo bien, pero también me ayudaba a no pensar tanto en el rubio.

Estaba nerviosa porque lo vería al día siguiente después de mucho tiempo sin verlo, pero iba a estar bien. Eso era lo que no dejaba de repetirme: lo veré, y no pasará nada, no será tan grave. Me moría de curiosidad por saber si seguía estando con Anya, y estaba segura de que Marian lo sabía, pero no quería decirme nada, y era consciente de que lo hacía por mi bien.

Intenté pintar, pero sin éxito, y solo me sirvió para frustrarme. Terminé echada en la cama mirando al techo y esperando que me viniera algún tipo de inspiración divina que, evidentemente, no llegó. Luego comí, y me fui a trabajar.

Salí del trabajo cuatro horas más tarde sintiéndome agotada, pero había quedado con Patri y Alex, así que me iba a tocar hacer un esfuerzo. Fui hasta mi antiguo barrio, teniendo que combinar dos autobuses, y caminé hasta el bar en el que solíamos vernos.

Alex ya estaba allí, mirando a su móvil, con tres cervezas encima de la mesa. Se levantó para abrazarme en cuanto me vio, y luego nos sentamos. Patri tardó unos minutos más en llegar, pero podíamos decir con orgullo que todos habíamos sido bastante puntuales, lo que era todo un logro para nosotros.

—Bienvenida al barrio de nuevo, señorita Dalmau —dijo Patri en cuanto se sentó, haciéndome una reverencia.

—En realidad vine ayer. Tuve una cena con mis padres y Nina.

—¿Tu hermana sigue por aquí? —inquirió Alex, y asentí con la cabeza—. Y, ¿qué tal con tus padres? ¿Volaron platos, cubiertos? ¿Hubo mucha sangre?

—Como en una peli de Tarantino —bromeé—. Estuvo bien. Mi madre se esforzó en no hacerme comentarios de mierda, y yo me esforcé en no saltar a la mínima. Mi padre y Nina estaban temblando de miedo al principio, pero luego vieron que no había peligro.

—Entonces, ¿ahora os lleváis bien? —preguntó Patri.

—No, pero mejor que antes. Creo que vivir separados nos ha ido muy bien. No vamos a ser mejores amigos, pero parece que podremos tolerarnos algunas horas al mes para cenar.

—Eso está bien —murmuró Alex, asintiendo con la cabeza mientras se liaba un cigarro, pero luego recordó algo y me miró con el ceño fruncido—. Espera, ¿tú ayer por la noche no estabas teniendo sexo salvaje con el tío ese de Tinder, el de los ojos verdes?

—No era el de los ojos verdes —puntualicé, sin entender muy bien por qué todo el mundo se pensaba que solo me veía con el de ojos verdes—. Era otro. Y sí, después de la cena estaba un poco tensa, aunque no hubiera pasado nada malo, y le dije de quedar a uno de Tinder. Tomamos unas copas y luego nos fuimos a su casa.

—Pues ni tan mal, oye —dijo Patri, asintiendo con la cabeza con interés.

Apenas estuve un par de horas con ellos antes de irme a casa. Tenía que prepararme la mochila para ir al camping al día siguiente, y ni siquiera había empezado. Además, tenía que coger el tren a las ocho de la mañana hasta Salou, donde estaba el camping. No era un pueblo que me gustara mucho porque había demasiado turismo, pero era donde acampar salía mejor de precio, y al menos había mucha fiesta.

Me fui a dormir agotada, con la maleta hecha y varias alarmas puestas para el día siguiente.


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¡Hoooola a todas! Aquí una que vuelve tras haberse tomado un mes de vacaciones. Este capítulo ha quedado cortito porque me parecía necesario pero no quería alargarlo más ni juntarlo con el siguiente.

Tranquilas, que sé que os gusta el drama, y no tardará en volver a llegar ;)

Subiré el capítulo 35 en los próximos días, seguidme en mi Instagram (sirendreams), porque avisaré por allí cuando vaya a subirlo.

Un abrazo,

Claire

Cosas de rubiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora