Mi futura viuda 4

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Despertar besando a su esposa que no veía desde hace tres años era la mejor forma de levantarse que Senku podría imaginar.

Dejó de lado la sorpresa con rapidez y le correspondió con desesperación, tocándola por todas partes, acariciándola y besándola, disfrutando de escuchar sus suspiros y gemidos. Demonios que la había extrañado.

—Senku... —Jadeó de gusto cuando comenzó a besarle el cuello, volviéndolo loco.

La había extrañado demasiado, la deseaba demasiado, la amaba demasiado.

—Maldita sea, Kohaku... —Comenzó a desvestirla, besando la cálida piel de sus hombros y su esternón—. Te amo... —No pudo evitar decirlo, abrumado por la cantidad de emociones y lo mucho que la había extrañado.

Sin embargo, eso pareció arruinarlo todo, porque ella se congeló mientras él besaba su escote, para luego apartarlo de una bofetada que lo arrojó al suelo.

—¡No me digas mentiras, bastardo infeliz! —Se puso de pie con lágrimas de ira ardiendo en sus ojos azules, para luego acomodar sus ropas—. ¡No volveré a caer en tus sucias mentiras!

Él miró aturdido como se iba pisoteando de su habitación, sin acabar de entender qué demonios había pasado allí.

¿Qué rayos acababa de pasar?

Pasó una hora sentado en su cama, frotando su mejilla, pensando en lo que había pasado y sintiéndose como una mierda al darse cuenta de que se lo merecía. Ella ya no creía que la amaba, porque la había abandonado.

Y secuestrarla probablemente no era una buena forma de comenzar a rogar por su perdón...

Aunque sí seguía intentando matarlo (o darle una paliza más bien) entonces dudaba poder tener una buena conversación con ella, pero debía intentarlo de alguna forma.

Definitivamente esta estrategia ridícula de retar al prometido a un duelo no iba a surtir ningún efecto positivo. Tenía que pensar en otra cosa.

¿Pero qué podría hacer?

.

Kohaku volvió a su celda de buena gana, recostándose contra la pared con pesar, secando sus lágrimas con rabia, aún maldiciendo a Senku por lo bajo.

El descaro de ese bastardo era mayor del que podría haber imaginado. ¡¿Cómo se atrevía a decirle algo así después de la forma tan vil en la que la abandonó?!

Pero la estúpida aquí era ella, ¡no podía creer que había caído tan fácilmente en sus brazos otra vez! ¡De hecho fue ella la que se le tiró encima! ¡Era tan tonta, idiota, imbécil! ¡No podía permitirse ser tan débil otra vez!

Ya que podía escaparse sin problema, fue a buscar su espada y se dedicó a practicar en su celda, sin querer que sus habilidades se oxidaran. Tsukasa era un oponente formidable, dudaba vencerlo, pero sí al menos fuera capaz de quitarle la espada de la manos entonces eso le daría el tiempo suficiente para escaparse apenas tocaran tierra. ¡Puede que hubiera conseguido su puesto gracias a las conexiones de Gen, pero sus habilidades eran dignas de ser una comandante imperial! ¡Y se los demostraría!

Esa tarde, mientras descansaba del entrenamiento, Tsukasa se apareció en la celda y quitó el candado que estaba allí más que nada de adorno, haciéndola ladear la cabeza, confundida.

—Senku dice que ya no eres prisionera. Tienes libertad de merodear por el barco a tu gusto. —Ella alzó una ceja con incredulidad—. Aunque te advierto que sí atacas a Senku o a cualquiera volveré a detenerte, y tu pistola seguirá confiscada. También te traeremos otro colchón para que estés más cómoda. Y aquí hay ropa para que te cambies. —Le dio unas ropas que Kohaku reconoció de inmediato.

Semana SenHaku 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora