7.

108 9 1
                                    

holaa! perdonadme que haya estado tan desaparecida y no haya publicado. No veía mucho apoyo y me desmotivé un poco, (tuve bloqueo escritor también), aparte de que no me da la vida con tantos exámenes y cosas que hacer. Espero que los que estéis leyendo la historia no hayáis perdido mucho la trama jeje, os dejo con este capítulo. 

recordar votar y comentar si os ha gustado!! me ayuda mucho :)

ASHLEY

-Es que de verdad no entiendo por qué tengo que ir yo a esa cena, mamá. Parece que lo haces a posta. -mascullé resentida mientras lavaba una taza y  me ponía de puntillas para colocarla en el estante más alto. 

Mamá resopló, pasándome otra taza.

-¿No eras tú la que decías que estabas bien y ya lo tenías todo superado? Pues bueno, Austin ha vuelto aquí y creo que lo propio es que cenemos todos juntos. No te obligo a ir, cielo, pero en mi opinión, deberías hacerlo. 

Suspiré. No le había comentado a mi madre mi encuentro con Austin hacía un par de noches. Después de muchas aspirinas y de dormir once horas seguidas, me morí de la vergüenza, y no quería volver a verle. Seguía enfadada con él. 

Yo era probablemente la persona más contradictoria del mundo, pero no pasaba nada. El caso es que no quería que Austin Adams volviera  a aparecer en mi vida. No, no y no. Además, ¿Qué era eso de ''lo propio sería que cenáramos juntos''? 

¿Se suponía que éramos una familia ahora? Oh, no. Una cosa era que mi madre y Andrew salieran, pero como lo llevaran a otros niveles no sabía si sería capaz de soportarlo. Tener a Austin de hermanastro era algo que no me entusiasmaba especialmente. 

Lavé un par de tazas más y me fui a mi habitación. Me tumbé bocarriba y cogí el teléfono. Owen me mandaba una foto de él haciendo el tonto. No pude evitar dejar escapar una risa. Había habido un poco de tensión entre nosotros los últimos días, pero ya estábamos mucho mejor. Nunca nos solíamos pelear, y ni siquiera hacía una semana desde que me había ido, pero la distancia empezaba a pesar. Le echaba de menos.

Skye también me había escrito preguntándome qué tal me iba. Sonreí y me apresuré a responderla. Era muy simpática. ¿La podía considerar mi amiga? 

La respuesta a esa pregunta era incierta.

Durante mi adolescencia creé una coraza a mi alrededor muy difícil de traspasar, a la que solo tenían acceso un par de personas. Resultó que esas personas abrieron la coraza, cogieron mi corazón y lo aplastaron en un millón de pedazos. La coraza se hizo más fuerte, mucho más difícil de entrar. El verano pasado creí haberla ablandado un poco, creí haber encontrado una relación estable, le di mi confianza a una persona que me traicionó en mi propia cara. Ahora la coraza era impenetrable. 

Sí, había conocido a buena gente. Sí, salía con un chico encantador. Pero era horrible sentir que no podía pasarme de la raya, no podía encariñarme demasiado, porque si lo hacía, probablemente me acabaría arrepintiendo. A estas alturas de mi vida no consideraba tener amigos de verdad. 

Era triste, sí, pero todas mis experiencias pasadas me habían servido para darme cuenta de que la gente va y viene. De que eso es la vida. De que un día puedes estar en la cima y de un momento a otro, bajo tierra. De que al final, solo nos tenemos a nosotros mismos. 

Tuve que secarme una lágrima improvisada fruto de ahondar tanto en mis pensamientos. Siempre quería estar ocupada haciendo cosas, porque en el momento que pensaba, acababa llorando.

Pero ahora no era momento de llorar. 


Una hora después, salía con mi madre rumbo al restaurante en el que habíamos quedado para cenar con Andrew y Austin. Ni yo sabía cómo había acabado accediendo, la verdad. 

INDELEBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora