PRÓLOGO

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Si tuviera que volver a comenzar mi vida, intentaría encontrarte mucho antes.

-El Principito.


 Dicen que el tiempo lo cura todo, pero me aventuro a decir que esa afirmación es falsa.

 Con el tiempo, solo olvidas, o al menos, el pensamiento poco a poco va desapareciendo de tu mente. Pero nunca se borra. La herida permanece abierta mucho, mucho tiempo. El tiempo sigue pasando, y seguimos tapando la herida con tiritas, una detrás de otra. 

Pero a veces, esas tiritas se caen, después de mucho, colocadas a la fuerza. Se caen y la herida se queda al aire, escociendo, como si de fuego se tratase. 

Creíamos que el tiempo había curado esa herida, pero en realidad nunca cicatrizó. 

Hay personas que son tiritas. Te enmiendan, te arreglan, hasta te curan. Te dan el alivio que necesitabas. El dolor desaparece, o eso crees, porque el dolor sigue estando ahí, solo que debajo. 

Pero la verdad es que ninguna tirita permanece para siempre en nuestra piel. 

El tiempo no lo cura todo, pero debes ser tú la que te cures tus propias heridas. 

Alguien muy sabio me dijo que no servía de nada estar vivos si no se hacían locuras. También me explicó la importancia de disfrutar del presente, de sentirse jóvenes toda la vida, y de amar sin importar las consecuencias.

Yo le admiraba. Le admiro. 

Doliste tanto, que ninguna tirita parece suficientemente resistente como para tapar esta herida. 

Me ilusioné, pero ambos sabemos que me diste motivos. 

Y me despedí, sabiendo que no quería irme. 

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