Por simpre.

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  El olor a mujer hermosa y a sudor impregnaba la espaciosa habitación de nuestra casa. Yo fumaba un cigarrillo de los mejores que se compran en esta parte del mundo y la miraba. Allí estaba ella con su cuerpo hermosos a los 52 años de vida, su sintura ya no era tan estrecha como aquel sábado jurado  cuando la conocí y que para siempre quedaría en su memoria, sus senos firmes estaba de cara a la pared con sus espejos, idea de ella. Mire el espejo y allí está su rostro dormido, surcado por arrugas de las que le salen a las almas que ríen como si fuera el día de su muerte, como si nunca más lo pudieran hacer. Sus ojos eran los posos de la eternidad más hermosa, eran azules, verdes, negro y de todos los demás colores y tonos que puede recordar un hombre de 56 años con la vista gastada por pintar durante más de la mitad de su vida. El cuadro de Erne y de Jorge nos miraban desde el rincón, sonreían en la penumbra de nuestro cuarto, estaba felices por mi.

  — Te amaré por siempre —le dije a sus sueños y ella se movió.
  — Se que lo harás —me dijo— y yo también lo haré.

Enseguida se quedó dormida y yo busque en mi mente todas muestra historias sobre aquellas sabanas manchas de pasión y sobre la mitad de Las Américas. Parecían tan lejanos aquellos días en mi Cuba donde habíamos padecido tanto primero en solitario y luego juntos, aunque juntos el padecimiento era menor y más divertido. Recordé mi pequeño cuarto de alquiler donde tanta vida le di a innumerables pasiones y pesares antes de que ella llegara para hacerme suyo por el resto de mi arte e inspirarme hasta el punto de convertirme en un pintor emigrante con bastante fama, todos los hombres deberían tener una mujer como ella ¡Que se jodan! ella es solo mía.

   — ¿Qué haces despierto? — me pregunto desde su lado de la cama grande que habíamos comprado en homenaje a nuestro décimo aniversario.

  — Estoy amándote —le respondí y ella sonrió.

Aquella pequeña separación en sus dientes siempre me pareció lo más puro del mundo, un respiradero para su lengua. Lengua que me había dando tantas pasiones y ánimos, la amaba muchísimo y lucharía hasta con la muerte por un beso de ella.
  — Entonces t dejo amandome, prepararé el desayuno — se levantó y su desnudez me provocó una erección tan enorme que me sorpendi de que a mi edad todavía quisiera poseerla tanto, en cuerpo y alma.
Ojalá todos conocieran un amor así, un amor que tras 20 años de ser una sola persona en problemas y alegrías no se había deteriorado ni un poco, gracias a Dios.

Nunca creí en dioses ni Santos pero cuando uno envejece y la vista se deteriora uno empieza a creer. Es cosa de viejos, digo yo. Estoy casi ciego para todo el mundo, la glaucoma portadora de la oscuridad me atacó hace 5 años y no entiendo por qué lo único que todavía veo como a mis 25 años en el Caribe es a ella ¡Diablos ni aunque me quedara ciego del todo dejaría de verla tan perfecta como el día que la ame por primera vez en aquella fiesta.

  — Ten tu desayuno —siempre me trae el desayuno a la cama como si yo fuera su príncipe, seguro debo serlo.

  — Gracias mi amor.
  El enfoque del amor es tan bello y tan cruel, la veo a ella como una luz, un atardecer en las playas de Cuba, como si fuera mi vida, de hecho lo es y hasta después de muerto lo seguirá siendo. Creo que ella me dio las 3 razones que la vida me había mandado a buscar: la inspiración, la fe y algo por lo que reencarnar. Para buscarla otra vez, quizás en un país del primer mundo, al menos eso espero.

  Ella se aleja para despertar a alimentar a todos los gatos y perros que hemos rescatado en los 12 años de emigrantes q nos ha deparado Uruguay. Son más de 10 pero en nuestra gran casa tenemos lugar para todos y un poco más. Nunca tuvimos hijos pues ella no podía quedar embarazada y a mi que mi espíritud aventurero nunca me hizo sentar cabeza hasta que en aquella fiesta ella se me acercó y me dijo: Te pareces un poco a Picazzo.

Ella regresa y se que me mira, me mira desde la punta de la cama viéndome tan bello como cuando nos conocimos. El amor si existe y ella es la prueba, bueno y yo también.

  — Casate conmigo —le digo.

  — Claro que lo haré —se deja caer en la cama y me besa.

   Le he pedido matrimonio más veces de las q le he hecho el amor y aún sigo queriendo hacerle el amor y pedirle matrimonio, si es posible eternamente.

Ella se pone su bata de estar a mi lado, esa de chándal azul que reserva solo para que mis ojos dañado la vean, los que nos estamos quedando ciegos poco a poco vemos mejor el azul, es como ir al cielo.

   — Cuentame un cuento — me pide.

Con la calma que me caracteriza desde mi cumpleaños 50 enciendo otro cigarro mientras tomo un café sin azúcar, ella sabe como me gusta el café. Todo hombre merece una mujer que sepa hacer un buen café y toda mujer merece un hombre que sepa como le gusta la vida, 50/50 como todo debe ser.

  — De que quieres el cuento, dulcinea mía.

  — Uno especial, de dolor y amor. Un cuento como nunca se haya visto y nunca se vea otra vez. Cuéntamelo como si nuestro amor dependiera de ello, porque depende de ello —sonríe y mi glaucoma desaparece por 10 segundos como si Dios me diera la oportunidad de ver con total claridad a la mujer más bella del mundo.
Con su aire juvenil siendo casi tan vieja como yo, con su alegría aún sabiendo que yo moriré primero y con sus amores infinitos, todos hacia mi.

  — Muy bien entonces —me acomodó un poco sobre aquel cómodo colchón completamente distinto al que tenía hace 25 años, la igualdad es que este esta manchado de sudor igual que aquel, la mayor diferencia es que aquel sudor era asqueroso, este, es el sudor más amado del mundo.
  — Te contare la historia más bella del mundo, el mejor cuento que se ha vivido. Te contaré nuestra historia.

Ella sonríe como si hubiera estado esperando por más de dos décadas esas palabras y el manto de la glaucoma se cierra otra vez.

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