Había estado muy equivocada al pensar que las cosas entre Gabriel y yo no podían estar más tensas, porque pasamos de las malas miradas a directamente no mirarnos. Por suerte, conseguí pasar el siguiente día y medio que nos quedaba en el camping evitándolo sin problema, y me lo pasé bastante bien con mis amigas.
Tanta suerte tuvimos, que ni siquiera tuvimos que ir en el mismo de coche en el viaje de vuelta. Yo fui con Natalia, y él con Marc. Durante el trayecto, Marian se dedicó a mandarme mensajes por WhatsApp diciéndome que debería hablar las cosas con Gabriel, y yo ni siquiera me molesté en contestarle, porque ya había quedado claro que no había nada más que hablar, como el rubio mismo había dicho.
Me dejaron cerca de mi piso hacia la una de la tarde. Tuve que comprar algo rápido para comer e irme directamente al trabajo, porque había prometido cubrir el turno de un compañero que estaba de vacaciones esa semana —el doble de horas de trabajo, pero también el doble de dinero—, y entraba a trabajar a las dos. No me iba muy bien trabajar de más justamente esa semana, porque el viernes se cerraba el plazo de entrega de proyectos para la beca, pero el dinero extra me permitiría ir mucho más relajada a nivel económico, así que me iba a tocar pasar una semana muy estresante.
***
Salí del trabajo pasadas las diez, después de haber estado ocho horas saludando e informando enérgicamente a las personas que iban pasando por el mostrador de la entrada del gimnasio, pese a que estaba muy cansada. Lo único que me apetecía era llegar a casa, encerrarme en mi habitación y dormir, aunque antes de poder hacer esto último iba a tener que invertir un buen rato en terminar algunas de las ilustraciones que quería presentar para la beca.
Aun así, parece que mis compañeros de piso tenían otro plan, porque ya pude escuchar la música y las voces dentro de casa incluso antes de abrir la puerta. Respiré hondo, sin tener ningún tipo de ganas de socializar, y entré en el piso.
—¡Pero si es la rubia desaparecida! —exclamó Dídac antes de venir a abrazarme.
—¿No podéis estar ni un fin de semana sin mí? —bromeé, intentando sonar animada, aunque lo que realmente me hubiera gustado decir es "estoy agotada, ya hablaremos mañana, cuando mi cerebro vuelva a funcionar con normalidad".
—Se hace difícil, no te lo negaré —contestó, haciéndose el afligido.
Cuando crucé del recibidor al salón, vi que había incluso más gente de la que pensaba. Tampoco eran tantos, igual diez en total, pero había tenido la esperanza de que fuera solo una cena de Dídac con un par de amigos suyos y pensaran irse después de cenar, aunque estaba claro que no iba a ser así. Reconocí a amigos tanto de Dídac como de Amanda, y Lina no parecía estar por ningún lado, lo que me llevó a recordar que me había comentado que no iba a estar en todo el mes, porque volvía al pueblo de sus padres.
Saludé a toda la gente que había repartida entre la mesa del comedor y el sofá. Ya conocía a la mayoría, ya que habían estado en alguna que otra fiesta que habíamos hecho en el piso. Era por eso que sabía que esa noche iba a ser larga, y no tenía ganas de fiesta, solo quería dormir.
—Estoy muerta —le dije a Amanda, que llevaba a Kiwi en sus brazos, cuando me la encontré en la entrada del pasillo que daba a las habitaciones—. ¿Podéis intentar no hacer mucho ruido?
—Claro —contestó, pero tenía mis dudas de que lo fueran a cumplir.
Le di una sonrisa cansada y me fui a mi habitación, que por suerte no quedaba justo al lado del salón. Cerré la puerta detrás de mí y respiré hondo. El caballete en una de las esquinas de la habitación parecía estar mirándome, esperanzado, y sabía que me tocaba trabajar un buen rato antes de poder irme a dormir.
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Cosas de rubios
Roman d'amourAri tiene prisa. Prisa por disfrutar, por sentir, por enamorarse, por conocer a gente, por empezar a vivir la vida que ella considera ideal después de años de aguantar insultos. No se corta un pelo ni se avergüenza de ser como es, pero a veces la pr...